El reporte que alertó sobre los riesgosos estudios con coronavirus en un laboratorio de Wuhan mucho antes de la pandemia
Hasta ahora no hay evidencia conclusiva sobre el origen del nuevo coronavirus, responsable de la presente y letal pandemia de COVID-19. Se afirma con fundamento que fue inicialmente identificado en China y que, al tratarse de un virus de origen zoonótico, habría posiblemente saltado de los murciélagos a los pangolines y de estos a los humanos.
Reportes en las primeras etapas tras identificarse los primeros contagios en China, a finales de 2019 y principios de 2020, identificaron un brote en un mercado de animales de Wuhan.
Pero existen otras versiones, compatibles o disímbolas, plausibles o descabelladas, basadas en datos o en teorías conspirativas, que tratan de explicar dónde, cómo y por qué, en su caso, surgió y se esparció el virus.
Un elemento en esa discusión son los reportes, de acuerdo a Josh Rogin, columnista del periódico The Washington Post, de funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en China que alertaron a principios de 2018 de que un laboratorio en la ciudad de Wuhan no contaba con medidas de seguridad adecuadas y realizaba “riesgosos estudios con coronavirus provenientes de murciélagos”.
Ese reporte se basó en visitas que diplomáticos estadounidenses realizaron a ese laboratorio, ubicado en la ciudad que acabó siendo el primer epicentro de la epidemia de COVID-19 y, de acuerdo al Post, dieron luego pie a discusiones dentro del gobierno de EEUU sobre si habría sido la fuente original del brote de coronavirus.
No hay, con todo, pruebas suficientes que lo demuestren. Y es posible que una cosa no haya tenido conexión con la otra, aunque ambas tuviesen que ver con coronavirus provenientes posiblemente de murciélagos.
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Lo cierto es que la preocupación en la Embajada de EEUU en China fue suficientemente elevada como para suscitar que entre enero y marzo de 2018 se enviara a científicos en misión diplomática al Instituto de Virología de Wuhan para conocer lo que allí se investigaba.
Fue una visita que habría sido concertada con las autoridades chinas y los reportes fueron enviados en cables a Washington, no considerados clasificados o secretos, aunque sí contenían información sensible. Por ejemplo, revelaron que en el laboratorio de ese instituto se trabajaba con coronavirus que pueden encontrarse en murciélagos y se alertaba de que ello tenía “un potencial de transmisión a humanos y de desatar una pandemia similar al SARS”.
También se reportó, indica Rogin, que ese laboratorio tenía una fuerte escasez de técnicos y científicos apropiadamente entrenados y “necesarios para operar de modo seguro este laboratorio de alta contención”.
Esos reportes sugieren que existía el temor de que algo podría salir mal allí si no se establecía mayor seguridad en ese laboratorio, y pidieron que EEUU diera mayor apoyo al Instituto de Virología de Wuhan, que ya colaboraba con el Laboratorio Nacional de la Universidad de Texas en Galveston.
En realidad, se comenta, científicos chinos han investigado por años virus provenientes de murciélagos, y lo han hecho con amplitud desde que se identificó que el SARS se originó en 2003 en virus que portaban esos animales.
Esos reportes señalan además que los investigadores chinos identificaron que varios coronavirus pueden interactuar con la enzima humana denominada ACE2 y de ese modo saltar a los humanos.
Ciertamente, que se investigase eso en ese laboratorio no significa que se estuviera allí fabricando una epidemia ni que de ese laboratorio haya surgido, por negligencia u otras causas, el nuevo coronavirus responsable de la epidemia de COVID-19.
En realidad, científicos en todo el mundo rastrean e investigan virus provenientes de animales y sus posibilidades y capacidades para saltar e infectar a los humanos. Se trata de una disciplina científica necesaria y que aporta valioso conocimiento.
Y ciertamente ha de realizarse en las condiciones de seguridad necesarias para prevenir problemas.
En el caso del laboratorio de Wuhan, esas investigaciones tenían como objetivo identificar posibles virus para, de ese modo, prevenir o anticipar un posible brote de ellos en humanos, como sucedió con el SARS y habría sido el caso con el COVID-19. Pero desde años atrás, relata Rogin, ese laboratorio fue criticado por tomar “riesgos innecesarios”.
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Las preocupaciones al respecto también surgieron en relación a otro laboratorio, el del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Wuhan. Y aunque no puede decirse con validez científica que en alguno de esos laboratorios (o en ningún otro del mundo) brotó el actual coronavirus, los reportes de la Embajada de Estados Unidos al respecto se añaden al caudal de dudas al respecto. Todo ello maximizado por la falta de transparencia que se le ha criticado al gobierno chino al respecto del origen de la pandemia.
Por otro lado, puede cuestionarse el hecho de que si el gobierno de Estados Unidos estaba al tanto a través de su embajada, de los riesgos inherentes al trabajo en ese laboratorio en Wuhan, aún así no haya en su momento prestado mayor asistencia a los científicos chinos.
La noción de que el coronavirus podría haber sido liberado por un accidente de laboratorio en Wuhan pende, a la luz de esos reportes, en el aire. No hay pruebas que lo avalen y los científicos de ese laboratorio lo han negado, pero tampoco se sabe mucho de su posible aparición y salto a los humanos de modo natural. No es claro tampoco si en realidad en el mercado de animales de Wuhan se dio el brote inicial.
Hay un universo de teorías, con base o meramente conspirativas al respecto, pero científicos han señalado la improbabilidad de que el nuevo coronavirus haya sido creado en un laboratorio y luego liberado. Estudios de la naturaleza de ese microorganismo, de acuerdo a LiveScience, no coinciden con la posibilidad de que haya sido de manufactura humana.
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Pero ciertamente un virus podría, aunque su origen sea natural, escapar de un laboratorio si las condiciones de seguridad allí no fuesen suficientes o se registrase un accidente o incidente. Esa es una inquietud que existe en el caso de todos los centros de investigación que guardan cepas de agentes patógenos. No hay elementos que prueben hasta el momento que eso haya sucedido en los laboratorios de Wuhan.
El propio jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, el general Mark Milley, dijo que la información sobre si el coronavirus se originó en ese laboratorio chino “no es concluyente, aunque el peso de la evidencia parece indicar [un origen] natural. Pero no lo sabemos de manera cierta”, informó Politico.
Otros altos mandos militares han, en cambio, descartado de modo tajante que el coronavirus se haya originado en experimentos relacionados con armas biológicas, añadió Politico.
Sea como sea, la opacidad que en China existe sobre el tema del origen del nuevo coronavirus impide conocer más al respecto y crea suspicacias, aunque esa información es clave para entender cómo brotó en animales y se transmitió luego a los humanos. Saber más de ello es clave para identificar, prevenir y contener, en su caso, nuevos casos de virus que puedan desatar pandemias como el SARS y el COVID-19.