Un boicot a los aguacates mexicanos no afectará a los cárteles

LOS GRUPOS DEL CRIMEN ORGANIZADO EXTORSIONAN A LOS AGRICULTORES EN MÉXICO, PERO CASTIGAR ECONÓMICAMENTE A LA INDUSTRIA DEL “ORO VERDE” NO VA A AYUDAR EN LA LUCHA CONTRA EL NARCOTRÁFICO.

CIUDAD DE MÉXICO — La popularidad del guacamole ha generado negocios sustanciosos en la frontera sur de Estados Unidos. Según algunos cálculos, el consumo estadounidense de aguacate en el Super Bowl de 2018 fue de más de 45 millones de kilogramos y, el año pasado, se importó de México la cantidad récord de casi 953 millones de kilogramos del suculento fruto verde.

El éxito del aguacate es un ejemplo de cómo sigue creciendo el comercio a través del río Bravo, pese a las quejas del presidente estadounidense, Donald Trump, acerca del déficit. Cuando resultó electo en 2016, las importaciones totales de mercancía mexicana tuvieron un valor de 293.000 millones de dólares; el año pasado, se dispararon a 358.000 millones de dólares.

Las exportaciones de aguacate, conocido como “oro verde”, han ayudado a sacar de la pobreza a mexicanos de las zonas rurales del país, sobre todo en el estado de Michoacán, lo cual ha reducido la necesidad de migrar a Estados Unidos. Por desgracia, también han llamado la atención de los cárteles de la droga, que han estado extorsionando a los agricultores de aguacate y a menudo les cobran por cada kilo que exportan.

Los productores de aguacate, hartos de la situación, han tomado las armas en contra de los cárteles y han salido a las calles a manifestarse. El gobernador de Michoacán ha prometido instaurar una nueva unidad antiextorsión, pero aún habrá que ver si da resultados. Si bien estas intimidaciones han sido un problema desde hace años, una oleada reciente de atención de los medios de comunicación ha suscitado un debate sobre si es ético comprar “aguacates de sangre”, ahora considerado un “producto conflictivo”.

El chef JP McMahon, propietario de un restaurante con una estrella Michelin en Galway, Irlanda, dijo que son los “diamantes de sangre de México”. The Daily Mail, de Londres, incluso aprovechó el tema para atacar a Meghan Markle, la duquesa de Sussex, con un artículo titulado: “El bocadillo favorito de aguacate de Meghan —amado por todos los milénials— fomenta abusos a los derechos humanos, sequías y asesinatos”.

Como alguien que ha dado cobertura a la violencia del narcotráfico en México desde 2001, creo que es errado proponer un boicot al consumo de aguacates con el fin de combatir a los cárteles. Si los agricultores diligentes ya son extorsionados por los narcos, es una locura dar un nuevo golpe a sus ingresos. Tenemos que presionar a las fuerzas de seguridad mexicanas para que frenen la extorsión, no castigar a los negocios.

“Este problema no es exclusivo de un producto”, dice Falco Ernst, analista de México en International Crisis Group. “Un boicot (a los aguacates) arruinaría a miles de familias trabajadoras que no han hecho nada malo”.

Algunos informes también arguyen que los mismos cárteles se han apoderado de las plantaciones de aguacate. Es cierto que los grupos del crimen organizado en México lavan dinero en una amplia variedad de negocios en el país, como lo evidencia una lista negra redactada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. También “invierten” sus ganancias en Estados Unidos, tal como lo reveló un caso infame de cárteles que ocultaron dinero en carreras de caballos estadounidenses. Esto no significa que un sector completo deba ser castigado por estas acciones.

Es verdad que hay problemas preocupantes de deforestación y uso excesivo de agua debido a la producción de aguacates en México, pero este también es el caso de muchos cultivos y lo que se requiere es que se aplique la legislación ambiental, no que se ataque a todos los agricultores, incluidos quienes sí obedecen las reglas.

También sería útil que Estados Unidos autorizara la importación de aguacates de más áreas de México. Actualmente, son contadas las municipalidades que están certificadas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, lo cual ha provocado que los cultivos de aguacate se concentren en Michoacán.

Los orígenes del auge del aguacate mexicano se remontan a la década de los noventa, cuando la mercadotecnia ayudó a impulsar la demanda estadounidense más allá de la capacidad de producción en California y se abrieron las puertas para las importaciones de México. De 1997 a 1998, el primer año en que se permitieron las importaciones, se enviaron casi seis millones de kilogramos de aguacates a Estados Unidos. Los aguacates mexicanos, deliciosos y cremosos, fueron un éxito y, desde entonces, las importaciones han crecido exponencialmente.

Para 2013, los productores de aguacate ya eran víctimas de las prácticas de extorsión generalizadas de un cártel con el singular nombre de los Caballeros Templarios. Estos mafiosos también amenazaron a muchos otros tipos de negocio, como el de los agricultores de limón, el de los ganaderos y el de los taxistas, lo cual produjo el surgimiento de grupos de autodefensa ciudadana para hacerles frente. El colapso de los Caballeros Templarios les dio un alivio breve a los agricultores, hasta que llegaron nuevas pandillas, entre ellas otra con un nombre estrafalario: los Viagras.

Algunos productores se las arreglan para no pagar extorsiones, como los habitantes del pueblo de Tancítaro, quienes financian su propia “policía de los aguacates”. Según mis investigaciones, gracias a estos enclaves, hay menos casos de extorsión en Michoacán ahora que durante el reinado de los todopoderosos Caballeros Templarios.

Las ganancias del aguacate y otras exportaciones legales de alta demanda como el mezcal pueden ser alternativas al comercio de drogas. En diciembre, viajé al pueblo montañoso de Guadalupe y Calvo en el estado de Chihuahua y vi cómo el presidente municipal, Noel Chávez, motivaba a los agricultores locales a cambiar el opio y la marihuana por los aguacates. “Este puede ser el medio de pacificación del país, una alternativa”, me dijo.

Hay varias industrias globales vinculadas a la violencia de los cárteles. Se necesitan más esfuerzos para impedir que las armas adquiridas en Estados Unidos se trasladen de contrabando al sur y que los dólares del narcotráfico se laven en los grandes bancos. Así que puedes seguir disfrutando del sabor único del guacamole; rehusarte a comerlo no va a acabar con los cárteles.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company