Los sonidos que aturden y matan

Hitler ordenó la creación de un arma sónica, pero nunca entró en combate.
Hitler ordenó la creación de un arma sónica, pero nunca entró en combate.

El más reciente libro del artista escocés Steve Goodman hace pensar que, después de todo, aquella historia bíblica de muros derribados por un atronador sonido de trompetas no exageraba. Al parecer las gruesas murallas de Jericó se desmoronaron porque los siete cuernos soplados al unísono por los sacerdotes de Josué eran, en realidad, los tatarabuelos de los modernos cañones sónicos.

"Martial Hauntology", algo así como el Arte de Asustar en la Guerra, revela en un libro de 112 páginas y un vinilo con 40 minutos de grabaciones la fascinante historia de cómo el sonido ha sido empleado con fines militares o represivos.

De Hitler a Vietnam

Se trata de los hallazgos del proyecto AUDiNT (acrónimo de Audio e Inteligencia), una colaboración entre Goodman –nativo de Glasgow, conocido en el mundo de la música electrónica por su alias Kode9—y el investigador Toby Heys, de la Manchester University. Sus descubrimientos demuestran cómo las frecuencias ultrasónicas, sónicas e infrasónicas han sido usadas como un arma más o menos sutil para alterar estados sicológicos, fisiológicos y arquitectónicos.

Quienes padecieron el rugir de las vuvuzelas en el Mundial de fútbol Sudáfrica-2010 recuerdan que un ruido sostenido, a elevados decibeles, provoca irritación, dolores de cabeza e incluso taquicardia. Pero hablamos de algo peor: un sonido capaz de matar a toda persona en un rango de 100 metros en apenas medio minuto.

Y no es ciencia ficción. Se dice que lo construyeron ingenieros nazis al mando de Albert Speer, a quien Hitler le encomendó en 1944 crear armas que pudieran inclinar la balanza a su favor en la casi perdida Segunda Guerra Mundial. Aunque nunca lo desplegaron en batalla, sentaron un preocupante precedente.

Durante la Guerra de Vietnam, Estados Unidos experimentó el uso del sonido como arma psicológica (US Army - Wikimedia Commons)
Durante la Guerra de Vietnam, Estados Unidos experimentó el uso del sonido como arma psicológica (US Army - Wikimedia Commons)

El uso del sonido en la guerra ha sido una inquietud recurrente para Goodman. En su libro “Sonic Warfare” (2009) incluyó el capítulo “Proyecto Jericó”, en el cual explora varias campañas de la División de Operaciones Psicológicas (PsyOps) del Ejército de Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam.

Entre esas destaca la Operación “Wandering Soul” o Alma Errante: un dispositivo denominado The Curdler, instalado en un helicóptero, que emitía voces fantasmagóricas para perturbar al enemigo. Lastrados por supersticiones y creencias, muchos no se percataban de que se trataba de un lamento artificial y temían haber escuchado una fatal premonición de sus propias muertes.

Seguramente esta táctica le recordó la emblemática escena de la película Apocalypse Now (1979), cuando una flota de helicópteros avanza hacia su objetivo al amenazante son de la Cabalgata de las Valkirias. "Uso Wagner porque le pega un susto infernal a los viets", explicaba en la cinta el personaje interpretado por Robert Duvall.

Heavy Metal para la tortura

Si bien una sinfonía difícilmente moleste a alguien, la música popular ha sido empleada reiteradamente para torturar prisioneros de guerra, a despecho incluso de la Convención de Ginebra. En 2003, la BBC reportó que interrogadores de Estados Unidos usaron canciones de Metallica, Skinny Puppy y hasta de Barney el Dinosaurio para hacer hablar a sus cautivos iraquíes.

Según el sargento Mark Hadsell, aquella gente nunca había oído heavy metal, y no podían soportarlo. “Si lo escuchan durante 24 horas seguidas sus funciones corporales flaquean, la voluntad cede y ahí los interrogadores tienen mejores opciones de sacarles información”, dijo Hadsell a Newsweek.

Tal revelación desató un curioso debate entre quienes cuestionaban moralmente tales tácticas y quienes creían que el Ejército debía pagar derechos de autor a los artistas por el uso de su música. Por ejemplo, Skinny Puppy planteó una demanda contra el Departamento de Defensa de Estados Unidos, mientras a James Hetfield, vocalista de Metallica, le pareció gracioso que usaran su canción “Enter Sandman” para torturar iraquíes.

Un grito contra la muchedumbre

También en Palestina fue usado por primera vez un dispositivo sonoro capaz de dispersar movilizaciones. Ocurrió el 13 de junio de 2005 en Gaza, donde un aparato conocido como “The Scream” (El Grito) emitió un ruido tan ensordecedor contra una muchedumbre que muchos sintieron su cabeza explotar.

El tal Grito no era otra cosa que un LRAD, siglas en inglés de “long range acoustic device” o dispositivo acústico de largo alcance. Creados en San Diego, California, por la American Technology Corporation, estos artefactos han demostrado su efectividad en alta mar como protección contra ataques piratas, pero también como alarma sonora de hasta 150 decibeles dirigida hacia grandes multitudes.

En los últimos años, la ahora conocida como LRAD Corporation incrementó las ventas de un equipo cuya utilización ya trasciende el ámbito militar: en Estados Unidos se desplegaron LRAD’s para desalojar a los manifestantes del movimiento Occupy Wall Street, y durante los Juegos Olímpicos de Londres había uno listo para actuar.

Meses atrás la LRAD Corporation pactó por cuatro millones de dólares la venta de su dispositivo más poderoso a un país del Medio Oriente: el LRAD 2000X, capaz de hacer escuchar su sonido a más de tres kilómetros y medio. Aunque los detalles del destinatario y uso futuro no trascendieron, nadie espera que lo utilicen para conciertos o carnavales. Otra vez la historia lleva un poderoso cañón sónico a las inmediaciones de la Tierra Santa, un territorio necesitado, sin dudas, de menos ruido y más nueces.