El caballero de Saint-George, el virtuoso músico negro de la corte de María Antonieta
¿Se había fijado en que en la película María Antonieta (2006) de Sofia Coppola aparece un misterioso mulato enseñando música a la reina? ¿Se ha preguntado alguna vez quién es?
El biopic Chevalier, de próximo estreno, se inspira en su historia.
Se trata de Joseph Boulogne de Saint-George (1745-1799), conocido como el caballero de Saint-George. Fue un músico mulato, nacido del amor entre un rico terrateniente y su esclava de origen senegalés, que tuvo que enfrentarse al racismo de la sociedad francesa de su época.
Destacó como compositor, violinista y director de orquesta. Llegó a ser el mejor espadachín de su tiempo y el primer coronel negro del ejército francés. Sin embargo, tras su muerte en 1799, cayó en el olvido, donde permaneció durante casi dos siglos.
Los orígenes de Joseph
Saint-George nació el 25 de diciembre de 1745 en la isla de Guadalupe, una colonia francesa del Caribe. Su padre se preocupó de que recibiera la mejor educación en todas las disciplinas prescritas para la aristocracia, como la danza, la esgrima y la música.
Sin embargo, no pudo evitar que notara que no era como los demás. Una anécdota recogida por Odet Denys así lo ilustra:
“Un día Joseph trató de impedir que un hacendado azotara a un esclavo africano y él mismo acabó recibiendo un latigazo. Regresó con lágrimas en los ojos a los brazos de su madre, quien le recordó que siempre sería hijo de una esclava: ‘Desde ahora, hijo mío, sabrás que, aunque eres hijo de un blanco, también lo eres de una mujer negra. Debes saber de dónde vengo yo y de dónde vienes tú’”.
Cuando tenía diez años, la familia se trasladó a París, donde Joseph llamó la atención del propietario de la escuela de esgrima La Boëssière. Entró a estudiar allí a los trece años y pronto fue reconocido como un espadachín insuperable.
Compaginaba su entrenamiento a la espada con la práctica del violín gracias a las enseñanzas de Jean-Marie Leclair (1697-1764), el más brillante violinista de la escuela francesa, y se introdujo en el arte de la composición de la mano de François-Joseph Gossec (1734-1829), quien le dedicaría sus seis tríos (Opus 9).
Un esgrimista sin parangón…
Sus hazañas con la espada hacían que a menudo fuera comparado con Giuseppe Tartini (1692-1770), virtuoso del violín de origen italiano que también había sido en su día un formidable espadachín. Pero Joseph fue más allá. Entre sus numerosos logros, se cuenta la victoria que cosechó en 1761, con solo dieciséis años, ante el famoso maestro de esgrima Alexandre Picard.
Pronto fue nombrado Gendarme de la Guardia del Rey y Caballero (“Chevalier”).
Cuando estalló la Revolución Francesa en 1789, se alistó para apoyar a los revolucionarios en la Guardia Nacional de la ciudad de Lille, donde residía en aquel momento. Para él era importante luchar contra la esclavitud en las colonias francesas. Más adelante se formó un cuerpo de tropas de 1 000 hombres de origen africano, y se nombró a Saint-George coronel responsable de reclutar, oficializar y equipar el cuerpo. Saint-George se convirtió así en el primer coronel negro del ejército francés.
… y un músico virtuoso
En 1769, cuando el ya mencionado Gossec fundó el Concert des Amateurs, no dudó en nombrar a Saint-George primer violín y, tiempo después, director de la orquesta.
De su mano la institución se convirtió en “la mejor orquesta sinfónica de París y quizás de Europa”, según la calificaba en 1775 el Almanaque musical. También dirigió otras formaciones, como la orquesta de Madame de Montesson, el Concert de la Loge Olympique o el Cercle de l'harmonie, situado nada menos que en el Palacio Real de París.
Curiosamente, Saint-George fue el encargado de negociar el contrato con Joseph Haydn (1732-1809) para sus seis Sinfonías de París (1785-1786), que se estrenaron en la capital con él a la batuta.
No obstante, si algo resulta llamativo en la historia de Saint-George es su relación con la reina María Antonieta (1755-1793).
En 1774, cuando la joven monarca tenía 19 años, le nombró su maestro de música y, un par de años más tarde, fue la propia María Antonieta quien le propuso como director de la Ópera de París. Justificaba su sorprendente decisión en las destrezas musicales de Saint-George y en su éxito al haber convertido al Concert des Amateurs en la envidia de las cortes europeas. Como cabría esperar, fue todo un escándalo.
Tres divas del momento (las sopranos Sophie Arnould y Rosalie Levasseur y la bailarina Marie-Madeleine Guimard) dirigieron una petición a María Antonieta en la que afirmaban que “su honor y la delicadeza de su conciencia no les permitirían jamás someterse a las órdenes de un mulato”.
Saint-George finalmente renunció al cargo para no perjudicar la imagen de la monarca.
Su obra musical
Según Alain Guédé, autor de una de las biografías más importantes de Saint-George, el músico mulato dejó escritas 215 obras, de las cuales, lamentablemente, solo conocemos algunas. La mayoría de sus composiciones instrumentales, publicadas entre 1771 y 1789, fueron escritas siendo joven. No obstante, su calidad es indudable. Su producción estuvo sobre todo dominada por el concierto para violín y la sinfonía concertante, aunque también es protagonista el cuarteto de cuerda.
Compuso seis óperas. Todas ellas se conservan parcialmente con la excepción de L'amant anonyme, cuya partitura íntegra custodia la Biblioteca Nacional de Francia. La ópera está basada en un texto de Stéphanie Félicité de Genlis (1746-1830), conocida como Madame de Genlis, autora de éxito y amiga de Saint-George.
El regreso de Saint-George
A Saint-George se le podrían atribuir dos fechas de defunción: su fallecimiento en 1799, a los 53 años, y 1802, cuando Napoleón Bonaparte restableció la esclavitud y las orquestas dejaron de interpretar su música.
Hubo que esperar al siglo XX para que surgiera un interés por redescubrir figuras que el canon musical había dejado atrás, entre las que se encontraba Saint-George. Fue entonces cuando se le aplicó el apodo del “Mozart negro”, problemático si tenemos en cuenta que sitúa a Mozart como el original y a Saint-George como su copia, perpetuando así la visión eurocéntrica que ha caracterizado a la música clásica.
Por suerte, Saint-George es cada vez más conocido por méritos propios y poco a poco va logrando recuperar el lugar que siempre mereció en la historia de la música.