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Otra víctima del ciberacoso

Rehtaeh Parsons (Foto tomada de Facebook)
Rehtaeh Parsons (Foto tomada de Facebook)

Rehtaeh Parsons murió un poco cada día durante más de un año hasta que la semana pasada decidió terminar con su agonía y suicidarse. Una foto violenta, una comunidad indiferente, un sistema de justicia demasiado lento y la presión insoportable en las redes sociales se acumularon para agotar los deseos de vivir de esta adolescente canadiense.

La muerte de Parsons ha reavivado el debate sobre el ciberacoso en Canadá, un flagelo que agobia a los jóvenes en un mundo súper conectado y donde no pocas veces Internet se transforma en escenario de la crueldad colectiva. El país norteamericano aún recuerda el suicidio de otra adolescente, Amanda Todd, quien conmovió a los internautas con su historia mediante un video despedida en Youtube.

La madre de Parsons, Leah, relató al periódico The Chronicle Herald la odisea sufrida por su hija luego de que cuatro compañeros de escuela la violaran en una fiesta. Uno de ellos tomó una foto y la distribuyó entre los alumnos del colegio secundario y de ahí se difundió al resto de la comunidad de Cole Harbour, cerca de Halifax. La muchacha silenció su drama un tiempo hasta se desvaneció un día mientras hablaba con su madre en la cocina.

Parsons se trasladó a una escuela en la capital de Nueva Escocia, pero los mensajes de sus ex compañeros de escuela la persiguieron. “La gente le enviaba mensajes de texto preguntándole si quería tener sexo, mientras las muchachas le decían que era una ramera”, recordó la Leah, quien compartió con su hija el dolor de cada insulto.

La familia denunció el caso a la Real Policía Montada del Canadá, pero las investigaciones no incriminaron a los protagonistas de la violación. “No había suficiente evidencia para presentar cargos”, aseguró Scott MacRae, vocero de las autoridades, que ahora han abierto una nueva pesquisa sobre las causas de la muerte de Parsons.

Sin embargo, la madre apunta hacia el sistema de justicia como uno de los culpables de la pérdida de su hija. En su entrevista para The Chronicle Herald, Leah señaló cómo los agentes federales no consideraron la distribución de la fotografía de la violación como un elemento incriminatorio, pues faltaban pruebas para designar al autor de la imagen. Además, catalogaron de “problema de la comunidad” el hecho de que se difundiera la instantánea, aunque se tratase del desnudo de una adolescente.

En un comunicado oficial, el ministro de Justicia de Nueva Escocia, Ross Landry, ha asegurado que se reunirá con la familia de Parsons para discutir sobre sus insatisfacciones con respecto al sistema legal.

Leah abrió una página memorial en Facebook para perpetuar la memoria de su hija. “Rehtaeh murió porque cuatro muchachos creyeron que violar a una adolescente de 15 años era correcto y distribuir una foto que arruinaría su espíritu y reputación sería divertido”, afirmó. “En segundo lugar por todo el acoso, los mensajes y la intimidación que nunca le dieron tregua, y por último porque el sistema de justicia le falló”, resumió la mujer.

El suicidio de Parsons ha conmocionado a las redes sociales. En Twitter los hashtag #rehtaeh y #opjustice4rehtaeh han reunido a los usuarios preocupados por el tema. En un comunicado divulgado este jueves, la organización de hackers Anonymous acusó al personal de la escuela secundaria de Cole Harbour de haber ignorado las evidencias de acoso y pornografía infantil, luego de que la foto de la muchacha se convirtiera en un fenómeno viral entre los alumnos. El grupo de activistas prometió continuar la búsqueda de información sobre los culpables del suicidio de la joven, al tiempo que convocó a una manifestación frente a la sede de la policía en Halifax el próximo domingo.

Una internauta escribió en Twitter: “Canadá es como Afganistán. Una pandilla viola a una chica, la “apedrea” hasta la muerte con sus burlas y los policías no hacen nada.”

Lamentablemente, Parsons tenía razón cuando avizoraba que, después de su muerte, las personas comenzarían a quererla y preocuparse por ella, las mismas que antes la habían condenado con su crueldad o su indiferencia.