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Los manatíes son primos de los elefantes

Cuando hacemos una lista de mamíferos marinos, uno de los grupos que se incluyen son los sirenios. Aunque, tal vez, sean más conocidos como manatíes y vacas marinas. Y con un simple vistazo, los asociamos a las ballenas, con las que comparten el diseño del cuerpo.

Si viven en el mismo hábitat, se parecen por el aspecto y los englobamos en el mismo grupo, serán lo mismo, ¿no? Según se explica en un artículo reciente, no lo son. De hecho, su primo evolutivo más cercano sería el elefante. No el elefante marino (Mirounga sp.), sino el majestuoso animal que asociamos con la sabana africana entre otros lugares. Nada que ver con los cetáceos a los que se asocian los sirenios comúnmente.

Aunque, en realidad, sobre lo que trata el artículo es algo más complejo que todo esto. Hoy en día se conocen muy pocas especies de sirenios. Según dónde se consulte la información, el total es de cuatro o cinco. No hay más.

Pero esto no fue siempre así. En el registro fósil hay muchas más especies, algunas pertenecientes a grupos de los que hoy no queda ningún animal. Lo curioso es que todas estas especies provienen de un ancestro común que dio lugar a los sirenios por un lado, y a los proboscídeos – entre otros, los elefantes – por el otro.

Los restos más antiguos de animales de este grupo que se han encontrado tienen aproximadamente 50 millones de años. Prorastomus sp., que así se llama la especie, era aún semi-acuático. Vivía en la costa de lo que actualmente es la isla de Jamaica.

Sobre este fósil no hay muchas dudas. La cosa se complica cuando pasamos a los siguientes restos del grupo. Para empezar, porque ya se trata de animales completamente adaptados a una vida marina. No se han encontrado restos intermedios.

En segundo lugar, porque están en una región muy distante. En concreto, en Bélgica y Alemania. Y la diferencia temporal también es importante. Los restos centroeuropeos tienen 30 millones de años. Es decir, que hay una laguna de 20 millones de años de los que no se sabe nada.

Pero la cosa no queda ahí. Según se explica en el artículo, lo que se creía que eran los resto de una única especie, Halitherium schinzii, podría no serlo. Entre las piezas fósiles que se encontraron, una de ellas no encaja. Se trata únicamente de un diente, pero presenta condiciones tan distintas que obliga a pensar que se trata de un espécimen completamente diferente.

La conclusión, en este caso, es que en tiempos remotos hubo al menos dos especies de vacas marinas poblando las aguas del centro de Europa. Y que la evolución de los manatís y sus congéneres es más complicada de lo que se pensaba.

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