Pauta parental y límites: el apego seguro

Por: Silvia Renata Figiacone

Cada uno de nosotros sabe que, aquello que hace como padre, tiene impacto a corto, mediano y largo plazo en la vida de sus hijos. La psicología lo ha descripto y definido a lo largo de un poco más de los últimos cien años con insistencia: el modo de ser madre (y padre) repercute directamente sobre la posibilidad de desarrollarse sana y naturalmente.

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La relación entre madre e hijo (y entre padre e hijo) es una relación de apego. El apego es un término que define el estado y cualidad del lazo que une a dos personas, en este caso los miembros de la pareja parental y sus hijos.

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El comportamiento de apego puede ser definido, en términos de Becker — Weidman y colegas (2010), como cualquier tipo de comportamiento que hace que una persona mantenga proximidad con otra y ello redunde en un incremento de la sensación de confort y seguridad. Cuando el apego con padre, madre o ambos, es positivo y saludable, el chico siente seguridad, confort y bienestar cuando está cerca de ellos.

El apego se activa, típicamente, frente a la fatiga, el miedo o la ansiedad. Cuando un chico siente cansancio, temor o ansiedad, busca cercanía con la figura de apego para encontrar confort. La manera en la que dicha figura responde, tiene mucho que ver con cómo ese chico desarrolla competencias socioemocionales hacia el futuro, y con su calidad de vida y bienestar subjetivo.

Es así como el principal objetivo de la relación de apego es crear una base segura que le permita a los niños salir a explorar el mundo que los rodea con la sensación de que, frente a cualquier peligro, amenaza, o malestar, podrán retornar al seno de la relación de apego y recibir el estímulo necesario para recuperar la sensación de bienestar (Becker — Weidman).

En la adultez, aquellos que no tuvieron bases seguras de apego, tendrán más dificultad para sostener vínculos duraderos y firmes, y, posiblemente, presenten menor desarrollo de competencias sociales y emocionales. Ello no quiere decir que quienes no recibieron una buena pauta parental estén destinados al fracaso en las relaciones. Para nada. Pero si quiere decir que quienes tuvieron una buena pauta parental, tendrán más facilidad para establecer vínculos que otorguen emociones positivas que quienes no la tuvieron. Allí radica el por qué del esfuerzo necesario como padre de otorgar una base segura de apego a los hijos.

La base segura está signada por una tríada de mecanismos: atención conjunta, emociones conjuntas, intencionalidad conjunta. Traducido a la vida cotidiana del ser mamá: compartir aquello que tus hijos ven, escuchan y disfrutan, nombrar las emociones que ello sucinta y acercarlos a situaciones que provocan emociones positivas, y hacer cosas juntos, compartir intereses y actividades, y expandir las experiencias conjuntas.

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Ser y estar para ellos en un marco de emoción positiva y disfrute conjunto es lo que garantiza la base segura.

Ello no funcionará, sin embargo, si se realiza en un marco de sobreprotección o aislamiento del mundo exterior. La sobreprotección puede ser tan perjudicial como el abandono. La base segura tiene una virtud esencial: desde esa plataforma de cariño expreso se permite explorar el mundo de manera libre.

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El apego seguro proporciona, además, el espacio propicio para que los chicos desarrollen plenamente su potencial intelectual. El maltrato conspira contra esa posibilidad y la sobreprotección la limita.

Cuando el apego es seguro y el niño explora en el marco del cariño parental pero con pautas firmes de convivencia y libertad para explorar el entorno, crece con la sensación de que sus esfuerzos valen la pena, de que aprender es posible e interesante, de que ser curioso tiene beneficios extraordinarios y de que siempre habrá detrás alguien que protege y vela por la seguridad. Es así como se gesta un hijo con seguridad en sí mismo y posibilidad de desarrollarse, plenamente, de acuerdo a sus fortalezas y debilidades.

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Por ello es importante aclarar que la base de apego seguro no implica la falta de limitaciones o regulaciones al comportamiento espontáneo de los chicos. Parte del rol de la pauta de apego seguro es otorgar el espacio de cariño suficiente como para que la pauta parental pueda establecer las reglas y límites dentro de los cuáles el chico puede comportarse.

Dentro del marco del apego seguro los padres pueden establecer qué tareas son responsabilidad de cada chico en cada etapa, sembrando así la semilla de la responsabilidad y la autonomía en el hacer.

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Los padres deben aclarar cuáles son las normas que rigen la interacción con otros, enseñar a compartir, dar, asistir, atender, desplegar conductas de solidaridad y altruismo que postergan el propio self pero otorgan placenteras experiencias. Los cuidadores pautan las normas de convivencia a partir de las cuales es posible sostener la intencionalidad y actividad compartida.

Y además, es en ese marco que los padres enseñan a tolerar la frustración, aceptar la derrota, asistir a la diferencia y contemplar el punto de vista ajeno. Son todos esos límites los que irán orientando el desarrollo sano desde una base de seguridad y confianza que permitirá a nuestros hijos, cada día, hacer frente a las experiencias novedosas que depara.

Referencias:
Becker Weidman & A, Shell D (2010) Attachement Parenting: developing connections and healing children. Jason Aronson Ed.

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