Con campañas de alcance masivo, Rusia multiplica las fake news sobre la guerra en Ucrania
¿Será cierto que Ucrania quiso matar al presidente de Francia? ¿O que líderes ucranianos compraron autos de lujo y mansiones en el extranjero cuando empezaba la guerra? Todo es válido en el universo desinformativo dibujado con los colores rusos, inventando y reinventando sobre la marcha, con cientos de colaboradores y millones de dólares a disposición de su narrativa.
La desinformación rusa ganó espacio esta semana con la supuesta muerte del rey Carlos III, a quienes los medios rusos expidieron el certificado de defunción. Pero la prioridad en estos dos últimos años ha sido la guerra en Ucrania. Según quiere dar a entender Moscú, Rusia solo quiere la paz, pero no le queda otra que “defenderse”. Quién invadió a quién es un dato menor, y se las arreglan para justificarlo.
Los casos aumentaron particularmente en Europa, donde los gobiernos tienen los cinco sentidos alertas por la catarata de campañas. Los servicios de inteligencia, los medios de comunicación y la diplomacia corren una carrera infinita con los trolls rusos y sus cómplices en otras partes, que utilizan la desinformación como elemento de guerra, complementando los drones, misiles y tropas desplegadas en el terreno.
Ya en mayo de 2022, dos meses después de comenzada la invasión, el gobierno británico advirtió que Rusia estaba librando una guerra de desinformación desde una antigua “fábrica de trolls” en San Petersburgo. De la ciudad donde nacieron los soviets y el primer movimiento contra los zares, con la revolución de 1905, ahora salían ataques digitales contra las democracias occidentales.
De acuerdo con el gobierno británico, los agentes prorrusos estaban reclutando trolls en la red de mensajería Telegram, a los que se les pagaba para que se dirigieran a las cuentas de los medios de comunicación y líderes occidentales en las redes sociales, y transmitieran propaganda a favor del Kremlin.
El empresario ruso Yevgueni Prigozhin, jefe del grupo de mercenarios Wagner, admitió tiempo después haber instalado una fábrica de trolls en San Petersburgo para interferir en las elecciones de Estados Unidos de 2016, que ganó Donald Trump. La fábrica puede o no ser la misma de la que hablaban los británicos. En cuanto a Prigozhin, pasó a mejor vida el año pasado, cuando se cayó su avión casualmente después de pelearse con su antiguo amigo, Vladimir Putin, craso error en materia de supervivencia.
Pero los años pasan y los vicios quedan. Potenciados. Los trolls rusos se esmeran en ganarse el pan y generan material para saturar las redes y los medios con una constelación de historias que los gobiernos se desviven por detectar y desmentir, obligando a las potencias a dedicar más recursos y tecnología. En el fondo, es una guerra de computadoras: los de un lado lanzan fakes y los del otro las atajan como penales.
“Intentamos contrarrestar todas las ofensivas en materia de desinformación. Hay 16.000 casos documentados pro-Kremlin contaminando, intoxicando el espacio informativo europeo. Así de claro. Primero documentamos eso, lo sacamos a la luz pública, y luego intentamos rebatirlo”, explicó a LA NACION una fuente diplomática europea.
Desmontando las fake news
Los países de la Unión Europea dedican individualmente gente especializada a desmontar la desinformación. Pero también lo hacen desde Bruselas, donde la UE centraliza el trabajo del bloque con una agencia que alerta sobre las tramas favorables a Moscú y a otros actores indeseables.
EUvsDisinfo, el proyecto estrella del Grupo de Trabajo East Stratcom, del Servicio Europeo de Acción Exterior, detectó decenas de miles de casos y desmanteló campañas enteras de fake news rusas. Y como el mal no descansa, los expertos de Bruselas tampoco. De hecho, el trabajo se multiplica.
Por ejemplo, el Kremlin insiste todavía en 2024, dos años después de lanzar por primera vez ese forzado argumento, que el gobierno ucraniano de Volodimir Zelensky es una cueva de nazis. En un informe del 28 de febrero, EUvsDisinfo señaló que medios pro-Kremlin difundieron que mientras se retiraban de Lastochkino, en el este del país, los soldados ucranianos dejaron atrás armas y vehículos con símbolos nazis.
Dos días antes se detectó en Telegram otra información con olor a Kremlin, según la cual los servicios de inteligencia ucranianos habían asesinado a un desertor del Ejército ruso en España. La noticia de la muerte del desertor salió en todos lados, baleado a más no poder. Nada nuevo por ahí. Así que una parte del informe ruso era cierta: el soldado murió. Solo que lo mató el otro bando.
“Los servicios de inteligencia españoles han culpado inequívocamente a los servicios secretos rusos de este asesinato y han apuntado a la probable utilización de pistoleros chechenos como asesinos a sueldo”, dijo el informe de la agencia europea.
Los europeos desarticularon el año pasado una red de al menos 193 “portales de información” que ventilaban este tipo de historias en sintonía con el relato oficial moscovita. La red estaba activa desde antes de la guerra en localidades de Ucrania y Rusia. Pero no bien comenzó la invasión, se orientó a los territorios ucranianos ocupados y a los países occidentales que respaldaban a Ucrania.
El principal objetivo de la red, que pasó a llamarse Portal Kombat, era cubrir el conflicto presentando de manera positiva la “operación militar” y denigrando a Ucrania y a su dirigencia. Ahí se deslizó, entre otros, el cuento de que los dirigentes ucranianos corrieron a comprarse autos de lujo y mansiones en el exterior cuando comenzó la invasión. Cosa de perder el país, pero no la buena vida.
“Haber desmontado esa red demuestra la eficacia de los sistemas de alerta europeos, pero también demuestra hasta qué punto intentan intervenir en la vida democrática de nuestros países”, dijo a LA NACION otra fuente diplomática europea.
La BBC hizo su propia investigación y detectó unas 800 cuentas falsas de TikTok que diseminaban la leyenda de los líderes ucranianos y sus compras afuera, al parecer un tema favorito de las usinas desinformativas prorrusas, casi un clásico. TikTok respondió por su parte que estaba sobre la pista y que había bajado más de 12.000 cuentas falsas originadas en Rusia.
“Histérico y débil”
The Washington Post reveló otra campaña de cuando se supo que Zelensky reemplazaría al jefe de las Fuerzas Armadas. Según documentos a los que tuvo acceso el Post, Moscú ordenó usar las redes y las fake news para sostener que Zelensky “está histérico y débil (…) Tiene miedo de ser dejado de lado y por eso se está deshaciendo de los peligrosos”.
Los conocedores del mundo troll ruso sostienen que la desinformación entra por varias vías. Y no solo en Europa, sino en otras partes como América Latina. Además de las redes sociales y los canales estatales RT y Sputnik (donde no los hayan prohibido), se detectó que los rusos cuentan con la colaboración de influencers y periodistas de otros países para dar cuerda a su relato. O se puede fabricar una noticia y darle el crédito a un medio confiable, copiando su estética y pasando gato por liebre.
Así pasó con un video atribuido a France24, con el logo del canal, sobre un supuesto plan de asesinato ucraniano contra Emmanuel Macron, durante una visita del presidente francés a Kiev. La noticia del complot se viralizó por varias plataformas como Telegram, Facebook y Twitter. ¿Pero por qué le haría semejante cosa Zelensky a uno de sus más ardientes defensores? ¿Por qué ese puñal por la espalda, esa traición insensata?
El falso presentador lo contaba así: “La idea de los dirigentes ucranianos era que el atentado atrajera de nuevo la atención de la opinión pública mundial sobre Ucrania y provocara un aumento de las entregas de armas a este país (…) Las autoridades ucranianas planeaban trasladar a Rusia la culpa del atentado contra el presidente francés, acusando a este país de emplear métodos de guerra terroristas”.
Falsos programas, falsos presentadores, falsas noticias, falsos complots. ¿Acaso hay algo verdadero? Cada relato tiene varias dimensiones paralelas, umbrales que se abren a mundos oscuros. Y que vaya goteando, sembrando dudas y sospechas. Ahora, a sentarse a esperar la próxima historia.