Kayla quiere tocar la Luna

No solo los hombres lobo viven el éxtasis de la Luna llena. Desde que aprendimos a contemplar el cielo nos hemos encandilado con ese astro luminoso que atraviesa las noches, a veces como la sonrisa de un gato enigmático, otras como una redonda máscara luminosa. Y cuando desaparece, nos sentimos un poco más solos en la inmensidad del universo.

Kayla es una niña estadounidense de dos años. “Ha estado obsesionada con la Luna desde antes de que pudiera hablar”, relata su padre en la descripción de un video titulado “Kayla ama la Luna”, visitado cerca de un millón de veces en Youtube y con cientos de comentarios. Las imágenes de la niña señalando al satélite natural de la Tierra nos conmueven por su diáfana ternura.

¿Qué ves?, le pregunta el padre. ¡La Luna!, exclama la niña. ¿Puedes alcanzarla? No, no puedo, se lamenta ella. Salta, salta para tocarla, le propone él. Oh, oh, no puedo alcanzarla, suspira la pequeña.

Desde los tiempos de Julio Verne y De la Tierra a la Luna, las misiones del programa Apolo y el “gran salto para la humanidad” de Neil Amstrong, hasta la locura del empresario estadounidense Dennis Hope, que se autoproclamó en 2004 presidente de la Luna, donde ha vendido ya 2,5 millones de acres (un millón de hectáreas), las aventuras lunares han inspirado a generaciones de hombres y mujeres. Quizás en un futuro la pequeña Kayla integre una de las nuevas misiones espaciales encargadas de redescubrir para provecho humano los rostros de nuestra luminosa vecina.