El terremoto que sepultó para siempre un estilo de vida

El presidente Miguel de la Madrid tardó 36 horas en dirigirse a la nación. En su mensaje dijo que México tenía “los suficientes recursos y unidos pueblo y gobierno, saldremos adelante. Agradecemos las buenas intenciones, pero somos autosuficientes.” Inexplicablemente no ordenó la aplicación del Plan DNIII en la ciudad, cuando 4 días antes en el Zócalo desfilaron miles de soldados.

El terremoto que sepultó para siempre un estilo de vida

Fueron suficientes dos minutos y un terremoto de 8.1 grados para que la sociedad mexicana cambiara, miles de los habitantes de la ciudad de México murieran, cayeran derrumbados cientos de edificios y viviendas, muchos hospitales pasaran de ser sitios de esperanza de vida a tumbas para los que ahí estaban. En 120 segundos el despertar de la ciudad a las 7:19 horas se convirtió en pesadilla.

Ni el gobierno federal, ni el de la Ciudad de México, ni las fuerzas armadas, ni las organizaciones políticas y mucho menos las organizaciones sociales estaban preparadas para enfrentar la tragedia.
El epicentro del terremoto de 1985 fue localizado en el Océano Pacífico. Según informe del Instituto de Geofísica el epicentro se localizó entre los estados de Michoacán y Guerrero, a las 07:17:48 a.m. y alcanzó la Ciudad de México a las 07:19 a.m., con una magnitud de 8,1 grados y una duración de 2 minutos. Fue un sismo trepidatorio y oscilatorio y se registró a una profundidad de 15.0 km bajo la corteza terrestre.

Se presentaron varias réplicas, la más significativa fue la del 20 de septiembre a las 19:37:13 hora local con magnitud de 7,5 grados, con epicentro cercano a Zihuatanejo, Guerrero, que provocó, en la Ciudad de México, el colapso de 20 edificios más y el daño estructural de algunos otros dañados el día anterior.

Al momento del sismo en México se carecía de leyes, reglamentos, recomendaciones o protocolos para atender casos de emergencia o protección civil. No existía la consigna de No corro, No grito, No empujo.
Inmediatamente después del terremoto surgió la solidaridad social que permaneció activa por muchos días y se ocupó en rescatar y apoyar a quienes estaban bajo los escombros de lo que había sido su hogar, escuela, hospital, centro de trabajo. Familias enteras, grupos de amigos, vecinos y desconocidos se hicieron cargo de las tareas urgentes del rescate, su acción fue para auxiliar a los padres, hijos, parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y escuela que de pronto vieron como de las entrañas de la tierra surgía una fuerza que destruyo vidas y bienes.

A las pocas horas nadie desconocía la tragedia. La lloraban las sirenas, los gritos, las anécdotas, el golpe de las piedras lanzadas por los rescatistas improvisados, los noticieros de radio, los reportajes de televisión, los titulares de los diarios y las fotografías que mostraban vencidos a los colosales edificios que dieron identidad por décadas a calles y avenidas, como el Hotel Regis, el edificio de Marina, Televicentro, el edifico Nuevo León, en Tlatelolco, el hospital General, el Centro Médico y muchos más.

Foto: AP
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El 19 de septiembre de 1985 en las zonas afectadas por el terremoto se vivió en los primeros minutos un caos debido a  los derrumbes, la suspensión del transporte público, cortes a la circulación, víctimas que escaparon de los edificios colapsados, ciudadanos que ayudaban con escaso orden y la insuficiente movilización de cuerpos de emergencia. En ocasiones, los grupos ciudadanos de rescate permanecieron sin acción por falta de implementos de trabajo.

Fue notoria la ausencia de una respuesta inmediata y coordinada de parte del gobierno federal y local. El presidente Miguel de la Madrid tardó 36 horas en dirigirse a la nación. En su mensaje dijo que México tenía “los suficientes recursos y unidos pueblo y gobierno, saldremos adelante. Agradecemos las buenas intenciones, pero somos autosuficientes.” Inexplicablemente no ordenó la aplicación del Plan DNIII en la ciudad, cuando 4 días antes en el Zócalo desfilaron miles de soldados.

La tardada presencia pública del presidente De la Madrid y sus declaraciones trajeron consecuencias negativas para su imagen que, ante la tragedia, lo ubicaron como “el presidente ausente”. Su actitud fue considerada como soberbia ante la solidaridad externa. Por su parte el regente de la Ciudad, Ramón Aguirre, pedía a los ciudadanos ocupados en el rescate de las víctimas volver a sus casas.

Foto: AP
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Con el terremoto de 1985 se perdieron miles de vidas, no se sabe cuántas, unos dicen que 10 mil, otros que 40 mil, y miles de construcciones, edificios, viviendas, hospitales, escuelas y demás.

El sismo nos quitó también el ambiente que se vivía en el Centro de la ciudad. Se perdieron entre 150 mil y 200 mil empleos y con ellos se fueron los ocupantes de las oficinas y despachos que trabajaban en el Centro Histórico. Los teatros y la vida nocturna de los centros nocturnos que funcionaban en las colonias cercanas, como San Rafael, Santa María, Tabacalera y sobre Reforma e Insurgentes Centro, trasladaron su actividad a otras partes de la ciudad.

Hoy los edificios de calles como Madero y 5 de mayo, en el centro histórico, solo están ocupados en la planta baja, los pisos superiores, en su mayoría, los utilizan como bodega de mercancías los comerciantes en vía pública, que son los que mantienen el bullicio durante el día pero, a partir de las siete de la noche, el silencio, la oscuridad y la soledad se apodera de la mayoría de las calles en donde no es difícil imaginar el peligro de caminar por ellas.

El terremoto enterró a parte de la vieja ciudad de Ciudad de México y 30 años después empieza a reconstruirse, con la misma arquitectura, la nueva ciudad con los mexicanos de hoy que tienen la versión de la fuerza destructora de ese sismo y desde temprana edad, en la escuela, practican la consigna No corro, No grito, No empujo. Estamos construyendo la cultura de la protección civil. Ya tenemos leyes, reglamentos, recomendaciones y protocolos. 19 de septiembre, No se olvida.

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