La falacia de Ann Coulter y su ruido contra los inmigrantes

La polémica columnista se enfrentó con Jorge Ramos y dijo que los mexicanos son más peligrosos para los estadounidenses que Estado Islámico

Hay quien construye una fantasía, poblada y definida por prejuicios, ideas torcidas, arrogancia, hipocresía, ignorancia, cinismo, simplismo y error factual, y luego se empecina en hacer creer a los demás que es real y que, por tanto, debe ser tomada en serio.

Cuando se experimenta algo así en la vida privada, uno puede simplemente darse la vuelta y dejar al intoxicado para que mastique sus propias elucubraciones. Y hay quien puede intentar, compasivo, tenderle una mano de razón, sensibilidad, inteligencia y sentido común, aunque nunca se sabe si servirá de algo y, a fin de cuentas, todo el mundo es libre de pensar y expresar lo que prefiera o pueda.

Pero cuando todo ello excede el ámbito de lo privado e incide en la opinión pública, esa construcción se vuelve nociva para la sociedad en general y es un síntoma de las graves distorsiones a las que se puede llegar cuando se abordan asuntos de gran relevancia de una manera frívola y, al final, estéril.

Jorge Ramos y Ann Coulter, durante una entrevista en la cadena Fusion. (Captura de video/Fusion)
Jorge Ramos y Ann Coulter, durante una entrevista en la cadena Fusion. (Captura de video/Fusion)

Eso quedó claro en la entrevista/debate que el periodista Jorge Ramos sostuvo el pasado martes en la cadena Fusion con Ann Coulter, comentarista y autora que se ha destacado por sus posiciones estridentes, controversiales, provocadoras y, en ocasiones, erradas o hasta delirantes. Su más reciente libro, titulado "América, Adiós", fue el centro de la conversación, que por momentos pareció, cabe decir, más bien un alegato impertinente y defensivo de Coulter que un verdadero afán de diálogo.

Sea como sea, no son los modales de Coulter lo más significativo de ese encuentro sino las falacias de muchas de sus afirmaciones vertidas en ese libro y durante la entrevista, las cuales Ramos exhibió y a las que Coulter, pese a sus indudables talentos retóricos e histriónicos, no puco contestar sino con vaguedades y supuestos autorreferenciales.

Por ejemplo, al Ramos cuestionarle sus cifras sobre la cantidad de inmigrantes indocumentados, Coulter simplemente rechazó de tajo la validez de los datos del Censo de EEUU y de otras organizaciones que han estudiado el tema a profundidad, como el Pew Research Center, para poner en su lugar sus propias estimaciones construidas mediante su propio hilvanado de fuentes heterogéneas.

En otro caso similar, Coulter simplemente no pudo aceptar que los inmigrantes, de acuerdo a cifras de la Oficina de Presupuesto del Congreso aludidas por Ramos, tienen y tendrán una aportación sustantiva a la economía del país a través de los impuestos, creación de empleo y en general generación de riqueza y las calificó de “datos irreales” y luego prefirió los suyos que, desde luego, no provienen de una entidad altamente especializada y no partidista sino, simplemente, de su pluma, sus lecturas y sus propias conclusiones.En cambio, Coulter criticó en una postura ingenua que en otros países y culturas, en alusión específica a México, origen de la mayoría de los inmigrantes que viven en el país y del propio Jorge Ramos, la gente no paga impuestos, hay violaciones de tíos contra sobrinas y se soborna a funcionarios públicos, mientras EEUU es el mejor lugar del mundo, donde todo eso no sucede o, más convenientemente, simplemente Coulter prefiere no verlo.

Basta recordar, para dejar en claro que ningún país es perfecto ni vil en su totalidad, que si bien los problemas en México son graves y profundos, EEUU no es el parque temático que Coulter quiere pintar. El país tiene enormes bondades, al igual que México (un millón de estadounidenses, por cierto, no coinciden con Coulter y han optado por vivir allí, bastante bien por cierto de acuerdo a CNN), pero también ha experimentado lacras como la hiperespeculación inmobiliaria que defraudó y arrebató el patrimonio de millones para beneficio de unos cuantos en la pasada recesión económica, lo injusto e inequitativo del sistema impositivo estadounidense que hace que muchos paguen muchos menos impuestos de los que deberían (Warren Buffet dixit), que altos funcionarios han ido a prisión por cometer delitos (basta recordar el caso relativamente reciente del exgobernador de Illinois Rod Blagojevich, preso por sus implicaciones en sobornos y prácticas de corrupción al pretender ‘vender’ el escaño senatorial que dejó vacante Barack Obama al ganar la presidencia), que la mayoría de los violadores en el país son hombres blancos, de acuerdo a cifras del Departamento de Justicia y que el problema del narcotráfico tiene su origen en la insaciable y lucrativa adicción de los estadounidenses a las drogas regadas con sangre en Latinoamérica.

Así, la suposición de Coulter de que la cultura mexicana es inferior o nociva es simplemente errada, una distorsión. México tiene graves problemas, al igual que EEUU, y ninguno de ellos podría en justo derecho arrojar la primera piedra.

La controversial comentarista conservadora Anne Coulter. (AP)
La controversial comentarista conservadora Anne Coulter. (AP)

En su desmesura, Coulter afirmó que para los estadounidenses son más peligrosos los inmigrantes mexicanos que Estado Islámico, en una comparación que no solo es carente de la mínima lógica sino que es ofensiva, pues es un grupo terrorista criminal y los inmigrantes son en su inmensa mayoría personas honestas y apegadas a la ley. Y, más allá de Estado Islámico, estadísticamente se ha visto que los estadounidenses cometen más delitos en el país que los inmigrantes. Así uno podría inferir, aunque Coulter no pueda aceptarlo o comprenderlo, que los inmigrantes en realidad están atemperando con su presencia la barbarie de muchos estadounidenses, como lo perfiló un estudio del Immigration Policy Center, y que es más probable que un estadounidense sufra un delito a manos de otro estadounidense que de un inmigrante.

Ciertamente, nadie le niega el derecho a expresar lo que le plazca, y Coulter lo ejerce plenamente. Pero el mero hecho de decirlo en miles de libros, o reproducirlo en columnas, blogs y redes sociales en cantidades ingentes no lo hace verdadero ni exento de la crítica. Ella enmascara su error, por convicción o por conveniencia, y lo vuelve digerible para quien vive en el mismo mundo ilusorio o es engañado o convencido por su simplismo y su tamborileo argumentativo.

Sea como sea Coulter, como se vio en su actitud en el encuentro con Ramos, parece desesperada por hacerse escuchar, es incapaz de establecer un diálogo cabal y se aferra a sus suposiciones como quien está arañando la orilla del desfiladero.

Sustituye datos con anécdotas o suposiciones y no duda en rechazar datos científica y estadísticamente válidos para sumirse en las aguas de su propia subjetividad. Pero lo que está derrumbándose no es EEUU a causa de los inmigrantes o los mexicanos, es en realidad el propio argumento de Coulter que, más allá de su estridencia, exhibe de modo patente su propia flaqueza, su fragilidad, su error. No es con ese argumento que EEUU construyó su grandeza ni es la que le permitirá mantenerla y acrecentarla en el futuro. Por ello, si bien es cierto que la cultura y la dinámica del país está cambiando (como lo ha hecho desde su misma fundación), el libro y las alegaciones de Coulter al respecto no son sino ruido estéril, una puerta clausurada ante la que solo queda gritar para tratar de ser oído.

Lo curioso es que, al final, lo que Coulter logró en la entrevista fue colocarse en el lado de los histéricos y los insensibles, de los que pierden el piso en su afán inquisitivo o confrontacional y luchan o se dan de topes contra los fantasmas creados por ellos mismos. No logró mostrarse como alguien que busca con lucidez, justicia y apertura una solución para el bien nacional. Y dejó claro que ella misma se beneficia de los inmigrantes que rechaza, al usarlos para vender libros y ganar dinero.