Cabo Verde: viaje a la isla de Santiago

Del archipiélago de Cabo Verde, compuesto por 9 habitadas en la zona tropical africanas del océano Atlántico, sabemos, en general, que fue una colonia portuguesa hasta su independencia en 1975 y que Boa Vista, la isla más cercana al continente, se halla a 571 kilómetros de éste. De origen volcánico, las islas no estaban pobladas cuando, en 1462, los portugueses establecieron la ciudad de Ribeira Grande (isla de Santiago), la primera villa fundada por los europeos en el Trópico, a 30 minutos de Praia, la actual capital de la República de Cabo Verde.

Más de un mes sería necesario para visitar las 9 islas. Como solo disponía de dos semanas me concentré en dos de las islas de Sotavento, o sea, meridionales, tras mi llegada en avión a Praia, capital del archipiélago desde 1770 en la isla de Santiago.

Originalmente, Praia, situada a orillas del mar, creció a partir de lo que se llama el “Plateau” (nombre francés que significa “meseta” o “altiplano”), una planicie alta que permitía defenderla de las frecuentes incursiones de piratas y corsarios. En el Plateau se estableció, poco a poco, el centro urbano en detrimento de la antigua ciudad de Ribeira Grande, que pasó a llamarse “Cidade Velha” (Ciudad Vieja), al perder su hegemonía. Alrededor fueron desarrollándose otros barrios, también sobre pequeñas mesetas, llamadas “achadas” en portugués.

Hoy en día, el Plateau es el centro histórico de Praia. Allí se encuentran el Palacio de Gobierno, el Cuartel Jaime Mota, la catedral Nuestra Señora de Gracia, el Ayuntamiento, el Mercado Municipal, la Corte Suprema y las principales plazas: Albuquerque, Luis de Camoes y Domingo Ramos. A primera vista, este centro puede parecer de poco interés, pero a medida que lo vamos descubriendo en diferentes horarios nos damos cuenta de su gran encanto y de las agradables sorpresas que puede depararnos.

Escena callejera en Sao Jorge dos Orgaos.
Escena callejera en Sao Jorge dos Orgaos.

El Mercado, por ejemplo, es un hervidero constante de vendedores proponiendo sus frutos y vegetales. También brinda la oportunidad de probar platos tradicionales en unos rústicos mostradores. La calle 5 de Julio, justo detrás, se extiende desde la plaza Albuquerque hasta su intercepción con la avenida Amílcar Cabral (punto de partida de todos los autobuses del Plateau). Se trata de una arteria peatonal, muy animada de día, con terrazas de café que organizan conciertos nocturnos de la música caboverdiana, dada a conocer en todo el mundo gracias al enorme éxito .

Aunque es posible dormir en alguno de los pocos hoteles o pensiones del Plateau, preferí quedarme en el hotel Cesaria, en el barrio limítrofe de Fazenda, a unos diez minutos a pie del Plateau, y cerca del gran mercado de Sucupira (el mayor de la isla), así como de la parada de minibuses o “aluguer”, o sea, taxis colectivos, que por 100 escudos (ca. $1.00), recorren la distancia entre la capital y Cidade Velha. El hotel Cesaria propone una agradable terraza en roof top para desayunar, servicio de restaurante, de alquiler de autos, transporte desde y hacia el aeropuerto y un personal siempre amable y atento.

En Praia vale la pena asistir al Quintal da Música, restaurante con conciertos nocturnos, el Museo Etnográfico y también aventurarse hasta la zona de las playas de Praínha y Quebra Canela en donde abundan los restaurantes y hoteles de estándar internacional.

Fortaleza San Felipe, en Cidade Velha.
Fortaleza San Felipe, en Cidade Velha.

La capital es el punto de partida para viajar en aluguer hasta la villa de Ribeira Grande o Cidade Velha, sitio intemporal y encantador, inscrito en 2009 en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO. Construida a orillas del mar y de una quebrada que, casi siempre permanece seca, es hoy un poblado de unos 1,300 habitantes. Allí visité, en lo alto, la fortaleza real de San Felipe cuya construcción se inició en 1578 y desde la que pude apreciar fabulosas vistas del pueblo, el mar y las montañas circundantes. También recorrí la rua (calle) Banana, que con sus típicas casas de piedra pintadas de blanco es la calle más antigua trazada por los europeos en el Trópico y, no lejos de ella, la iglesia Nuestra Señora del Rosario (1495), una de las primeras iglesias góticas de África, así como el Convento de San Francisco, del que solo subsiste la iglesia, un poco retirada, al final de trillos que atraviesan cocales, platanales y mangales.

Rua Banana, Cidade Velha.
Rua Banana, Cidade Velha.

A orillas del mar se encuentra la plaza de la Picota en la que se encuentra un viejo pilar de piedra al que se ataban a los esclavos que huían para azotarlos. Del otro lado del puentecillo que atraviesa la quebrada seca el restaurante Praca do Mar, a orillas de la playa de guijarros, propone pescados frescos a la parrilla con carbón que traen los pescadores locales cuyas barcas de llamativos colores se ven en la playita de arenas oscuras del otro lado del pueblo.

Escolares del Liceu de Praia, Plateau.
Escolares del Liceu de Praia, Plateau.

Para explorar el resto de la isla alquilé un auto en Praia. Las carreteras de Cabo Verde son seguras y están en muy buen estado. Es usual que los habitantes del interior de la isla pidan autostop y no ofrece peligro alguno recogerlos y dejarlos durante el trayecto. Algo que me impresionó fue limpieza de las calles y establecimientos, así como la extrema amabilidad de la población. A diferencia de otras partes del mismo continente, nadie pide nada al visitante, ni lo acosa para venderle algo. El nivel de escolarización de Cabo Verde es elevadísimo, la salud pública y el transporte funcionan de maravillas y por todas partes puede verse un enjambre de niños y jóvenes uniformados camino o de regreso de sus escuelas.

Una calle del pueblo de Picos.
Una calle del pueblo de Picos.

Atravesé la isla en dirección de Tarrafal, pueblo del extremo norte de la isla con tres hermosas caletas de arenas blancas. Allí comí pescado fresco recién traído por los pescadores del Mercado do Peixe, a orillas del mar. Visité también Assomada, pueblo en el corazón de la isla, y el muy pintoresco de Picos, cerca del anterior, en donde pude ver a lo largo de su única calle sus casas coloniales con fachadas coloridas. Me bañé en la solitaria y bella playa de Sao Francisco, sin una sola construcción y ningún bañista. Visité el jardín botánico de Sao Jorge dos Orgaos y, finalmente, la comunidad de Los Rabelados, comarca de Esphino Branco.

Pescadores en Tarrafal.
Pescadores en Tarrafal.

Los Rabelados (rebeldes), son una comunidad que vivió en autarcía desde que, en 1940, el clero portugués quiso reformar hábitos y costumbres de sus homólogos insulares, que no observaban el celibato. De la rebelión contra los reformadores surgió esta comunidad cuyo modo de vida y casas de paja pude ver en el sitio donde viven desde entonces. Se dedican principalmente a la artesanía y la pintura. De hecho, el centro de artesanía Rebalart exhibe y vende las obras creadas por los rabelados y, Miriam, una joven artista de la comunidad, me sirvió de guía durante mi visita.

En la isla se suele comer churrasco de pollo y otras carnes acompañadas de papas fritas, arroz o vegetales hervidos. No solo los cocinan en la parrilla, sino que, en el caso del cerdo, lo presentan en forma de pinchos. La cachupa es el plato nacional a base de maíz, frijoles negros y carnes o pescados mezclados, y el mojo con que sirven muchos platos es uno de los mejores que he probado en mi vida. El dulce de papaya verde con queso campesino de la isla de Fogo y el pudín (en realidad flan) de queso forman parte, junto a la pastelería de influencia portuguesa (exquisitos mantecados, pasteles de nata y galleticas) de las ofertas gastronómicas en materia de postres. Los jugos de calabaceira (fruto del boabad) o de papaya, las cervezas locales, la malta y el famoso grogue (o aguardiente de caña) son las bebidas más frecuentes.

Praia fue el punto de partida para mi viaje en ferry y visita de la isla de Maio, la segunda isla caboverdiana que visité y de la que hablaré en mi próxima entrega.

William Navarrete, escritor establecido en París (Francia).