Mitos y verdades sobre los mosquitos

(Wikimedia Commons)
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Los científicos suelen ser – de hecho, salvo contadas excepciones, lo son – auténticos apasionados en su campo. Aunque se especialicen en organismos como Anopheles gambiae, el mosquito de la malaria. Y por eso responden a todas las preguntas que se les hacen sobre su especialidad. El caso de Jason Pitts, reconocido experto en estos insectos, ha ido incluso más allá: se ha dedicado a desmontar ciertos mitos sobre los que él llama “los bio-terroristas definitivos”.

Porque la cultura popular tiene una serie de ideas sobre estos mosquitos bastante erróneas, y otras que sólo son en parte ciertas. Una de las favoritas, tanto de la gente como de este investigador, es su atracción por el queso.

Pero no por cualquier queso. A mediados de la década de los 90 un equipo de investigación holandés descubrió que los Anopheles se sentían atraídos por el queso Limburger. Este producto tiene su origen en Bélgica, en los monasterios trapenses famosos por sus cervezas.

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Lo que resulta curioso es que los mosquitos se acerquen a un producto del que poco pueden sacar. Un hematófago – que se alimenta de sangre – poco provecho va a sacarle a un queso. El secreto está en que huele a pies. Literalmente huele a pies, porque las bacterias que recubren el queso son muy similares a las provocan nuestro olor. Y eso es lo que los atrae, no el queso en sí mismo.

Otra cuestión que le preguntan a menudo tiene que ver con los “mosquitos gigantes”. Si son los más grandes que se conocen, si son peligrosos... Según explica el doctor Pitts, lo primero es preguntar cuánto es “gigante”. Porque si supera los cinco centímetros, no es un mosquito.

En ese caso, se trata de otro tipo de insecto muy relacionado conocido como típula, o tipúlidos. En algunas partes de España se les llama “sacaojos” - sacagüeyos en Asturias, en concreto – y no son mosquitos. Tampoco se alimentan de sangre, y por lo tanto no pican. Ni de larvas de mosquito, como se piensa en algunos lugares.

Las dos historias anteriores son curiosidades, que pueden resultar graciosas. Pero también da algunos datos que pueden resultar muy útiles, sobre todo por el contraste con lo que la gente cree.

En muchos lugares donde los mosquitos de la malaria son comunes existe el convencimiento de que el alcohol sirve de repelente de estos insectos. Y la gente bebe en grandes cantidades, con la intención de que salga alcohol durante la noche y así evitar picaduras.

Lo malo de esto es que es contraproducente. De hecho, es un peligro porque los mosquitos se sienten atraídos por este olor. De nuevo, no por el alcohol en sí mismo, sino por los compuestos que producen las bacterias que metabolizan este desecho en nuestra piel. En lugar de ahuyentarles, se está atrayendo a los mosquitos con el peligro que supone.

En su texto, el investigador también explica cómo eligen estos mosquitos sus presas – tanto si sólo pican a humanos, como por qué pican más a unas personas que a otras – , si son capaces de volar durante una tormenta o lo poco que sabemos sobre cómo eligen pareja. La verdad es que merece la pena visitarlo para saber más de este insecto.

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Publicado originalmente en Apuntes de Naturaleza