Carlos Quintana y su mundo de ensueño y pesadilla

La exposición “Mercedes” de Carlos Quintana (La Habana, 1966), en Zapata Gallery, Miami, estremece a primera vista por la potencia expresiva de sus pinturas neo expresionistas. Pinturas con retratos de humanos y animales, con paisajes convulsos de flores y rostros, a veces circunspectos, como si interrogaran a quién los mira, a veces con expresiones gimientes, y otras veces con el rostro desfigurado. Mirar todas estas obras, me hizo recordar el tiempo en el que vi su pintura por primera vez en La Habana hace ya más de treinta años.

La Habana de finales de los años 1980 era un hervidero de arte y cultura por todas partes. Todos los días había algo nuevo, exposiciones de la vanguardia cubana (René Portocarrero, Amelia Peláez o Mariano Rodríguez), pero también exposiciones de artistas más jóvenes. Conciertos de Jazz, de música tradicional cubana, de rock y la Nueva Trova, o música electroacústica. Obras de teatro de W. Shakespeare, Antón Arrufat, Virgilio Piñera, Antonin Artaud o Bertolt Brecht interpretadas con el método de actuación de K. Stanislavski, Jerzy Grotowski, y Eugenio Barba. Ciclos de cine sobre la Nueva Ola francesa, el cine Neo realista italiano, cine argentino, mexicano y brasileño. Pero también sobre directores como Ingmar Bergman, Ettore Scola y Andréi Tarkovski. Lanzamientos y lecturas de libros en La Moderna Poesía. Todos los días había cosas nuevas, era un ir y venir de un lugar a otro. Pero la policía también estaba por todas partes. Cuando menos te lo esperabas, la policía pedía el carnet de identidad y preguntaba por qué estabas por allí.

En uno de esos improvisados recorridos fui a parar al apartamento de Carlos Quintana. Debió ser entre 1988 y 1989. El dibujo impresionaba, dibujos de rostros y cuerpos por toda la habitación, eran dibujos puros y duros sobre papel, muchos de ellos en blanco y negro.

Casi diez años después, en el 2000, estuve en su estudio de Madrid en el barrio de Lavapiés. En estas obras ya la pintura había cobrado un mayor protagonismo sobre el dibujo. El trazo de las figuras se había hecho más grueso, y los personajes, aun cuando están en grupo, transmitían una profunda soledad. Ahora nos encontramos en Miami en la inauguración de “Mercedes”, 2024, casi 24 años después de aquella visita a su estudio de Madrid.

En “Mercedes” el gesto expresivo explota expandiendo pintura neo expresionista que brota con fuerza, sobre todo, desde el género del retrato. Hay más de diez pinturas “Sin título” realizadas en lenguaje del retrato con rostros humanos de los más disimiles. En estos, la mirada del retrato funde imágenes de personas con imágenes de animales como sucede por ejemplo en Susana. Un retrato, donde el negro de fondo pareciera dejar escapar la luz blanca, justo para hacer emerger este rostro convulso con una expresión desapacible.

Salta entonces un rostro de apariencia ingenua y atroz a la vez, mitad humana, mitad animal. Hay otros retratos vistos a través de la fabulación, como Fijamente, Un Roy flaco, ¿Pequeña bailarina xx? y Pieta. En Fijamente, también en Pieta, la imagen es un revoltijo de lo humano con lo animal, y la fabulación de esta ambivalencia nos traslada hacia un mundo de ensueño que se trastocan muchas veces con la pesadilla. Seres y calaveras que se agolpan alrededor de flores (Mesa levitando ocho actores), como si estuviéramos frente a un misterioso aquelarre. La celebración de la vida pensando, también, en el desencanto de la muerte.

Hacer en “Mercedes”, del retrato un paisaje, y del paisaje un retrato (del cuerpo y del rostro) conecta, en muchos sentidos, la pintura de Carlos Quintana con la obra de Egon Schiele (Austria, 1890-1918). Una parte importante en la obra de Schiele son sus autorretratos, pero también sus retratos de personas y amigos. Sus pinturas son proyecciones pictóricas de los dibujos, pinturas que responden a un concepto expandido del dibujo.

Quintana resuelve su obra desde la profundidad del dibujo. Es la expresividad visceral de ese dibujo, como medio de exorcizar las voces entrecruzadas del mundo que lleva dentro, lo que le hace estar, por decirlo de algún modo, en una permanente transición estética entre el dibujo y la pintura. Tal vez Yellow Flowers, es la obra que más sintetiza este equilibrio poético. Un paisaje donde la apoteosis de la pintura neo expresionista pone a hervir lo humano con lo natural. Es una imagen bella y, a la vez, un poco aterradora.

A lo largo de estos años la pintura de Carlos Quintana ha estado hablando del rostro y del cuerpo. Expuestos ambos en su desnudez frente a las inclemencias del tiempo social y cultural. Es una poesía expresiva que tira del archivo personal en el que habitan fantasmas del amor y la desilusión. El cuerpo y el rostro, vistos dentro de una constelación de ambientes, de espacios y lugares irreconocibles porque no guardan ningún vínculo con la realidad. Son espacios surrealistas donde colisionan, de una parte, la ansiedad por expresar, desde un intimismo aguzado de sensibilidad, el tormento, la ansiedad, incluso el peligro de estar vivo. De la otra, expresar la belleza que eclipsa al horror en un intento de representación de lo humano, de su naturaleza inaprensible y del misterio que rodea a la vida.

“Carlos Quintana. Mercedes”, Zapata Gallery, 1333 SW 22 St, Miami, FL 33145. Hasta enero, 27 de 2025. Para más info www. https://www.zapatagallery.com

Dennys Matos es crítico de arte, curador y editor. Especialista en arte latinoamericano contemporáneo. dmatos66@gmail.com