Una cafetería dedicada a recordar a las víctimas de la guerra contra las drogas de Duterte

La barista Grace Garganta habla con estudiantes de cine sobre cómo fue perder a miembros de su familia en la brutal guerra contra las drogas del presidente Rodrigo Duterte, en Silingan Coffee en Ciudad Quezon, Filipinas, el 24 de marzo de 2022. (Hannah Reyes Morales/The New York Times).
La barista Grace Garganta habla con estudiantes de cine sobre cómo fue perder a miembros de su familia en la brutal guerra contra las drogas del presidente Rodrigo Duterte, en Silingan Coffee en Ciudad Quezon, Filipinas, el 24 de marzo de 2022. (Hannah Reyes Morales/The New York Times).

CIUDAD QUEZON, Filipinas — Al llegar al segundo piso de una cafetería anodina en un vecindario moderno en las afueras de Manila, Filipinas, los comensales se encuentran con una lápida de mármol que tiene una inscripción en oro que dice: “No más asesinatos”.

La lápida, parte de una exposición de arte dentro de la cafetería, está dedicada a la memoria de los asesinados en la sangrienta guerra contra las drogas del presidente Rodrigo Duterte.

Otra pieza de la exposición incluye la palabra en filipino “nanlaban”, que significa “se resistió”. Para las autoridades, la palabra indica un sospechoso de narcotráfico que se resistió al ser detenido y participó en un tiroteo antes de ser asesinado de forma legítima por la policía. Pero para las familias de los fallecidos, se refiere a la víctima de un asesinato extrajudicial.

La cafetería, Silingan, se inauguró el año pasado y la mayoría de su personal está compuesto por las madres, esposas, hermanas e hijas de los que han sido asesinados desde 2016, cuando Duterte asumió la presidencia. Además de servir café latte y capuchino, estas mujeres buscan educar a la sociedad sobre la verdad amarga detrás de la promesa de Duterte de librar las calles de narcotraficantes y drogadictos cueste lo que cueste.

Según la Policía Nacional de Filipinas, alrededor de 8000 personas acusadas de participar en el tráfico ilícito de drogas han muerto desde que Duterte declaró su guerra mortífera contra las drogas. Los grupos defensores de los derechos humanos han reportado cifras más elevadas.

“Aquí no solo vendemos café”, indicó Sharon Angeles, la barista supervisora en Silingan. “Les contamos a los clientes nuestra vida y la manera en que este lugar sirve como un espacio de sanación para nosotras. También les decimos, si están interesados, por qué la guerra antidrogas de Duterte es una guerra contra los pobres y no contra las drogas”.

Las mujeres de Silingan, que quiere decir “vecino”, esperan que Duterte rinda cuentas por la violencia antes de que sea demasiado tarde. Este mes, Ferdinand Marcos Jr., hijo y tocayo del exdictador, fue elegido para suceder a Duterte, con Sara Duterte, la hija del presidente, como su vicepresidenta.

Una fotografía del hermano de Sharon Angeles, Christian, quien fue víctima de los asesinatos extrajudiciales durante los primeros meses de la brutal guerra contra las drogas del presidente Rodrigo Duterte, en una mesa en su casa en Ciudad Quezon, Filipinas, el 28 de marzo de 2022. (Hannah Reyes Morales/The New York Times).
Una fotografía del hermano de Sharon Angeles, Christian, quien fue víctima de los asesinatos extrajudiciales durante los primeros meses de la brutal guerra contra las drogas del presidente Rodrigo Duterte, en una mesa en su casa en Ciudad Quezon, Filipinas, el 28 de marzo de 2022. (Hannah Reyes Morales/The New York Times).

Sin embargo, a ellas les preocupa, como a muchos otros en Filipinas, que una vez que Marcos y la hija del presidente asuman sus cargos el próximo mes, el nuevo gobierno bloquee cualquier esfuerzo para investigar a Rodrigo Duterte cuando deje la presidencia y ya no sea inmune al enjuiciamiento.

El hermano de Angeles, Christian, se convirtió en una de las primeras víctimas de los asesinatos extrajudiciales cuando la policía lo arrestó a tan solo cuatro meses del inicio del mandato de Duterte. Christian, quien tenía 20 años de edad, nunca consumió drogas, afirmó Angeles. Pero sus dos acompañantes en el momento de la redada sí eran usuarios conocidos con antecedentes penales insignificantes.

Cuando los dos compañeros vieron que se acercaba la policía, huyeron.

“Pero Christian no huyó porque sabía que estaba limpio”, relató Angeles. “Aun así, yo le había advertido que una bala no escucha excusas”. Angeles dijo que su hermano era un vigilante voluntario que creía en la ley y añadió que los resultados de la autopsia que mandó a hacer la familia mostraron que no había consumido drogas.

“Mi hermano fue asesinado como un animal”, reclamó Angeles. “Si Duterte no hubiera ganado, esto no habría sucedido, y Christian hoy estaría vivo”.

Un fin de semana reciente en la cafetería, Angeles charlaba con dos estudiantes universitarias que habían entrado al establecimiento.

Las estudiantes de cine dijeron que les dio curiosidad el lugar cuando vieron el mensaje pintado en sus escaleras negras de metal que llevan a la exposición de arte en el segundo piso: No es una guerra contra las drogas ilegales. Es una guerra ilegal contra las drogas.

El argumento de “nanlaban” no sirvió de excusa en 2018 cuando un tribunal declaró culpables de asesinato a tres oficiales y los sentenció a cadena perpetua por la muerte de Kian Loyd delos Santo, un estudiante universitario de 17 años.

Los oficiales declararon que el joven era un sospechoso de narcotráfico que disparó contra la policía. Pero el video de una cámara de vigilancia mostró a los policías escoltándolo momentos antes de que se hallara su cadáver cerca de un chiquero.

La indignación obligó a Duterte a suspender temporalmente su campaña antidrogas, para luego reanudarla unas semanas después.

“Hablamos con los clientes sobre la guerra contra las drogas y cómo nos ha afectado”, comentó Angeles. “Lo que quieran hacer con esa información ya es decisión de ellos”.

Grace Garganta, otra empleada de la cafetería, dijo que la policía usó el pretexto de “nanlaban” para justificar el asesinato de su padre de 52 años y su hermano de 27.

Días después de que Duterte entrara en funciones, la policía hizo una redada en su casa en uno de los barrios precarios en expansión de Manila. El padre, Marcelo, fue asesinado en lo que la policía describió como un tiroteo.

El hermano de Garganta, Joseph, fue detenido al poco tiempo cuando se manifestó contra la redada. Su hermana contó que su cuerpo fue sacado de un río al día siguiente. Su rostro estaba envuelto en cinta adhesiva y sus genitales fueron mutilados, narró.

La familia Garganta se convirtió rápidamente en el rostro de la guerra antidrogas de Duterte luego de que los tabloides locales empezaran a retratar al padre como un “distribuidor de drogas de primer nivel”, relató Garganta.

Los vecinos guardaron silencio por miedo a ser identificados como cómplices. Garganta, que entonces cursaba la licenciatura en administración de hoteles y restaurantes, abandonó sus estudios.

No obstante, en Silingan ha encontrado algo de redención.

Ahora como madre dos hijos pequeños, Garganta dijo que su único deseo es que la gente escuche su historia y las de las otras mujeres en la cafetería que buscan que las autoridades se hagan responsables de los asesinatos. “Ya no tengo miedo”, afirmó. “El público tiene que saber la verdad”.

Duterte sigue siendo tremendamente popular en Filipinas y ha negado cualquier acto indebido en relación con la guerra contra las drogas. Insiste en que la violencia es una parte necesaria de su iniciativa para eliminar el flagelo del consumo de drogas que aflige a muchos filipinos en situación de pobreza.

Sin embargo, en vista de que Duterte dejará la presidencia el mes que viene, Garganta teme que nadie sea castigado por los miles que fueron asesinados en Filipinas sin posibilidad de defenderse. “Lo único que queremos es que nos den la oportunidad de ser escuchados”, expresó.

© 2022 The New York Times Company