Cambia la percepción del racismo en Estados Unidos, pero Trump pone el dedo en la llaga

El presidente Donald Trump camina a la histórica Iglesia Episcopal de San Juan que resultó dañada durante una noche de manifestaciones cerca de la Casa Blanca en Washington el 1.º de junio de 2020. (Doug Mills/The New York Times)
El presidente Donald Trump camina a la histórica Iglesia Episcopal de San Juan que resultó dañada durante una noche de manifestaciones cerca de la Casa Blanca en Washington el 1.º de junio de 2020. (Doug Mills/The New York Times)
Mitch McConnell (republicano de Kentucky), líder de la mayoría en el Senado, habla en el Capitolio en Washington, el 9 de junio de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)
Mitch McConnell (republicano de Kentucky), líder de la mayoría en el Senado, habla en el Capitolio en Washington, el 9 de junio de 2020. (Erin Schaff/The New York Times)

WASHINGTON — NASCAR está exigiendo que sus aficionados ya no ondeen banderas de los Estados Confederados en las carreras. El Pentágono y algunos senadores republicanos están dispuestos a renombrar las bases militares que llevan el nombre de soldados de los Estados Confederados. Las corporaciones estadounidenses están adoptando posturas en contra de la injusticia racial. La mayoría de los estadounidenses dice que la policía muestra un sesgo racial en su uso de la fuerza, y la mayoría de las personas que se describen como conservadoras reconocen que las frustraciones de los manifestantes están al menos algo justificadas.

Sin embargo, con una opinión pública en torno al racismo en Estados Unidos que se transforma rápidamente, e incluso ahora que algunos de los líderes e instituciones más cautelosos hablan abiertamente sobre la discriminación y la reconciliación, todavía hay un caso aparte que resulta evidente: el presidente Donald Trump.

Ha sugerido dispararles a los manifestantes o soltarles perros, ha defendido de antemano los nombres relacionados con los Estados Confederados de las instalaciones militares y ha argumentado que sus simpatizantes “aman a los negros”. Por eso, Trump suena cada vez más como una reliquia cultural, alejado no solo de los manifestantes de izquierda que están en las calles, sino también del centro político del país, e incluso de algunos aliados republicanos y de sus propios líderes militares.

Aunque Trump tiene un largo historial de hacer comentarios insensibles y fuera de lugar sobre la raza, incluyendo declaraciones ampliamente consideradas racistas, nunca se ha visto más aislado en un momento social y político dominante en el país, escondido en la Casa Blanca, tuiteando teorías de conspiración sobre manifestantes heridos y describiendo a los manifestantes como “PANDILLEROS”.

Con frecuencia utiliza un lenguaje hostil y violento que ningún otro líder estadounidense emplea, y apoya abiertamente las opiniones de los nacionalistas blancos e incluso de los defensores de la supremacía blanca, en lugar de las opiniones expresadas por la mayoría de los estadounidenses en las encuestas.

“Habla como si este fuera un país de la década de 1950, y no de 2020”, dijo Levar Stoney, alcalde de Richmond, Virginia, donde un grupo multirracial de manifestantes ha impulsado a la ciudad y al estado a derribar las estatuas relacionadas con los Estados Confederados.

En una época en que el país está enfrentando tres crisis al mismo tiempo —el coronavirus, un colapso económico y un ajuste de cuentas en cuanto al racismo y la injusticia— la incapacidad de Trump de demostrar empatía ilustra las limitaciones de su arsenal político. Está bien equipado para competir en una campaña donde esté a la orden del día ladrar ataques negativos, y pocos vendedores hablan con superlativos de la manera en que lo hace el exmagnate de los hoteles. Sin embargo, cuando no se necesita pugilismo ni promoción, tiene poco que decir.

El jueves, Trump hizo declaraciones en Dallas e intentó enfatizar la manera en que había disminuido el desempleo entre las personas de raza negra antes del coronavirus, y señaló el trabajo de su gobierno en materia de reformas de justicia penal. No obstante, también sugirió falsamente que el movimiento de protesta que busca “eliminar el financiamiento de la policía” provocaría la eliminación de las líneas telefónicas de emergencia.

“Escuché que quieren cerrar todas las fuerzas policiacas”, comentó Trump. “No es que quieran darle un poco de dinero a otra cosa. En realidad quieren cerrar las fuerzas policías. Yo solo pienso en qué pasará si, entrada la noche, alguien hace una llamada al 911 y nadie contesta”. Ese comentario le valió algunos aplausos, pero el contenido y el tono enfatizaron la manera en que atiza el miedo en un momento en que muchos estadounidenses están descifrando cómo abordar la violencia policiaca.

El presidente suena aún más fuera de lugar debido a los comentarios de algunos de sus contemporáneos republicanos, quienes no se han enfocado en la justicia racial durante la era del movimiento Black Lives Matter.

“Aún estamos lidiando con el pecado original de Estados Unidos”, dijo el senador Mitch McConnell, el líder de la mayoría en el Senado, quien ha elogiado las manifestaciones pacíficas que están teniendo lugar, como lo señaló, en las ciudades y los pequeños pueblos de su estado, pero ha lamentado “la discriminación racial evidente que hemos visto totalmente expuesta en las pantallas de nuestros televisores a lo largo de las últimas dos semanas”.

Mientras enfrenta un entorno político cada vez más imponente este año, el Partido Republicano está respondiendo a las encuestas que se realizan velozmente, las cuales indican que un número abrumador de votantes independientes e incluso casi la mitad de los electores republicanos creen que el asesinato de George Floyd representa un problema generalizado en la policía.

No obstante, casi cinco años después de que Trump anunció su campaña presidencial con la acusación incendiaria de que México estaba enviando a migrantes violadores a través de la frontera, aún se está comportando como si hubiera una vasta audiencia para un tono intransigente en torno a la raza. Además, está agotando incluso a algunos de sus aliados más firmes.

“Necesitamos que el presidente y ambos partidos digan: ‘Sentimos su dolor’”, dijo el obispo Harry Jackson, un pastor negro que es uno de los asesores evangélicos de Trump. “Debe haber un diálogo con los afroestadounidenses y otras minorías acerca de que la pérdida de vidas importa en nuestra historia. El presidente debe transmitirles eso a todos”.

Trump ha descrito a los manifestantes como “terroristas” y extremistas mientras elogia a la mayoría de los oficiales de policía como “excelentes personas”. Sin embargo, en una encuesta de la Universidad de Monmouth lanzada la semana pasada, el 57 por ciento de los estadounidenses —incluyendo a una mayoría de personas blancas— dijo que la furia que llevó a las manifestaciones estaba completamente justificada. Incluso entre las personas que se describen como conservadoras, el 65 por ciento dijo que las frustraciones de los manifestantes estaban al menos algo justificadas.

Los datos son incluso más sorprendentes entre las personas más jóvenes. En una nueva encuesta de The Washington Post y la Escuela de Schar de Política y Gobierno, el 41 por ciento de los republicanos de más de 55 años dijeron que creían que el asesinato de Floyd reflejaba un problema más generalizado. No obstante, esa cifra aumentó a un 52 por ciento entre los republicanos de menos de 55 años. Hay una brecha generacional similar entre los electores independientes.

Parte de la diferencia se debe a la experiencia de los cristianos milénials, que crecieron en escuelas e iglesias integradas, tienen un conjunto más diverso de amigos y se muestran consternados por la violencia policiaca en contra de hombres negros que están viendo en sus pantallas.

“Los republicanos más jóvenes quieren que se solucionen las desigualdades raciales”, dijo Wesley Donehue, un estratega del Partido Republicano que vive en Carolina del Sur. “Si los republicanos no abordan estos asuntos ahora, perderemos a la siguiente generación de jóvenes electores, así como hemos perdido a las minorías”.

Lo destacable para algunas personas de todo el espectro político es que Trump parece no reconocer una señal evidente, clara en todo, desde la composición diversa de los manifestantes hasta las legiones de personas que están poniendo los libros que se oponen al racismo en los principales lugares de las listas de ventas.

“No solo eran personas negras”, dijo sobre su experiencia DeJuana Thompson, una activista que vive en Alabama y acababa de regresar a casa tras marchar en Minneapolis y Louisville. “Este es un momento esclarecedor para nuestro país, y le están pidiendo a la gente que salga de su zona de confort”.

Eleanor Holmes Norton, que representa a Washington D.C., en el Congreso y estuvo activa en el movimiento por los derechos civiles de la década de 1960, dijo que le había sorprendido la manera en que muchos de los manifestantes en su ciudad han sido blancos.

“Muchas personas de raza blanca han adoptado esta causa”, dijo Holmes Norton.

Paul Finebaum, conductor de un popular programa de entrevistas de fútbol universitario, lo está detectando todos los días en el programa de ESPN en el que toma llamadas. En semanas recientes, Finebaum ha tenido una serie de conversaciones francas y a veces incómodas acerca de la raza con personas comunes y entrenadores que llaman, negros y blancos por igual.

“Este es un parteaguas”, dijo, y comentó que las personas blancas que llaman a su programa estaban viendo las manifestaciones “con una mente más abierta que nunca antes”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company