Cansados, pero decididos, los ucranianos juran no doblegarse ante Rusia

“Las sirenas no paran”, dijo Olena Turchinova, de 62 años, cuyo vecino murió este mes cuando dos misiles S-300 impactaron en viviendas de Chuguev, a las afueras de Járkov, Ucrania. (Lynsey Addario/The New York Times)
“Las sirenas no paran”, dijo Olena Turchinova, de 62 años, cuyo vecino murió este mes cuando dos misiles S-300 impactaron en viviendas de Chuguev, a las afueras de Járkov, Ucrania. (Lynsey Addario/The New York Times)

Cuando los misiles rusos impactaron la ciudad ucraniana de Járkov hace un par de semanas, los estudiantes y sus profesores estaban instalados en aulas subterráneas recién construidas por lo que no oyeron nada.

En las entrañas de las cavernosas estaciones de metro de la época soviética de Járkov, la administración municipal ha construido una hilera de aulas decoradas con colores brillantes, donde niños de 6 y 7 años asisten a la escuela primaria por primera vez en su vida en esta ciudad asolada por la guerra.

“Los niños estaban bien”, dijo Lyudmyla Demchenko, de 47 años, una de las profesoras. “Aquí abajo no se escuchan las sirenas”.

Diez años después de que estallara el conflicto con los separatistas apoyados por Rusia y dos años después de la invasión a gran escala de Moscú, los ucranianos están cansados pero siguen decididos a repeler a los invasores. La guerra ha afectado a todas las familias: miles de civiles muertos, cerca de 200.000 soldados muertos y heridos, y casi 10 millones de refugiados y desplazados en un país de casi 45 millones de habitantes. Sin embargo, a pesar de la muerte, la destrucción y las privaciones, la mayoría de los ucranianos se muestran optimistas respecto al futuro y han manifestado que son felices, según encuestas independientes.

Járkov es un buen ejemplo. Se encuentra a solo unos 40 kilómetros de la frontera con Rusia y ha sufrido una gran cantidad de ataques rusos con artillería, drones y misiles. La mayoría de las familias huyeron al principio de la guerra o vivieron durante meses bajo tierra en el metro, cuando los soldados rusos estuvieron a punto de apoderarse de la ciudad. Pero las defensas ucranianas resistieron, las familias regresaron y la ciudad volvió a la vida.

En diciembre, cuando volvieron a intensificarse los ataques con misiles rusos, la mayoría de la gente se quedó ahí. Kyryl Rohachov, de 22 años, incluso abrió un bar de cócteles en una de las principales avenidas de Járkov con un amigo de la infancia, quien ahora dirige el negocio.

En Járkov, niños de 6 y 7 años asisten a la escuela primaria por primera vez en su vida en aulas construidas en estaciones de metro de la era soviética. (Lynsey Addario/The New York Times)
En Járkov, niños de 6 y 7 años asisten a la escuela primaria por primera vez en su vida en aulas construidas en estaciones de metro de la era soviética. (Lynsey Addario/The New York Times)

Días antes de la inauguración, en enero, los impactos de misiles destrozaron edificios y ventanas a lo largo de la calle. “No es el mejor momento”, admitió Rohachov en una videollamada desde Suiza, donde trabaja en un restaurante y cuida de su hermano huérfano y de su propia familia. “Pero quiero aportarle algo nuevo a mi querida Járkov”.

En una reciente encuesta de opinión realizada por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev, la inmensa mayoría de los encuestados, casi el 90 por ciento, afirmó que seguía creyendo en la victoria de Ucrania, siempre y cuando continuara la ayuda occidental.

Más del 60 por ciento de los encuestados se consideraban felices, aunque la mayoría afirmaba haber perdido ingresos y sufrir problemas de salud física y mental. Un número similar dijo que perdió al menos a un familiar o amigo, declaró Anton Hrushetsky, director del instituto.

Hrushetsky dijo que las personas han decidido vivir de manera minimalista y redujeron sus expectativas. Y añadió: “Eso ha hecho que experimenten estos niveles de felicidad más altos”.

No obstante, hay indicios de un pequeño pero creciente pesimismo, dijo. En diciembre, el 19 por ciento de los encuestados dijeron que estaban dispuestos a hacer concesiones a Rusia para poner fin a la guerra, un aumento respecto al 10 por ciento de mayo.

Ese pesimismo estaba directamente relacionado con la disminución del apoyo occidental a Ucrania, dijo Hrushetsky.

“Cuando ven este apoyo insuficiente y estos problemas políticos en Estados Unidos, en los Estados de Europa Occidental, se deprimen más y se vuelven más pesimistas”, afirmó.

Ya se está notando en las filas del ejército, donde los mandos se quejan de la escasez de municiones y de la falta de mano de obra porque cada vez se alistan menos hombres. Los soldados dicen que se han dado cuenta de que cuando entran en una cafetería o en un restaurante con uniforme, la gente se aparta o despeja la sala, asustada por la posibilidad de que los soldados sean oficiales de reclutamiento entregando órdenes de alistamiento.

El dolor y la pérdida que todos sienten son evidentes en los constantes funerales que se celebran por todo el país y en los cementerios militares, que cada vez son más numerosos. Hace poco, una multitud de 300 personas acudió a la ciudad de Kamianské para despedir a un soldado caído. Todos, mayores y jóvenes, se arrodillaron en el suelo helado mientras su féretro pasaba camino del cementerio.

El sufrimiento causado por la invasión rusa ha endurecido las actitudes en Járkov. Parte de la provincia vivió bajo una brutal ocupación de siete meses en 2022, y el bombardeo continúa. Este mes, dos familias, entre ellas tres niños, fueron quemadas vivas en sus casas cuando los misiles alcanzaron un depósito de combustible, incendiando una hilera de casas contiguas.

“Cada misil que nos disparan no hace más que avivar nuestra furia”, declaró el investigador jefe de la policía de la provincia de Járkov, Serhii Bolvinov, quien ha abierto miles de causas penales contra Rusia por violaciones, torturas y asesinatos arbitrarios, así como por muertes y pérdidas materiales a causa de los bombardeos.

“Cada uno de nosotros siente odio por los rusos a un nivel máximo”, dijo. “Y es difícil comprender cuándo empezará a disminuir. Porque por ahora, solo crece”.

Anatolii Kozyr, de 72 años, mostró en su teléfono celular un video de su granja y su casa, a 130 kilómetros al este de Járkov, destruidas por los ataques rusos hace un mes.

“Toda mi vida estuve reuniendo y organizando, y en un momento todo desapareció”, dijo. Perdió 3000 toneladas de grano, 1000 cerdos, un taller y maquinaria agrícola, dijo. “No quedó nada”.

Los rusos están a menos de tres kilómetros de su aldea, y ve pocas esperanzas de poder regresar. “Están avanzando”, dijo.

Maryna Prokopenko, de 28 años, cirujana del Hospital Regional de Járkov, calma sus nervios trabajando y, en su tiempo libre, boxeando para descargar su ira.

Huyó a Polonia al comienzo de la guerra, pero, al echar de menos su hogar, regresó a Járkov al cabo de un mes. Otorrinolaringóloga, pasa la mayor parte del tiempo curando a civiles heridos.

“Intentamos trabajar mucho porque realmente es una distracción”, dijo. “Tengo trabajo y estoy tranquila y fuerte”.

Como muchos ucranianos, anhela que cese la guerra. “Cuando veo todas estas heridas y cuerpos destrozados, y tantas discapacidades físicas, es horrible”, dijo. “Quiero que esta guerra termine”.

Pero cuando se le preguntó sobre la posibilidad de renunciar a territorio en un tratado de paz, o de ceder Járkov al control ruso, rechazó rotundamente la perspectiva.

Dos vecinas octogenarias, Raisa y Svitlana, que paseaban por la nieve en Járkov, se contaban entre los pesimistas.

Criticaron a los dirigentes que provocaron la guerra. “Espero que pierdan su ambición y negocien”, dijo Svitlana, añadiendo que el presidente Volodímir Zelenski tendría que ceder terreno. “No puede ganar”. Las mujeres dieron solo sus nombres de pila para evitar recriminaciones.

Los cambios democráticos introducidos hace varios años, que aportaron más responsabilidad a los gobiernos locales, han contribuido a reforzar la resistencia de Ucrania, según algunos analistas. Ucrania también tiene muchos líderes naturales, además de sus mandos militares y políticos.

Uno de los personajes más queridos de Járkov es Serhii Zhadan, un rockero punk, poeta, novelista y letrista de 50 años que recorre el país entreteniendo a sus seguidores y apoyando a los soldados en el frente. El domingo pasado tocó un estridente concierto en Járkov, rindiendo homenaje en un momento dado a un grupo de moteros vestidos de cuero que han estado arreglando y entregando motos a los soldados.

Zhadan ha escrito versos mordaces sobre los 10 años de guerra, incluido un conmovedor poema sobre la pérdida de un amigo de la infancia de su provincia natal de Lugansk, en el este de Ucrania. Y ha inmortalizado en canciones a los niños de Járkov, quienes vivieron durante semanas en el metro al principio de la guerra.

Niños enfadados y alegres de los sótanos de Járkov

Niños que viven en las profundidades del metro.

Oleksandr Chubko colaboró con reportería desde Kiev y Járkov, Ucrania, y Denys Tsyba desde Járkov.


Carlotta Gall
es una corresponsal sénior y cubre la guerra en Ucrania. Más de Carlotta Gall


Lynsey Addario
ha cubierto todos los grandes conflictos y crisis humanitarias de su generación, incluso la guerra en Ucrania, donde trabaja regularmente para el Times desde 2022. Más de Lynsey Addario

Oleksandr Chubko colaboró con reportería desde Kiev y Járkov, Ucrania, y Denys Tsyba desde Járkov.

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