En busca de visibilidad, la comisión que investiga los abusos sexuales a menores creada por el papa tiene una nueva sede

El exterior del Palazzo Maffei Marescotti, a la derecha, en Roma, Italia, el 28 de marzo de 2023. (Stephanie Gengotti/The New York Times)
El exterior del Palazzo Maffei Marescotti, a la derecha, en Roma, Italia, el 28 de marzo de 2023. (Stephanie Gengotti/The New York Times)

ROMA — Al papa Francisco le gustó el plano.

“Tienen un buen espacio”, dijo el papa, trazando un cuadrado con las manos, durante una audiencia privada el mes pasado al reverendo Andrew Small, que dirige la comisión del papa para combatir los abusos sexuales. “¿Ya se mudaron?”.

Desde que Francisco creó la Comisión Pontificia para la Protección de Menores en 2014, el personal se había apretujado en una antigua residencia del Vaticano cerca del apartamento del papa. Si bien la ubicación al principio sugería una proximidad al poder, la comisión ha visto en la última década cómo su influencia se ha erosionado debido a los intereses arraigados del Vaticano y las deserciones. Small dijo que su personal se veía obligado a tomar prestadas oficinas en la Santa Sede “como beduinos” cuando los obispos venían a reunirse con ellos. Comentó que era difícil para los sobrevivientes de abusos encontrar su rincón tan escondido.

Así que en años recientes, la comisión buscó un cambio, aunque fuera un cambio de dirección, para reafirmar lo importante que es para la Iglesia proteger a los niños. La búsqueda de un lugar terminó el mes pasado, cuando la comisión se hizo del control de oficinas sin pago de renta en un majestuoso palacio del siglo XVI controlado por la iglesia en pleno centro de Roma.

La comisión afirma que las nuevas oficinas, de las que hasta ahora no se había informado, en el Palazzo Maffei Marescotti, que se encuentra a unos pasos del Panteón, suponen un compromiso concreto con las víctimas y una clara respuesta a las fuerzas vaticanas que, en su opinión, preferirían que la cuestión de los abusos sexuales permaneciera oculta o alejada.

Small definió el traslado no como un exilio, sino como una expansión hacia una sede mundial en Roma que pueda servir de monumento a “la masacre silenciosa de la infancia de las personas” y dejar claro a los sobrevivientes que “tienen derecho a estar en un lugar hermoso”.

El reverendo Andrew Small, a la izquierda, con miembros e invitados de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, visitan el Palazzo Maffei Marsecotti en Roma, Italia, donde también se ubican las nuevas oficinas de la comisión, el 28 de marzo de 2023. (Stephanie Gengotti/The New York Times)
El reverendo Andrew Small, a la izquierda, con miembros e invitados de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, visitan el Palazzo Maffei Marsecotti en Roma, Italia, donde también se ubican las nuevas oficinas de la comisión, el 28 de marzo de 2023. (Stephanie Gengotti/The New York Times)

“Es muy significativo”, dijo en una entrevista el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la comisión.

A pesar de ser “estupendo” haber estado en unas oficinas a tiro de piedra del papa, dijo, “nos hemos dado cuenta de que no es tan accesible como nos gustaría”. Comentó que los sobrevivientes de abusos sexuales por parte de clérigos a menudo se sienten incómodos al entrar en una iglesia católica: “Tener que entrar en el Vaticano y pasar por la Guardia Suiza y los gendarmes y todo lo demás puede ser bastante intimidante”.

La ubicación dista de ser el único problema de la comisión. Durante décadas, la Iglesia ha estado polarizada en torno a la responsabilidad de su jerarquía a la hora de encubrir abusos, a la voz que debe darse a las víctimas dentro de una institución hermética y a la conveniencia de adoptar un enfoque más gradual o intransigente de la reforma.

Francisco anunció la creación de la comisión en 2013, en medio de preocupaciones de que no tomaba en serio el tema, pero su función solo era de consultoría. Los comisionados, entre los que había algunos sobrevivientes, acabaron renunciando en señal de protesta, acusaron al Vaticano de obstruccionismo.

Con o sin oficinas nuevas, la inestabilidad no ha terminado. El mes pasado, el reverendo Hans Zollner, jesuita alemán, quien tal vez sea el mayor experto de la Iglesia Católica en la lucha contra los abusos y el miembro más destacado de la comisión, también renunció.

Cuestionó la independencia de la comisión y la censuró por no brindar “responsabilidad, cumplimiento, rendición de cuentas y transparencia”.

“El padre Hans no estuvo muy presente con nosotros el año pasado, así que me sorprendí mucho”, dijo O’Malley sobre la declaración de Zollner, y añadió: “No entiendo cuáles son sus motivaciones para irse, pero trataremos de entender y abordar sus preocupaciones”.

Cuando se le preguntó al cardenal si pensaba que Zollner, de quien algunos de los miembros de la comisión sospechaban que trababa de crear un centro de protección de menores rival en una universidad pontificia romana, intentaba sabotear la comisión, señaló: “En este momento, no sé lo que piensa” (Zollner no respondió a una solicitud de comentarios).

O’Malley prefirió hablar sobre la apertura de las nuevas oficinas de salvaguardia en Sudamérica y de las nuevas medidas de rendición de cuentas que Francisco consagró en la legislación eclesiástica el mes pasado.

El cardenal manifestó que el papa había aprobado de manera explícita la visibilidad que proporcionaba la nueva sede de la comisión en el corazón de Roma, lo que, según O’Malley, debería ayudar a “disipar los temores de que estamos siendo exiliados del Vaticano”.

Pero encontrar ese espacio no fue tarea fácil.

Small, veterano del Capitolio, ya que fue asesor de política exterior de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, dijo que para encontrar el lugar adecuado recurrió a las lecciones que aprendió en Washington sobre “alinear intereses” y respondió a los portazos con un decidido: “Bueno, ya veremos”.

Muchas veces se topó con una actitud de rechazo, en la que los propietarios de las iglesias veían a la comisión “como una clínica de metadona”.

“Nadie la quiere en su patio trasero”, comentó.

En 2021, Small se encontró con el Palazzo Maffei Marescotti, una propiedad de la Santa Sede afuera del Vaticano que alberga oficinas de caridad, una oficina de correos y la oficina de peregrinaje de la Iglesia. El exdirector de esa oficina, monseñor Liberio Andreatta, quien está a cargo del edificio, vive en el palacio y es una figura con buenos contactos y conocida en los círculos clericales y políticos romanos por su amplia cartera inmobiliaria.

O’Malley escribió una carta en la que le preguntaba sobre la propiedad u otras ubicaciones adecuadas al secretario de Estado del Vaticano y también recurrió al Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, la oficina que se encarga de la gestión de los inmuebles de la Iglesia, que en esencia respondió con un cartel de “no hay vacantes”.

El equivalente de la alcaldía para la Ciudad del Vaticano también dijo a la comisión que se olvidara de los planes de expansión en las oficinas que tenía en el Vaticano, comentó Small, y les informó que también podrían ser desalojados para dejar espacio a los cardenales que necesitaran alojamiento en caso de que se celebrara un cónclave para elegir al próximo papa (el Vaticano declinó hacer comentarios).

Al final, Small dijo que su insistencia y la carta de O’Malley hicieron que Andreatta aceptara mostrarles unas pequeñas habitaciones en la azotea del palacio que Small describió como “llenas de palomas”.

En noviembre pasado, O’Malley visitó el palacio y le mostraron una serie de habitaciones ruinosas y con techos altos, disponibles si la comisión pagaba la factura de su restauración. Mientras la comisión estudiaba la posibilidad de realizar una campaña de recaudación de fondos, una reorganización de la oficina del vicario de Roma llevó al obispo Baldassare Reina, un siciliano simpatizante, a ocupar el cargo de vicerregente. Según Small, ejerció más presión sobre Andreatta y consiguió que el papa aprobara las nuevas oficinas en unas salas menos grandiosas pero más utilizables, situadas al otro lado del pasillo.

“Trabajamos con discreción”, escribió Andreatta en un comunicado, agregó que las visitas al lugar sirvieron “para definir mejor las necesidades y la disponibilidad” de la comisión y que “todo lo demás es una reconstrucción fantasiosa”.

Una tarde reciente, algunos miembros del personal entraron a las oficinas por primera vez. Small pidió con cautela al conserje del edificio que le enseñara los espacios comunes del palacio en el segundo piso.

“Por supuesto”, dijo. “Esta es su casa”.

En el nuevo espacio, el personal de la comisión disfrutó de la orientación hacia el sur e imaginó un entorno acogedor para las víctimas, con reuniones en la terraza del otro lado del patio. Small soñaba a lo grande.

“No me sorprendería que esto nos quedara chico en poco tiempo”, dijo. “Y que este se convirtiera en el palacio de los sobrevivientes”.

c.2023 The New York Times Company