La Barbie “normal” tampoco existe
Supongo que casi todos han visto un video sobre el racismo en México donde unos niños, expuestos a dos muñecos de distinto color (blanco y moreno), responden a preguntas que dejan ver las ideas racistas que circulan en nuestra sociedad (pueden verlo aquí). El video me parece un ejercicio sano y necesario que bien podría aplicarse en otro tipo de problemáticas sociales, particularmente, en cuestiones de género y autoestima de la mujer latinoamericana.
Me parece que ese tipo de experimentos ponen de manifiesto las creencias que influyen (positiva o negativamente) en nuestra imagen corporal desde temprana edad. De ahí que los ejercicios que muchos artistas han hecho últimamente sirvan para mostrar cómo los juguetes refuerzan o replantean ideas sobre la identidad, el género, el cuerpo, los roles y las relaciones sociales. Maribel Barros, colega y colaboradora de Yahoo!, ha rastreado dos de esos ejercicios que cuestionan la figura y la influencia de la muñeca Barbie.
El primero corresponde a Katie Halchishick, quien desarrolla una campaña llamada Healthy is the new skinny, enfocada en “cambiar el cómo pensamos, hablamos, vivimos y amamos nuestros cuerpos”, dice Maribel. Katie trazó sobre su cuerpo una línea punteada similar a la que trazan los cirujanos, “una guía de cómo sería su cuerpo si tuviese las proporciones de la famosa muñeca”. Aquí la fotografía:
El segundo ejercicio, más bien en tono sarcástico, es el de Barbie sin maquillaje, que habla sobre una imagen (atribuida a Eddie Imgur) en donde se muestra a una Barbie recién levantada, con la cara hinchada, ojeras, granitos en la cara y hasta brackets.
Por su parte, el artista e investigador Nickolay Lamm ha realizado una serie de ejercicios muy interesantes que han sido difundidos en el diario Huffington Post. Lamm recurre a las herramientas de la ciencia, el diseño y la animación para mostrar cómo se vería Barbie sin maquillaje, pero sin el tono de burla, más bien con la intención de apreciar una belleza más sencilla.
Otro de sus experimentos demuestra cómo la anatomía de la muñeca resulta fisiológicamente disfuncional. Por ejemplo, de acuerdo al tamaño de su abdomen, no tendría más que la mitad del hígado y una porción muy pequeña de intestino. O bien, si fuese una mujer de carne y hueso, la forma y el tamaño de sus pies no le permitirían caminar, y con ese tamaño de cuello no podría ni sostener la cabeza. (Les recomiendo ver la infografía de Rehabs.com, es muy clara y explicativa)
El último trabajo de Lamm consistió en elaborar una muñeca con las proporciones y la anatomía de una mujer promedio. Las diferencias entre la Barbie de Mattel y la de Lamm son interesantes en la medida en que nos muestran cuán alejado está el modelo ideal de la realidad anatómica de una mujer estadounidense promedio.
SLIDESHOW
El ejercicio ha sido difundido bajo distintos titulares que incluyen la palabra “normal”. Aunque el trabajo de Lamm es digno de reconocerse, considero necesario hacer una observación fundamental: no existe tal cosa como la normalidad.
Lamm realizó sus cálculos con base en el promedio anatómico de las chicas estadounidenses de 19 años. Para hacer la comparativa, Lamm creó un nuevo modelo estándar. Sin embargo, la estandarización anatómica no es sinónimo de “normalidad”. Cuando usamos ese término, volvemos a caer en el mismo esquema que criticamos, pues la operación lógica indicaría que las mujeres cuya anatomía no cumple con “la normalidad” de esa medida estándar, caen en el campo de “la anormalidad”.
Como decimos en México: no hay que irse con la finta. No hay tal cosa como la normalidad. Las medidas estandarizadas son tan irreales como las medidas ideales de Barbie. Son números, entidades abstractas que sirven para elaborar operaciones analíticas, teorías o proyecciones, pero de ninguna manera podemos tomarlas como condiciones de “normalidad” en esto que llamamos la realidad.
Las críticas a la muñeca Barbie tienen el objetivo de hacernos reflexionar al respecto de los modelos que se imponen desde el exterior –sea en la televisión, la publicidad o las pasarelas– y analizar cómo éstos refuerzan ciertas ideas sobre lo que "debería" ser una mujer "bella" o "deseable". Por otra parte, leyendo los comentarios de algunos posts, hay usuarios que piensan que es una ociosidad criticar a las Barbies (o a Bratz y el resto de las muñecas con botox) porque son “simples muñecas”, “ideales”, “no son reales”. Pero cuando vemos una y otra vez que hay mujeres de carne y hueso, actrices, cantantes, conductoras de noticieros, profesionistas y hasta madres de familia que intervienen su cuerpo para parecer Barbies, el ejercicio ya no me parece tan ocioso y la apariencia de muñeca ya no es tan “ideal”.
Volviendo al punto: es necesario comparar el modelo “ideal” con el modelo “normal”, pero no para imponer el segundo por encima del primero, sino para abrir la puerta hacia un tercer punto de vista: la singularidad. Cada cuerpo es DISTINTO y ÚNICO, ese es su valor, y su belleza radica no en cómo se ve sino en lo que puede hacernos vivir y experimentar.
¿Qué piensan de la muñeca Barbie, influye de alguna forma en la construcción de la belleza o la identidad femenina?
Twitter: @luzaenlinea
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