BREAKINGVIEWS: Los objetivos verdes de China podrían traer un círculo virtuoso

FOTO DE ARCHIVO: El presidente de China, Xi Jinping, en el Palacio Presidencial, en Naypyitaw, Myanmar

Por George Hay

LONDRES, 29 sep (Reuters Breakingviews) - Xi Jinping se ha planteado a sí mismo un problema propio de un examen. Tras haberse comprometido a dejar en un nivel neutro las emisiones de dióxido de carbono de China antes de 2060, el presidente del país debe encontrar una forma radicalmente distinta de impulsar una economía que produce 14 billones de dólares al año y que actualmente depende en gran medida de los combustibles fósiles con alto contenido de CO2. Una posible solución podría ayudar no sólo a la República Popular China, sino también a otros países que luchan con el mismo problema.

La descarbonización mundial necesita el respaldo de China. Para tener una buena oportunidad de limitar el calentamiento global a menos de 1,5 grados centígrados, el planeta no puede permitirse emitir más de 350 gigatoneladas de dióxido de carbono. Alrededor de 33 gigatoneladas entran en la atmósfera anualmente. China representa el 28% de esa cifra, lo que la convierte en el mayor emisor con diferencia.

Hay muchas razones para ser escéptico sobre la promesa de Xi. El objetivo de China para alcanzar el nivel de cero en términos netos, donde las emisiones de dióxido de carbono se reducen a nada o se contrarrestan, se sitúa una década más tarde que el de la Unión Europea. Xi todavía tiene que precisar lo que quiere decir con el término. Y a pesar de las alentadoras conversaciones sobre una "revolución verde", su iniciativa puede deberse en parte a un intento de poner en evidencia a Estados Unidos, que no tienen un plazo para alcanzar el "cero neto".

Aun así, supongamos por un momento que los dirigentes de China van en serio. La República Popular utiliza actualmente 88 exajulios de energía al año. Esto supone una quinta parte del consumo total del planeta y equivale a 2.100 millones de toneladas de petróleo. Para empeorar las cosas, los combustibles fósiles constituyen dos tercios de ese total. El petróleo es la energía que mueve la mayor parte de los 360 millones de vehículos de China, el gas y el carbón calientan sus hogares, y el carbón alimenta dos tercios de la generación de electricidad doméstica. Solo una cuarta parte de la energía que China usa se convierte en electricidad.

La mejor apuesta de Xi es aumentar la producción de electricidad. Las turbinas eólicas y los paneles solares pueden hacerlo sin producir dióxido de carbono. Pero otro beneficio importante del uso de la electricidad es que puede realizar las mismas tareas con menos energía. La noruega Equinor dice que los motores eléctricos son de tres a cuatro veces más eficientes que los motores de combustión interna. Las bombas de calor que utilizan los motores eléctricos para aprovechar la energía térmica del suelo y calentar las casas son de tres a cuatro veces más eficientes que las calderas de gas. Y las bombillas LED usan la mitad de la energía de una lámpara de queroseno.

La Comisión de Transición Energética (ETC por sus siglas en inglés), un grupo de expertos presidido por Adair Turner, que dirigió la Autoridad de Servicios Financieros de Reino Unido, ha hecho cálculos sobre cómo lograr la transformación deseada. Además de las mayores eficiencias que ofrece la electrificación, las medidas de aumento de la productividad, incluyendo un importante programa para aislar mejor los edificios, podrían significar que China podría necesitar sólo 64 exajulios para alimentar su economía para 2050, aproximadamente una cuarta parte menos de lo que utiliza hoy en día. En este escenario, la generación de electricidad china pasaría de 24 exajulios —una cuarta parte del actual suministro mundial de electricidad— a 54 exajulios, siendo la eólica y la solar la mayor parte.

Dado que Pekín todavía está construyendo nuevas centrales eléctricas de carbón, un cambio tan drástico significaría una gran factura. La ETC estima que un programa completo de descarbonización para 2050 —10 años antes del calendario de Xi— podría costar el equivalente al 1% del producto interior bruto chino por año. Si la economía china crece un 5% al año durante ese período, esa cifra supondría sumar hasta 10 billones de dólares, o 330.000 millones de dólares al año.

La instalación masiva de paneles y aerogeneradores es en realidad la parte fácil. La nueva capacidad de generación eólica y solar ya es más rentable que los combustibles fósiles. Pero como el viento y el sol no siempre son fiables, la electricidad sobrante tendría que ser almacenada. Eso requiere baterías a gran escala.

Entretanto, las tareas industriales pesadas como la fabricación de cemento y acero son casi imposibles de electrificar. Las empresas que trabajan en formas de eliminar el carbono de estos procesos requieren grandes subsidios. Lo mismo ocurre con el uso de energía renovable para electrolizar el agua, y luego quemar el hidrógeno producido como un combustible de cero emisiones de CO2 al fabricar acero.

El análisis de la ETC también puede ser demasiado optimista. La Agencia Internacional de Energía, por ejemplo, estima que el uso de energía en China todavía será de 83 exajulios para 2040, incluso en un escenario en el que el mundo se toma el cambio climático relativamente en serio. Si el mundo sigue como antes, el uso doméstico anual de China llegaría a 120 exajulios.

Dicho esto, incluso 10 billones de dólares son manejables para una economía como la de China, donde el ahorro y la inversión todavía equivalen al 40% del PIB. Y si Xi se toma en serio la erradicación de las emisiones de carbono, todo el peso de la economía dirigida por el Estado de China podría centrarse en retos como la reducción del coste de la producción de hidrógeno. Si este proceso se vuelve más barato, los beneficios también se extenderán a otros países del mundo que luchan con un problema similar. El mismo esfuerzo podría reducir el coste de almacenamiento de energía. En dicho escenario, el plazo para la descarbonización de Xi podría ser el comienzo de un círculo virtuoso.

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El autor es columnista de Reuters Breakingviews. Las opiniones vertidas en esta columna son responsabilidad exclusiva de su autor

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(editado por Peter Thal Larsen y Karen Kwok; traducido por Tomás Cobos)