Cómo Bolivia pasó de exportar hidrocarburos a importarlos (y qué dice eso del momento que vive su economía)
Algo importante ha cambiado en la economía de Bolivia.
Después de años en los que los que los ingresos de las exportaciones de gas cimentaron el crecimiento sostenido y la reducción de la pobreza durante la presidencia de Evo Morales (2006-2019), el país empezó a importar más combustibles de los que exporta.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, Bolivia se convirtió en abril de 2022 en un importador neto de energía, al empezar a adquirir del exterior más combustible que el que vende a otros países, rompiendo la tendencia que marcó la era de Morales, que nacionalizó los recursos naturales del país para financiar con su venta sus programas sociales.
Pero muchos economistas ven la nueva situación y el déficit comercial energético en el que ahora vive Bolivia como un punto de inflexión para la economía del país.
Sostienen que uno de los pilares esenciales en los que se basó el modelo que permitió la política económica iniciada por Evo Morales está ahora en cuestión.
Armin Dorgathen, presidente de la compañía energética estatal, YPFB, atribuyó lo ocurrido al impacto de la guerra de Ucrania. "Evidentemente, la importación de combustibles subió por el precio y por el tema de la guerra", dijo.
Tambien señaló que se podrá revertir la situación con nuevos proyectos de exploración en curso y con la importación de crudo para refinarlo en Bolivia, lo que permitirá gastar menos en la compra de gasolina y diésel. Aunque los analistas consultados son escépticos.
Qué está pasando
Bolivia vive desde hace ya algunos meses importando más gasolina y diésel que el gas que exporta, lo que lo ha instalado en un déficit comercial energético estimado por la consultora Gas Energy Latin America en US$1.100 millones a noviembre del año pasado. La cifra contrasta con el superávit de entre US$2.000 y US$4.000 millones de hace diez años.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, Bolivia importó en 2022 combustibles y lubricantes por valor de US$4.066 millones, mientras que sus exportaciones en este mismo rubro se quedaron en US$3.088 millones.
Los datos reflejan el encarecimiento de los combustibles provocado por la guerra de Ucrania, pero también el descenso en la producción de gas de los últimos años, que cayó a los 15,4 millones de metros cúbicos diarios después de haber superado los 22 millones en 2015.
Álvaro Ríos, ex ministro de Hidrocarburos de Bolivia, le dijo a BBC Mundo que "el negocio del gas requiere que se invierta en exploración para tener campos alternativos disponibles cuando se agoten los que ya están en explotación, y en Bolivia casi no se ha invertido en explotación, así que los campos se han ido agotando".
El economista Jaime Dunn recuerda que los proyectos de exploración de YPFB "llevan tiempo sobre la mesa y a menudo se quedan en el papel"
El ministro de Economía, Marcelo Montenegro, reveló el pasado enero que el expresidente Morales fue demasiado optimista sobre la disponibilidad de gas en el país y se dejó engañar por alguno de sus altos cargos.
"Le dijeron 'estás en un mar de gas' y era mentira, y hoy, obviamente, estamos pagando los platos rotos de no haber explorado en esos años", dijo Montenegro, ministro del gobierno del actual presidente, Luis Arce, con el que Morales mantiene una creciente rivalidad por el liderazgo del socialismo oficialista.
Explorar y encontrar nuevos campos de gas requiere tiempo y grandes inversiones, y Bolivia no ha sido en los últimos años un destino atractivo para las compañías energéticas internacionales.
Lian Lin, analista para Bolivia de la Unidad de Inteligencia de The Economist, le dijo a BBC Mundo que "no es fácil atraer inversores privados a Bolivia, porque hay mucha burocracia y por los temores a otra nacionalización como la de 2006".
Ríos señala que en Bolivia los impuestos para las empresas extranjeras que pretendan explotar los recursos naturales resultan "confiscatorios", lo que desanima la inversión, y se impusieron pensando solo en obtener el máximo beneficio inmediato, pero no en mantener la producción futura.
Qué consecuencias tiene
La caída de la producción de gas hace que Bolivia se esté beneficiando mucho menos de lo que debería del contexto internacional de alto precio de las materias primas energéticas provocado por la guerra de Ucrania.
Lian Lin explica que "el boom del gas natural permitió reducir la pobreza durante los años de Evo Morales, pero Bolivia no ha reformado sus políticas y ahora parecen insostenibles".
Con menos exportaciones, entran menos divisas en el país y las reservas internacionales con las que cuenta se han reducido notablemente, hasta el punto de que el Banco Central anunció la semana pasada que vendería dólares directamente a los particulares en medio de denuncias de que la divisa empezaba a escasear en sucursales bancarias y casas de cambio.
El gas boliviano ve peligrar también sus principales mercados. Brasil y Argentina, los mayores clientes, han intensificado su búsqueda de alternativas y su producción doméstica, con iniciativas como la explotación a gran escala de los grandes depósitos de gas y crudo de Vaca Muerta, en la Patagonia argentina.
Bolivia mantiene además una generosa ayuda a los combustibles y otros subsidios estatales, y la merma sostenida de los ingresos de las exportaciones ha erosionado el balance de sus cuentas públicas.
Juan Antonio Morales, ex presidente del Banco Central de Bolivia, le dijo a BBC Mundo que: "El gran problema de fondo es el déficit fiscal", ya que el Estado ha visto caer sus ingresos, pero no ha reducido sus gastos, lo que explica que haya consumido gran parte de sus reservas internacionales.
Las reservas internacionales, que en 2014 rondaban los US$15.500 millones, están ahora en un mínimo histórico cercano a los US$3.500 millones.
Juan Antonio Morales solo ve un camino de salida para Bolivia y advierte de que puede ser doloroso: "La solución está en una correción fiscal mayúscula".
Pero el gobierno insiste en la sostenibilidad del modelo actual y en la fortaleza mostrada por la economía boliviana en los últimos años.
Los próximos meses dirán quién acierta en su diagnóstico.
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