La prueba del terrible fracaso de la seguridad en los aeropuertos

Los primeros días de junio fueron aciagos para las autoridades de operaciones aéreas y seguridad en los aeropuertos estadounidenses. Y no porque se haya registrado un ataque concreto, lo que afortunadamente no sucedió. Lo fue porque fue un momento en el que, pese a la enorme cantidad de medidas, regulaciones y vigilancias que se realizan cotidianamente en los aeropuertos y aeronaves, la vulnerabilidad de ese crucial sistema de transporte quedó de manifiesto.

Por una parte, se reveló que un informe oficial encontró graves fallas en la operación de seguridad en los aeropuertos a cargo de la Administración de la Seguridad del Transporte, TSA: en el 95% de los casos, agentes federales encubiertos lograron introducir armas ilegales o bombas simuladas a través de los puntos de revisión de los aeropuertos sin ser detectados por los oficiales de seguridad a cargo en esos sitios, según publicó inicialmente ABC.

Agentes de seguridad de la TSA en el aeropuerto de Seattle. (AP)
Agentes de seguridad de la TSA en el aeropuerto de Seattle. (AP)

En total en 67 de 70 casos agentes federales encubiertos lograron vulnerar la seguridad de los puntos de revisión en aeropuertos de la TSA.

Ciertamente, el ejercicio fue realizado por agentes de Seguridad Nacional, y la introducción de esos objetos no significó en esos casos amenazas reales ni tampoco necesariamente que los métodos usados para esconder y engañar a los oficiales y equipos de seguridad estén al alcance de otras personas. Pero todo ello expuso que terroristas o delincuentes reales podrían traspasar también la seguridad aeroportuaria portando objetos ominosos, lo que representa un peligro perturbador e inaceptable.

De acuerdo a ABC, autoridades de Seguridad Nacional habrían ya tomado medidas y corregido varias vulnerabilidades, afirmando que la vigilancia en los aeropuertos es fuerte. Pero se ha criticado, por ejemplo, que pese a una inversión de 540 millones de dólares en equipos de revisión de equipaje y otros 11 millones de dólares en entrenamiento, la TSA no fue capaz de detectar la penetración hecha por los agentes que realizaron el ejercicio.

En consecuencia, como reportó el periódico Washington Post, el director en funciones de la TSA se separó de su cargo y se ordenó a esa entidad revisar por completo todos sus procedimientos operativos.

Las revisiones de seguridad en los aeropuertos no lograron detectar la actividad de agentes encubiertos en 95% de los casos. (Reuters)
Las revisiones de seguridad en los aeropuertos no lograron detectar la actividad de agentes encubiertos en 95% de los casos. (Reuters)

¿Están entonces los aeropuertos estadounidenses en riesgo? El portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest indicó al respecto que “el Presidente (Obama) continúa con la confianza de que los oficiales de la TSA realizan un trabajo muy importante que continúa protegiendo al pueblo americano y al sistema de aviación de EEUU”, pero aceptó que hay preocupaciones y cuestiones que deben ser revisadas y atendidas.

En todo caso, como señaló un exfuncionario de la TSA al portal Politico, el ejercicio hecho por los agentes federales en aeropuertos del país mostró el “abominable fallo” de esa agencia.

Es claro que mucho debe hacerse para mejorar la seguridad en los aeropuertos a la luz del citado reporte, pero también es un hecho que los pasajeros, en su mayúscula mayoría por decirlo enfáticamente, son inocentes de cualquier intención, pretensión o práctica delictiva, pero sufren en su vida cotidiana el rigor de las revisiones de seguridad. Que el público reaccione con enojo, desdén, burla o crítica cuando se entera de que es sometido a un proceso de revisión que un ejercicio oficial mostró altamente falible o inútil es más que comprensible.

Para colmo, el 2 de junio varias amenazas de bomba afectaron al menos a cuatro vuelos comerciales con origen o destino en el país, pero tras realizarse revisiones e investigaciones no se halló nada al respecto. Esas amenazas, indicó la cadena CNN, fueron consideradas infundadas por las autoridades. Pero bastaron para poner de cabeza el tráfico aéreo y la vida de los pasajeros de los vuelos afectados. Es posible que esas amenazas hayan sido intentos de grupos delictivos de infringir temor y con ello realizar un desplante propagandístico o quizá fueron bromas de negrísimo humor de individuos mal entretenidos.

Sea lo que sea, el resultado de esas amenazas en el contexto de las revelaciones de los fallos de la TSA dejaron en muchas personas una inquietud justificada y agudizaron la desconfianza del público ante los oficiales que ven cómo los pasajeros se quitan los zapatos y revisan el contenido de las maletas de mano e incluso la humanidad completa de las personas cuando estás se someten a las máquinas de visualización. ¿Todo eso para, al final, errar en el 95%?

La seguridad es un imperativo necesario y bienvenido, pero mucho debe cambiar en la TSA, definitivamente.