Saint-Denis: cuando el ego vale más que arriesgarse a morir por culpa de una bala

Saint-Denis: cuando el ego vale más que arriesgarse a morir por culpa de una bala

Carme Chaparro // Saint-Denis (París) Justo tras las explosiones, tras los tiroteos que han durado casi tres horas y tras esa suicida que a punto ha estado de tirar abajo un edificio. Justo tras una de las operaciones antiterroristas más espectaculares de Francia, incluso antes de que acabara, cuando aún sonaban los disparos y las granadas, dos imágenes chocaban en Saint-Denis.

Una, los curiosos. Mientras Saint-Denis era una localidad aislada, con el metro cortado, las escuelas cerradas y decenas de letreros en las carreteras advirtiendo de que nadie se acercara a esta ciudad al norte de París, los curiosos se agolpaban en la plaza del ayuntamiento. Como si los tiros fueran una atracción turística más, decenas de personas, que en algún momento han sido más de un centenar, se asomaban junto a los periodistas para atisbar algo tras el cordón policial que se extendía 500 metros alrededor de la vivienda en la que se escondían los terroristas. A las diez de la mañana incluso padres con sus hijos se acercaban a ver el “espectáculo”, todos teléfono en mano, para whatsapear o feisbukear o tuitear enseguida a sus amigos que estaban en el lugar más peligroso de Francia en esos momentos, como estaba contando la tele.

Y dos, el negocio. O la oportunidad. En apenas dos horas, más de 10 jóvenes del barrio se han acercado a nosotros con sus teléfonos móviles en la mano. "Miren", nos decían, "miren estas imágenes, ¿las quieres? ¿te gustan? Te las vendo", repetían. Estos chicos, desafiando al impacto de una bala perdida o a nuevas explosiones, han aprovechado que vivían dentro del perímetro de seguridad para grabar algunos de los momentos de la operación antiterrorista. Los imagino agarrando bien fuerte sus teléfonos con una mano, y sacándola por las ventanas y los balcones de sus casas pensando primero en algo para mandar a sus amigos por Whatsapp, pero dándose cuenta después -¿cómo no aprovechar a tantos periodistas de todo el mundo allí?- el negocio.

Al final, sin embargo, resulta que medio barrio había hecho lo mismo, y que decenas de manos aferradas a teléfonos móviles habían salido de decenas de ventanas, balcones o cualquier agujero que permitiera grabar algo de lo que estaba pasando. Y resulta además que algunas de las cabezas que comandaban esas manos no pensaron en el negocio, o no a tiempo, y quisieron antes que nada presumir de sus hazañas colgando las imágenes en YouTube.

Y de allí, amigos, las hemos sacado todos. Gratis.