Cómo comprobar que una leyenda era cierta usando un barco de juguete LEGO

Un carguero afronta una ola gigante en el Golfo de Vizcaya, foto tomada en 1940
Un carguero afronta una ola gigante en el Golfo de Vizcaya, foto tomada en 1940

Durante siglos los relatos y testimonios de algunos marineros hablaban de un tipo de ola que surgía de repente en el mar que, sin saber de dónde había salido, se levantaba hasta tapar el horizonte y era capaz de destrozar a cualquier barco por muy grande que fuese.

Se les conoce con muchos nombres, ola vagabunda, ola monstruo, ola gigante… Sin embargo, hasta hace muy poco no eran más que un mito que circulaba de taberna en taberna, de puerto en puerto… nada más que una leyenda marinera.

Imagen tomada desde el Stolt Surf
Imagen tomada desde el Stolt Surf

En 1977 un petrolero llamado Stolt Surf encontró una gigantesca ola mientras atravesaba el Pacífico. Rápidamente, uno de los ingenieros a bordo, cogió su cámara de fotos y capturó una imagen en la que se observa una gigantesca pared de agua que posteriormente se estimó en algo más de 20 metros de altura.

Pero la prueba definitiva iba a llegar en la mañana del 01 de enero de 1995, cuando los trabajadores y técnicos de la plataforma petrolera de Draupner en el Mar del Norte asistieron boquiabiertos a un hecho realmente insólito. Inmersa en una potente tormenta, aquella plataforma estaba recibiendo el impacto de fuertes olas de hasta doce metros de altura, cuando de repente, el dispositivo láser instalado a bordo detectó algo que hasta ahora se pensaba imposible… hacia ellos se abalanzó una inmensa muralla de agua que doblaba la altura de las olas más grandes y que alcanzó 26 metros según las mediciones del láser.

Era la primera vez que se tenían datos precisos y seguros de la existencia de las olas monstruo…

Imagen desde el Stolt Surf
Imagen desde el Stolt Surf

Este descubrimiento fue un shock que conllevaría importantísimas consecuencias en la navegación mundial, puesto que los barcos y plataformas actuales se habían desarrollado para soportar olas con una altura máxima de 15 metros… Además podría ser la solución más lógica al hundimiento de docenas de petroleros y cargueros gigantes en las últimas décadas que, hasta ahora, no tenían explicación.

De hecho, este descubrimiento de la existencia real de olas vagabundas llevó a la Unión Europea a financiar el proyecto MaxWave (Ola Máxima) que en 2004 fue capaz de detectar varias olas de este tipo mediante el radar instalado en satélites de la ESA.

Desde entonces los científicos han estado estudiando la física detrás de estas monstruosas olas y han llegado a una definición general precisando que son aquellas olas cuya altura es mayor que el doble de la media de altura del tercio mayor de las olas de un registro.

Uno de los estudios más curiosos que se han realizado hasta la fecha sobre olas vagabundas lo acabo de encontrar gracias a un post publicado ayer en Io9, que referencia un artículo científico del Journal of Physics Review en el que unos científicos australianos han conseguido recrear artificialmente por primera vez una de estas olas vagabundas en un tanque de agua, haciendola estampar contra un pobre barco pirata de lego…

En el video pueden observar cómo los investigadores han conseguido recrear el proceso por el que aparece una ola mucho mayor que el resto de olas que la acompañan sin que haya ninguna causa externa que la genere.

Conseguir las ecuaciones correctas que expliquen cómo se generan estas olas gigantes a gran escala nos puede ayudar a construir un modelo teórico de detección que evitaría naufragios y salvaría muchas vidas.

Referencias científicas y más información:

A. Chabchoub, N. Hoffmann, M. Onorato, and N. Akhmediev “Super Rogue Waves: Observation of a Higher-Order Breather in Water Waves | Phys. Rev. X 2, 011015

Satélites de la ESA descubren olas monstruosas que hunden barcos (ESA)

Olas gigantes, Olas extremas y clima de las olas marinas (Folk.uio.no)

Olas gigantes (Wikipedia)

A Lego Pirate Is Sacrificed To A Colossal Wave In The Name of Science (IO9)


Publicado originalmente en Cuaderno de Ciencias