La fruta americana que cautivó a los conquistadores con su aroma y exquisito sabor
"Y el ananás sazona su ambrosía"
(A. Bello, Silva a la agricultura de la zona tórrida)
El ananá (del guaraní naná), planta nativa de América, de zonas tropicales, llamó la atención de los conquistadores por el riquísimo sabor y penetrante aroma de su fruto. En la isla de Guadalupe, Colón denominó "piña" a la planta y el fruto, que tenían diversos nombres según las diferentes lenguas indígenas.
Antonio Ruiz de Montoya, nacido en Lima, autor del primer diccionario castellano–guaraní Arte y Vocabulario de la lengua guaraní, incluye el vocablo: "Piña: Naná. Caraguatá", y en otra entrada "Piña de piñones", con otra traducción.
El nombre español fue adoptado en México, Venezuela, Colombia, Perú y otros países. En la Argentina, Brasil y Uruguay -países que poseen regiones guaraníticas- se conserva el nombre de ananá y, en algunos casos, abacachí, bacachí, abacaxí (también del guaraní, ‘fruto oloroso’). En el Paraguay conviven las denominaciones del español y del guaraní.
Diversos estudiosos de la botánica, viajeros de Indias, o autores oriundos de América, optaron por "ananá", que tomaron del habla americana, o bien emplearon ambos términos.
En inglés se llamó pineapple; en portugués, francés, alemán y otras lenguas predominó el vocablo guaraní.
La recepción de la planta y su fruto fue espléndida en Europa, su cultivo se propagó en diversos países. Un cuadro de Hendrik Danckerts (1675) representa a Carlos II de Inglaterra recibiendo una piña de manos del jardinero real.
En tiempos modernos, el fruto atrajo la mirada de pintores como Renoir, Matisse, Chagall y otros.
Ananá o piña (nombre científico Bromelia ananás L., y sus variedades), esta fruta es muy apreciada en la cocina; se utiliza en variadas recetas; la pulpa, en comidas; la cáscara o el zumo, en bebidas. Sus propiedades medicinales fueron aprovechadas en farmacología.
Editor: Jorge Ignacio Covarrubias, secretario general de la ANLE