Los punteros, los desesperados y la retadora en el segundo debate republicano

Donald Trump es el puntero en el proceso primario republicano con una agresiva estrategia. (AP)
Donald Trump es el puntero en el proceso primario republicano con una agresiva estrategia. (AP)

Un nuevo episodio, que algunos imaginan ya como un intenso round de boxeo, tendrá lugar este miércoles 16 de septiembre (8 pm EST) ante las cámaras de la cadena CNN.

El segundo y muy esperado debate entre los aspirantes republicanos a la candidatura presidencial tendrá lugar en la Biblioteca Reagan en California y será, presumiblemente, distinto al anterior, tanto por la adición de una nueva figura como por el tono que los participantes podrían, y deberían, dar a sus participaciones.

A diferencia del pasado debate, organizado por la cadena Fox News, en el encuentro del 16 de septiembre se dará una situación singular: dos personajes externos a la vida política y al establishment del Partido Republicano –Donald Trump y Ben Carson- lideran con amplitud las encuestas, con un Trump en una posición dominante mucho mayor que la que tenía en el anterior debate y con un Carson que sin tanta estridencia se ha colocado en un firme segundo puesto. Además, tanto Trump como Carson no solo son punteros en las encuestas entre los precandidatos republicanos: en varios sondeos han mostrado que pueden vencer a candidatos demócratas en la elección general, por lo que ambos llegan a este debate con una fuerza mayor y una dosis de “elegibilidad electoral” de la que antes carecían y que incluso era un atributo cuya mera posibilidad les era negada por muchos.

Pero las cosas han cambiado.

Ben Carson es otra enorme sorpresa en el proceso republicano: el único que ha aguantado el paso de Trump. (AP)
Ben Carson es otra enorme sorpresa en el proceso republicano: el único que ha aguantado el paso de Trump. (AP)

Los atractivos ‘outsiders’

Trump es una marea que no ha podido ser contenida por ninguno de los otros aspirantes y solo Carson ha podido seguirle el paso en las encuestas, en cambio, como indica la cadena NBC, los números de varios aspirantes que antes se consideraban protagonistas y favoritos como Jeb Bush y Scott Walker están literalmente por los suelos.

De acuerdo a Real Clear Politics, en el promedio de las encuestas recientes Trump tiene 29.8% de las preferencias y Carson el 17.8%. Muy atrás están ya Bush con 7.8%, Ted Cruz con 6.7% y Marco Rubio con 5.8%. Además, en las primarias de Iowa y New Hampshire, con las que abre el calendario electoral y que suelen ser muy influyentes, Trump y Carson también destacan ampliamente: en Iowa Trump lidera con 27.2% y en New Hampshire con 32.8%. Carson le sigue con 20.8% y 11.5%, respectivamente, en segundo puesto en ambos estados. Bush apenas logra 5% en Iowa y en New Hampshire el 7%, y en general todos los demás están rezagados con porcentajes menores, que Trump triplica o cuatruplica con facilidad.

En general, con solo sumar la intención de voto de Trump y Carson en ciertas encuestas, queda claro que un torbellino le ha pasado por encima a la primaria del Partido Republicano. Por ejemplo, en la encuesta de CBS News y The New York Times, Trump logra el 27% y Carson está muy cerca con el 23%: juntos, dos ‘outsiders’ que nunca han tenido un cargo público, tienen ya el 50% del apoyo, y si a esa suma se le suma, por ejemplo, el 4% de Carly Fiorina, otra aspirante externa al aparato partidista, y el 5% de Cruz, un senador contestatario que se ha enfrentado incluso al liderazgo republicano, el 59% de los votantes republicanos estaría dándole la espalda al establishment conservador y a sus representantes en la primaria, sobre todo a Bush y Walker, pero también a gobernadores en activo como Chris Christie, John Kasich o Bobby Jindal.

Así, resulta interesante ver si en el debate en CNN esos políticos experimentados y de larga conexión con el Partido Republicano continúan en su discurso exaltando su trayectoria y su experiencia de gobierno, algo que parece no importar mucho a los potenciales votantes republicanos, o si en cambio le entran a la guerra de personalidades –claramente dominada por el estridente y energético Trump y por el apacible pero empático Carson- para tratar de quitarles al menos algunos puntos a estos dos punteros singulares.

Carly Fiorina podría hacerle frente a un Donald Trump acusado de sexista y misógino. (Reuters)
Carly Fiorina podría hacerle frente a un Donald Trump acusado de sexista y misógino. (Reuters)

El factor Fiorina

Es en este contexto que la participación de Carly Fiorina, quien no estuvo en el primer debate principal, podría ser un factor dinamizador y de roce en el segundo debate. Fiorina, como Trump y Carson, viene del sector privado (fue CEO del fabricante de computadoras Hewlett-Packard) y nunca ha tenido un cargo público. Pero ha mostrado una energía importante y cierto conocimiento en materia de políticas públicas clave. Tendría, además, credenciales conservadoras más auténticas que las de Trump, a quien se le acusa de ser un pragmático que fluctúa con el viento a favor. Y, sobre todo, Fiorina ha sido blanco de uno más de los ataques intempestivos y sexistas de Trump, quien descalificó acremente su apariencia física, en específico su cara, y puede ser el estandarte que reúna el poder femenino para contrarrestar al cáustico magnate.

Por ello, como comentó The New York Times, se espera que Fiorina, la única mujer en el proceso republicano, pase a la ofensiva y confronte a Trump, que ha sido constantemente criticado por sus afirmaciones ofensivas y misóginas, pero que nadie ha podido neutralizar cabalmente.

Y ambos velan sus armas. Trump le dijo al Times que quiere hablar sobre los ‘fracasos’ de Fiorina en el entorno corporativo y en Hewlett-Packard. Pero ella ha defendido sus ‘éxitos’ como líder empresarial y parece decidida a encarar a Trump posiblemente en los asuntos de su sexismo, de su personalidad, de la autenticidad de su conservadurismo y de su conocimiento actual de cuestiones clave para un aspirante a la presidencia de Estados Unidos. Hay quien dice que Fiorina podría incluso recurrir al humor para tratar de neutralizar a Trump, quien es muy hábil en ello, por lo que, de concretarse, su intercambio de golpes retóricos podría ser lo más atractivo de la noche de debate.

Jeb Bush cuenta con $100 millones para su campaña, pero no loevanta y está ya muy rezagado. (AP)
Jeb Bush cuenta con $100 millones para su campaña, pero no loevanta y está ya muy rezagado. (AP)

Los desesperados

Con todo,  también está por verse qué harán los otros participantes en el debate estelar, sobre todo Bush, Walker, Christie, Cruz, Rand Paul y demás, que ven sus posibilidades derretirse ante el tórrido Trump y apagarse ante el sereno Carson.

Bush cuenta con unos 100 millones de dólares en fondos vía sus comités de acción política, un capital que lo convertiría en un sensacional oponente si no fuera porque se ha mostrado incapaz y falto de agresividad ante Trump. Para Bush y el resto, el segundo debate podría ser una suerte de primera llamada: o despiertan con decisión y encaran a Trump con todos los argumentos a mano, o estarían comenzando a volver permanente su actual condición de comparsas. Pues aunque aún es temprano en el proceso, un escenario en el que Trump que alcanzara niveles de 40% o más en las encuestas, con el resto por debajo del 10%, comenzaría a tener apariencia irreversible.

El punto es, nuevamente, cómo Bush, Walker y demás elegirán enfrentar a Trump. ¿Se quedarán en la exaltación de su experiencia de gobierno y sus propuestas programáticas a sabiendas que eso no es algo que los actuales votantes están apreciando mucho por ahora? ¿Lo atacarán por sus vaivenes ideológicos, su ‘arribismo’ y sus escasas credenciales conservadoras? ¿Se irán por la tangente y buscarán con ataques a Hillary Clinton y a los demócratas concitar el interés republicano? ¿O tomarán la ruta áspera pero fuerte de criticar a Trump por sus ofensas, su actitud irreverente? ¿Le criticarán, como él hace con el resto, por su apariencia personal, por sus peripecias biográficas, por su falta de tacto, por su carácter?

Lo cierto es que para que Bush, Walker, Rubio y demás puedan subir algunos puntos porcentuales, tendrán que arrebatárselos a un Trump en alza, pues la estrategia de combatirse entre ellos (como sucedió en el primer debate con el enfrentamiento entre Christie y Paul) puede llegar a mermar a alguno de los pequeños, pero deja intacto al gigante.

Y la ecuación tiene, además, un último argumento singularísimo: ¿qué van a hacer los candidatos del establishment si logran poner jaque a Trump con un Carson también al alza, quien parece también incontenible y contra el que una estrategia de agresividad no sería quizá la mejor vía? Un ejemplo de ello es que el propio Trump se ha abstenido de atacar a Carson.

Lo cierto es que el segundo debate podría ser, finalmente, un primer gran tamiz. Hasta ahora solo Rick Perry ha dejado la contienda, pero 16 aspirantes siguen en pos de la nominación republicana. Tras el 16 de septiembre, varios de ellos podrían verse ya en la situación de tener que empacar y volver a casa, lo que transformaría, una vez más, el agitado panorama electoral rumbo a 2016.

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