De Burdeos a París, un viaje por los tesoros de Francia

Recorrer Francia es adentrarse en una aventura llena de historia, cultura y paisajes deslumbrantes. Mi viaje comenzó en Burdeos, una ciudad conocida por su exquisito vino, su elegancia y encanto histórico. Exploré su casco antiguo, rodeado de edificios de estilo neoclásico, a orillas del río Garona. La Place de la Bourse, la Puerta del Reloj, las estrechas calles empedradas, cafés acogedores y la Catedral de San Andrés, con su imponente fachada gótica y vitrales magníficos.

La torre de la Ciudad del Vino de Burdeos, es otro lugar imprescindible de ver para los amantes del vino que desean sumergirse en la cultura vinícola. Inaugurado en 2016, es un homenaje a la tradición y la historia vitivinícola de Burdeos.

Viñedos en Saint Emilion.
Viñedos en Saint Emilion.

Muy cerca está la hermosa Saint-Émilion, un lugar mágico ubicado en la campiña de Burdeos, conocido por sus exquisitos viñedos y vinos de alta calidad. Los vinos tintos son elaborados con las variedades de uva Merlot y Cabernet Franc. Recorrer las calles de Saint Emilion permite descubrir su patrimonio medieval y la deliciosa gastronomía local. Uno de los monumentos sobresalientes es la iglesia monolítica más grande de Europa con un diseño gótico, que intriga por lo extraño. Las bodegas de Saint-Émilion son verdaderas joyas enológicas, cada una con su historia y encanto distintivo. La visita a las bodegas de Saint-Émilion fue un viaje al corazón de la cultura vitivinícola francesa. Nuestro recorrido nos llevó a la zona de Medoc, y por supuesto parada obligatoria en los Châteaux Smith Haut Lafite, Margaux, Ausone y Soutard. La bodega Barton & Guestier, una de las más antiguas, fundada en 1725, tiene su sede en el histórico Château Magnol, donde funciona su academia de vinos y comidas. Es una escuela para aprender a conocer los vinos, las variedades y propiedades de las uvas, las mezclas, el proceso de vinificación, el maridaje con los quesos, las carnes, los chocolates y los mariscos.

Ciudad Museo del Vino, en Burdeos.
Ciudad Museo del Vino, en Burdeos.

LA ROCHELLE

Continué mi viaje hacia la costa atlántica y llegué a La Rochelle, una ciudad portuaria llena de encanto. Cautiva su rica historia marítima y su animado ambiente. Sus pintorescas calles adoquinadas, las famosas tres torres medievales y la atmósfera del puerto antiguo. “Si no hubiéramos tenido las masacres de las guerras de católicos y protestantes y con Inglaterra, seríamos un puerto con más importancia que Burdeos “, comentó una señora nativa de La Rochelle, que vende souvenirs en la tienda de la muralla.

La gran Torre del Reloj de La Rochelle.
La gran Torre del Reloj de La Rochelle.

Desde La Rochelle, cruzamos un puente para llegar a la hermosa Île de Ré, un paraíso insular que parecía sacado de una postal, al igual que su capital Saint-Martin-de-Ré, con un puerto y ventas de ostras. A 100 kilómetros entramos a Cognac, lugar donde nació la “bebida divina y el rey Francisco I”. El castillo construido para protegerse de los ataques de vikingos y los ingleses data del siglo X. Al anochecer, caía lluvia y preferimos quedarnos a dormir en el Majestic, un hotel clásico de Châtelaillon-Plage.

Chateau Magnol de Barton & Guestier, en Burdeos Médoc.
Chateau Magnol de Barton & Guestier, en Burdeos Médoc.

BRETAÑA

Continuando mi viaje hacia el norte, llegamos a Nantes, en la Alta Bretaña, a orillas del río Loira en el oeste de Francia. Ciudad con una larga historia como puerto y centro industrial. A primera vista sorprende el remodelado castillo medieval de los Duques de Bretaña y sus murallas fortificadas. Cerca del río Loira, visité el museo de Julio Verne, nacido aquí y uno de los grandes escritores de ciencia ficción.

Calle Jerzual de la ciudad medieval de Dinan, Bretaña.
Calle Jerzual de la ciudad medieval de Dinan, Bretaña.

Desde Nantes, me dirigí hacia Saint-Malo, una ciudad rodeada por murallas fortificadas y famosa porque en la Edad Media, aquí se establecieron muchos corsarios y exploradores. Este hermoso puerto en el Canal de la Mancha fue el principal puerto del reino francés durante tres siglos. El plato para comer son los mejillones con papas fritas acompañados de un vaso de sidra bretona. Al frente, separado por el río La Rance, está Dinard, balneario de ingleses acaudalados, y más abajo a 20 kilómetros, encontramos Dinan, villa medieval, y uno de los pueblos más bonitos de Francia.

Mont Saint Michel, Normandia.
Mont Saint Michel, Normandia.

Junto a la frontera entre Bretaña y Normandía se divisa, a 50 kilómetros el segundo lugar más visitado de Francia, el icónico Mont Saint-Michel, sensacional montículo, en la costa de Normandía, coronado por una magnífica abadía benedictina. Mientras subíamos por esas calles, me admiré de esa maravillosa obra de arte y belleza en un pico rocoso. En el pueblo viven 36 personas, incluidos una docena de hermanos y hermanas de la fraternidad de Jerusalén.

Casas con entramado de madera, en Rennes.
Casas con entramado de madera, en Rennes.

Mi siguiente parada fue Rennes, la vibrante capital de la región de Bretaña, que combina historia y modernidad. Son fotogénicos su casco antiguo, con sus casas de entramado de madera y la majestuosa Catedral de San Pedro.

NORMANDIA

El siguiente capítulo del viaje me llevó a la región de Normandía, un lugar cargado de historia y emociones. Visité las famosas playas del desembarco del Día D, como Omaha Beach y Utah Beach, donde la Segunda Guerra Mundial dejó su huella indeleble. Recorrer los museos y monumentos conmemorativos, como el Cementerio Estadounidense de Normandía, fue una experiencia conmovedora y un recordatorio de los sacrificios realizados por tantos.

Cementerio americano de Normandia.
Cementerio americano de Normandia.

Rouen, fue nuestro siguiente destino. El suceso más famoso de la ciudad es la muerte en una hoguera de la plaza del Mercado Viejo de la ciudad de Juana de Arco, la heroína campesina francesa, líder de las tropas contra los ingleses. Conocida como capital del impresionismo y “la ciudad de los 100 campanarios”, por el gran número de iglesias que tiene. Maripaz, mi esposa, en el GPS y yo en el timón, seguimos el recorrido y el viejo puerto de Honfleur, en la región de Calvados, fue escala acertada. En el año 1820 un grupo de poetas, músicos, escritores y pintores famosos, convirtieron el arrabal en centro turístico.

Murallas medievales del Castillo de los Duques de Bretaña.
Murallas medievales del Castillo de los Duques de Bretaña.

Sobreviven un castillo de madera donde residió el rey Luis XIV, la iglesia de Santa Catalina, y su reloj del siglo XV y la iglesia de madera más grande de Francia. En el mercado exhiben para la venta, mariscos y pescados. En las costas de Normandía, es posible conseguir en los “bistró”, una docena de ostras “imperiales” sazonadas con vinagre y cebollín picado, por 30 euros. La penúltima parada fue en la Casa Museo de Julio Verne en Amiens.

Río La Rance en Dinan, Bretaña.
Río La Rance en Dinan, Bretaña.

En esta casa vivió durante los últimos años de su vida y donde escribió muchas de sus obras maestras. Recorrí las diferentes habitaciones, admirando los objetos personales, los muebles de época y las decoraciones auténticas que crearon una atmósfera única. Finalmente, mi viaje de dos semanas y más de mil kilómetros, culminó en París. Paseé por los Campos Elíseos, me maravillé con la majestuosidad de la Torre Eiffel y exploré los tesoros artísticos del Louvre. París, con su romance y su elegancia atemporal, fue el broche de oro perfecto para este viaje inolvidable. Francia es un país que combina a la perfección historia, cultura, belleza natural y una gastronomía exquisita. Mi viaje fue por la aerolínea Air Europa, que tiene vuelos diarios saliendo de Miami y Nueva York a Madrid con conexiones a 40 ciudades. Business Class Air Europa, una forma exclusiva de volar con máxima privacidad y comodidad. www.aireuropa.com

Puerto viejo de Honfleur, región de Normandía.
Puerto viejo de Honfleur, región de Normandía.

Enrique Córdoba es periodista y escritor de Miami. enriquecordobar@gmail.com