El cambio climático cambiará la faz de Alaska

El cambio climático, y en específico el incremento de la temperatura global, se encuentra probado y documentado en numerosos estudios científicos, sobre todo en los reportes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). Documentos científicos como ese, más allá de las dudas y alegaciones de ciertos grupos conservadores, anticientíficos o defensores de ciertas industrias afectadas por regulaciones pro ambientalistas, muestran que ese cambio es real y que afectará fuertemente el mundo como lo conocemos de continuar las actuales tendencias de emisiones contaminantes.

Alaska, por su ubicación geográfica, sufrirá efectos singulares por causa del cambio climático que podrían modificar sustancialmente el panorama y la vida de sus habitantes. De acuerdo a reportes del IPCC citados por la televisora KTOO, Alaska y su actividad económica serán transformadas y el estado y sus habitantes han comenzado ya a sentir las primeras sacudidas.

La actividad de los cruceros en Alaska podría subir con temperaturas más templadas. (Wikimedia Commons)
La actividad de los cruceros en Alaska podría subir con temperaturas más templadas. (Wikimedia Commons)

Por un lado, el calentamiento podría tener efectos favorables para ciertas industrias, entre ellas el turismo. La KTOO indica que, por ejemplo, los cruceros podrían comenzar a operar en latitudes aún más al norte y, en una circunstancia irónica y agridulce, los operadores turísticos podrían beneficiarse del interés por viajar a Alaska para ver parajes y especies amenazadas por el deshielo. El problema es que, cuando eso se haya acabado, ese flujo turístico nunca volverá.

La reducción de ciertos glaciales, como el Mendenhall en el área de Juneau, relata la KTOO, no le hará perder su atractivo turístico por un tiempo, pero esa pérdida del hielo generará otros problemas, posiblemente mayores: deslizamiento de tierra, pérdida de los nutrientes que el glaciar entregaba a  la Bahía Auke, donde se topa con el mar, y la consiguiente merma de especies de plancton y otros animales de los que dependen numerosas especies, desde peces hasta ballenas.

Qué tanto será afectada la actividad turística por estos y otros cambios es aún incierto, pero muchos están comenzando a pensar en Alaska en cómo encararlos y sacarles provecho. Por ejemplo, los operadores de áreas de esquí deberán prepararse para un futuro con menos nieve natural y, como contrapartida, con la posibilidad de realizar actividades distintas y en un periodo de más meses que las que el frío ha permitido hasta ahora.

La pérdida de permafrost ha dañado caminos e infraestructura en Alaska. (Wikimedia Commons)
La pérdida de permafrost ha dañado caminos e infraestructura en Alaska. (Wikimedia Commons)

Otro problema es en el suelo. La pérdida del permafrost –un tipo de suelo congelado que existe en amplias zonas del estado- creará inestabilidad en infraestructura de todo tipo, desde caminos y tendidos eléctricos hasta las casas mismas en muchas regiones. El alza en las temperaturas también podría afectar a muchos bosques no adaptados a temperaturas templadas, amplificar los incendios forestales y crear un auge de ciertas plagas. Muchas especies animales podrían quedar en riesgo o incluso extinguirse al modificarse sus hábitats y al enfrentar la llegada de nuevas especies exógenas y potencialmente devastadoras para las poblaciones nativas.

Estos efectos del cambio climático en Alaska comienzan ya a sentirse. Según el gobierno de ese estado, por ejemplo, tres poblaciones han comenzado ya a ser reubicadas y otras 160 han sido identificadas como lugares en riesgo, a causa de la pérdida de permafrost y la erosión subsecuente.

Además, según datos del gobierno federal la pérdida de permafrost, o su inestabilidad, ha conducido a problemas de transporte, pues actualmente muchos caminos en la zona de la tundra sólo son utilizables 100 días al año, cuando anteriormente podían utilizarse el doble de días. En muchos casos, áreas de bosque han perdido también la firmeza de su suelo y sus árboles se han inclinado sustancialmente o incluso se han venido abajo.  Y en algunas áreas la llegada de nuevos insectos ha afectado y matado a incontables árboles, cuyos troncos sin vida son mucho más susceptibles al fuego.

Desde luego, la reducción de las masas de hielo, sobre todo en áreas del ártico, abrirá nuevos espacios hoy sellados y con ello se crearán nuevas oportunidades y peligros. Por ejemplo, podría abrir nuevas áreas a la explotación petrolera y permitir la navegación por el Océano Ártico, lo que podría conectar a Alaska con el este de modos aún insospechados. Pero un mar menos frío alteraría patrones de muchas especies animales, cambiando la presencia de peces y la disponibilidad de pesca.

El balance es incierto y en cierto modo con una tendencia a ser desfavorable. Pero aunque aún no se conoce la escala total de esa transformación, su avance parece inevitable y será necesario lidiar y adaptarse.

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