Calígula, el excéntrico, déspota, psicópata e incestuoso emperador romano
Si confeccionásemos una lista con el nombre de todos los emperadores romanos y la ordenáramos en un ranking de los más queridos y admirados a los más odiados, muy probablemente los primeros puestos se lo disputarían gobernantes tan admirados como Augusto, Trajano o Adriano y si nos fuésemos a la cola de esa clasificación, sin lugar a duras, en el último nos encontraríamos el nombre de Calígula, quien en sus cuatro años en el poder dejó un amargo recuerdo en el Imperio.
Calígula no era su nombre sino un apodo que le pusieron siendo un niño de pocos años (alrededor de 4) cuando acompañó a su padre, Julio César Germánico (uno de los mayores generales romanos de la Historia), a la expedición militar en tierras de la Germania romana, y en la que el pequeño Cayo Julio César Augusto Germánico (que era como verdaderamente se llamaba) jugueteaba con las sandalias de cuero usadas por los legionarios. Ese tipo de calzado se llamaban ‘caligae’ (cáligas), de ahí que le quedase el mote y con el que pasaría a la historia.
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Pasó una juventud de vaivenes y conflictos emocionales motivados muchos de ellos por su peculiar familia, quienes se disputaban los unos a los otros los grandes cargos políticos de la época y siendo numerosos los crímenes cometidos con tal de quitarse rivales del medio.
En el año 35 d.C. Calígula fue designado por Tiberio Julio César (comúnmente nombrado como Tiberio a secas), junto a su primo Tiberio Julio César Nerón Gemelo (Tiberio Gemelo), como sucesores al trono de emperador y deberían repartirse el imperio entre los dos, gobernando justa y equitativamente.
Cuando Tiberio falleció dos años después (muchas fuentes indican que asesinado mientras dormía) Calígula se las arregló para enviar lejos a Tiberio Gemelo, aduciendo que el testamento de Tiberio no era válido. Medio año después, su primo fallecería (no está demasiado claro si fue asesinado o instado a suicidarse), por lo que el joven Cayo Julio César Augusto Germánico quedó como único emperador del Imperio Romano y se dedicó a hacer y deshacer a su gusto a lo largo de los siguientes cuatro años.
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Muchas fueron las excentricidades por las que Calígula destaco, entre ellas el mandar hacer una gran fiesta en Roma el día de su coronación que duró varias semanas y en las que se sacrificaron más de cien mil animales para ser consumidos, o la celebración de continuos espectáculos de gladiadores a los que asistían los ciudadanos masivamente. Los primeros meses del Calígula como emperador fueron calificados como de gran satisfacción para el pueblo.
Y es que inicialmente Calígula fue acogido con gran alegría por el pueblo romano, ya que se trataba del hijo de Germánico, uno de los más grandes generales de la Historia de Roma, y estaban convencidos de que su reinado sería extraordinario.
Pero no tardarían en llegar los desmanes y truculencias al Imperio. Medio año después de acceder al trono Calígula cayó enfermo a causa (muy probablemente de los excesos) y fue el detonante para un cambio radical de actitud. Su vena psicópata hizo acto de presencia y empezó a sospechar de todo aquel que lo rodeaba. Estaba convencido que lo habían intentado envenenar (muy acostumbrado a observarlo durante toda su vida por los miembros de su peculiar familia) y vio un enemigo en cada una de las personas que estaba cerca de él.
Mandó asesinar a un gran número de personas cercanas y familiares (a algunos los insto a suicidarse). Fue justo en esa época cuando su primo Tiberio Gemelo falleció.
Los excesos y derroche del primer medio año de gobierno provocaron una grave crisis económica en el imperio y para intentar subsanarlo Calígula gravó al pueblo con impuestos que se solicitaban en los actos públicos a los que asistían. Poco a poco comenzó a convertirse en un gobernante despreciado cada vez más por sus súbditos.
Calígula poseía desde niño un caballo llamado Incitatus, quien se había convertido en su mejor amigo desde el fallecimiento de su padre Germánico. Era tal la devoción que sentía por su equino que quiso nombrarlo cónsul, le daba auténticos majares para comer, vivía en un establo construido con los mejores mármoles y, según cuentan algunas crónicas, en lugar de aparearlo con alguna yegua contrato a una mujer llamada Penelope a la que obligó a contraer matrimonio con el caballo y a satisfacer sus necesidades sexuales (muchos son los historiadores que niegan esto último, señalando que se trata de una más de las centenares de leyendas urbanas que existen alrededor de este peculiar emperador).
También es frecuentemente nombrado el aspecto de depredador sexual de Calígula, surgiendo muchos mitos y anécdotas alrededor de sus excesos sexuales, entre ellos el que indica que mantuvo relaciones incestuosas con sus tres hermanas Agripina la Menor, Drusila y Julia Livia, a las que también obligó a prostituirse entre los miembros de la corte romana.
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Drusila, quien falleció en el año 38 a la edad de 22 años fue nombrada Diosa tras su muerte. Se casó (por orden de su hermano) con su primo Marco Emilio Lépido quien a su vez era también amante de Calígula. Todo un entramado de desmadres sexuales entre parientes que convirtieron aquella época en una de las más desastrosas del Imperio Romano.
En el año 39 Calígula mandó desterrar al exilio a sus dos hermanas Julia Livia y Agripina la Menor tras descubrir que habían tramado una conspiración contra él conjuntamente con Lépido a quien ordeno asesinar. Parece ser que entre ellos tres también se entendían como amantes.
El 24 de enero del año 41 Calígula fue asesinado por Casio Querea, militar y tribuno de la Guardia Pretoriana, quien llevó a cabo el magnicidio con la ayuda de algunos de sus hombres apuñalando al emperador.
Fuente de la imagen: Wikimedia commons
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