¿Por qué debería preocuparnos la bolsa de valores?

Esos números, que pocos comprenden, definen la salud económica del mundo (REUTERS/Lucas Jackson)
Esos números, que pocos comprenden, definen la salud económica del mundo (REUTERS/Lucas Jackson)

La bolsa cierra con pérdidas, ligera alza en Wall Street, la bolsa de Tokio sube, el ÍBEX 35 cambia de rumbo, la bolsa de México avanza… Cada día la prensa financiera nos bombardea con cientos de titulares sobre los vaivenes de los mercados de valores. Noticias de otro planeta para la mayoría de los habitantes de este, que no poseen acciones, ni bonos, ni títulos, ni dinero para invertir.

Sin embargo, los impredecibles movimientos de los mercados bursátiles afectan a todos. Ese mecanismo financiero ha penetrado tanto a la economía mundial, que ni siquiera los habitantes de una tribu en el Amazonas o en la bahía de Bengala escapan a su influencia indirecta. ¿Deberíamos digerir entonces toda esta información? Definitivamente no.

De hecho, los expertos en finanzas personales recomiendan trazarse un plan y abstenerse luego de las páginas financieras. Además, pocos entienden el “dialecto” de las bolsas, salvo los profesionales del sector o quienes lo haya estudiado de manera autodidacta.

Pero deberíamos reconocer, al menos, la existencia de estos sitios –reales como el New York Stock Exchange (NYSE) o virtuales como el Nasdaq. Y preguntarnos por qué el inestable humor de un puñado de corredores, la especulación, la codicia ciega y algunos algoritmos han tomado el control de las vidas de miles de millones de personas. ¿Acaso la sociedad moderna podría prescindir de las bolsas? ¿O los Estados deberían fortalecer las regulaciones para evitar debacles como las de 1929 y 2008?

Los movimientos de la bolsa dependen también de la psicología de los corredores (AP Foto/Mark Lennihan)
Los movimientos de la bolsa dependen también de la psicología de los corredores (AP Foto/Mark Lennihan)

De la bolsa al bolsillo

Pongamos que usted es un trabajador de clase media, con algunos ahorros para el retiro, una discreta cuenta en el banco, un auto tal vez… o un profesional con salario suficiente para comprar fondos mutuos, guardar dinero al abrigo de los impuestos… o un humilde empleado, que vive de cheque en cheque. La compleja realidad supera esos tres personajes. Digamos entonces, simplemente, usted.

¿Recuerda lo que ocurrió entre 2008 y 2009? Muchos sufren aún las consecuencias de aquella crisis financiera, estrechamente ligada a caídas en picada de las más importantes bolsas del planeta. La onda de choque impactó a quienes tenían acciones en los mercados, o no. ¿Cuántos perdieron su empleo, su casa, su futuro? Y la abrumadora mayoría de los perdedores no habían invertido un centavo en valores bursátiles.

Los vaivenes en Wall Street y sus similares influyen en las decisiones que toman empresas y gobiernos. Por ejemplo, una compañía devaluada podría acudir a despidos para incrementar su valor frente a los inversionistas. Las caídas o ascensos en la bolsa actúan también sobre las tasas de interés de las hipotecas. Y los gobiernos, que financian parte de sus planes sociales con la emisión de bonos, modificarán sus políticas ante un panorama bursátil adverso o prometedor.

Veloces algoritmos y corredores, los dedos del mundo

El 1 de agosto de 2012 la firma Knight Capital perdió 440 millones de dólares. Siete ceros: 440,000,000. Una cifra que muy pocos en el planeta pueden contemplar en sus reportes bancarios. ¿Qué sucedió? Un error de código en el programa informático que se encargaba de gestionar las órdenes de compraventa. El despertar inesperado de un “código muerto”, como un zombi.

Las primeras acciones en la historia, de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, se vendieron en Ámsterdam (Wikimedia Commons)
Las primeras acciones en la historia, de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, se vendieron en Ámsterdam (Wikimedia Commons)

Algo parecido ocurrió durante el famoso Flash Crash del 2010, cuando la inversionista Waddell & Reed Financial Inc. vio esfumarse millones de dólares por otro desliz informático. El problema provocó una caída momentánea de alrededor del 10 por ciento en el índice Dow Jones Industrial Average. Y la anomalía apenas duró media hora.

Los mercados financieros dependen en gran medida de complejos algoritmos matemáticos, integrados en programas computacionales que ejecutan cotidianamente las operaciones de compraventa. Pero detrás de todos esos códigos hay seres humanos, ingenieros de carne y hueso, que pueden equivocarse. O las computadoras fallar, como sucedió el 8 de julio en el NYSE, que debió cerrar sus labores por unas cuatro horas.

En resumen, los movimientos financieros que determinan el rumbo económico del planeta están controlados por máquinas (¿alguien dijo The Matrix?). Y también por nerviosos corredores de bolsa, poseídos por la fiebre de la especulación. Actúan como los dedos de un marionetista. ¿Tranquiliza saberlo, eh?

Las bolsas no desaparecerán mañana. Este mecanismo de financiamiento nos ha acompañado durante siglos. El primer mercado de valores reconocido como tal abrió en Ámsterdam en 1602, pero desde mucho antes las deudas se comerciaban en Europa. Luego, solo quedaría establecer normas de negociación más estrictas, a la medida del peso de este mecanismo sobre el presente y el futuro de la sociedad humana. Pero eso obligaría a cambiar la naturaleza del sistema… Otra quimera.