No es tan fácil ser Charlie

Un letrero con una caricatura religiosa que dice "Dios no existe, si!" realizada por el difunto dibujante francés Cabu es expuesta bajo la estatua de la plaza de la República en París, el 7 de enero de 2015, tras el mortal ataque contra el semanario Charlie Hebdo
Un letrero con una caricatura religiosa que dice "Dios no existe, si!" realizada por el difunto dibujante francés Cabu es expuesta bajo la estatua de la plaza de la República en París, el 7 de enero de 2015, tras el mortal ataque contra el semanario Charlie Hebdo

La culpa del atentado contra Charlie Hebdo en París la tienen solo quienes apretaron el gatillo y su ideología loca. Cuando el autor del atentado es un noruego chalado o un americano enfermo, nadie duda de que son parias que deben ir a juicio y afrontar las consecuencias.

Pero cuando son musulmanes hay otra exigencia. El motivo no es racismo: desde hace décadas grupos que se basan en lecturas radicales de esa religión matan a gente por el mundo. Los actos de los terroristas del Charlie Hebdo pueden por tanto estar ligados a bandas que tienen en su haber miles de muertos. No son un caso automáticamente aislado: puede serlo o no. Es obvio en consecuencia que queramos saber todos los detalles sobre su relación con el yihadismo. Pero aquí empieza lo borroso.

El islam considera blasfemia dibujar al profeta Mahoma. Las caricaturas de Mahoma publicadas por el periódico danés Jyllands-Posten en 2006 causaron manifestaciones violentas por todo el mundo. Once países musulmanes los condenaron. La revista Charlie Hebdo republicó las caricaturas en 2006 y cogió el relevo de los daneses.

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Desde entonces hasta el 7 de enero Charlie Hebdo había provocado otros tres conflictos. En 2012, su director, Charb, decía: "Preparamos ahora el número 1.058 de Charlie Hebdo. Solo ha habido tres portadas que han provocado un escándalo, las tres sobre el islam".

En septiembre de 2012, cuando en Estados Unidos apareció una película que se mofaba de Mahoma y mataron -aparentemente sin relación con la cinta- al embajador de Estados Unidos en Libia, Chris Stevens, una portada de Charlie Hebdo provocó el cierre de 20 embajadas en el mundo. El entonces ministro de Exteriores, Laurent Fabius, se preguntó: "¿Es realmente sensato o inteligente echar leña al fuego?"

Al director, Charb, este comentario no le gustó. ¿Dónde está el límite? Es evidente que dos maneras de ver el mundo chocan: para los musulmanes los preceptos religiosos son importantes; para los occidentales, los derechos básicos son importantes. Todos están en contra de una violencia salvaje como el ataque contra Charlie Hebdo que deja 12 muertos. Pero, ¿y si solo es un poco de violencia? ¿Quemar banderas, apedrear embajadas? ¿Es una manera más legítima de enfadarse? Hay ya más ambigüedad.

Hubo a principios de año un debate magnífico en la BBC para entender el matiz. A un lado está Maajid Nawaz, presidente de la Fundación Quilliam sobre antiextremismo; al otro están el periodista del Huffington Post Mehdi Hassan y el imán Mo Ansar.

En enero Nawaz tuiteó un dibujo de Mahoma y Jesús. Desde entonces ha recibido amenazas de muerte: "Mi intención era crear un espacio para ser oído sin tener que temer constantemente las acusaciones de blasfemia o amenazas de muerte". Hoy Nawaz ha aprovechado en Twitter de nuevo la ocasión para ampliar ese espacio: "RIP las víctimas del terrorisma yihadista en Charlie Hebdo. Por esto tuiteé que es tan importante que los musulmanes estén abiertamente "no" ofendidos por los dibujos".

En el debate de la BBC, los contrincantes de Nawaz hacen equilibrios para decir que los dibujos no les ofenden, "pero" algo hay. Esa debilidad al sentirse ofendido no tiene una relación directa con quienes disparan. Pero, según Nawaz, ese debilidad sentimental cuando otros disparan en nombre de tu religión es un lujo que el islam hoy no puede permitirse. El yihadismo es un enemigo mayor para los musulmanes que la libertad de expresión.

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Sigue de todos modos sin ser tan sencillo. Los musulmanes deben aclararse entre ellos, pero los mismos occidentales tienen un debate para saber si la libertad de expresión tiene límites.

El problema de la periodista Sally Kohn es que ella no es nadie para definir "insultar". Esa definición de insulto solo la puede establecer un juez. Charlie Hebdo ha tenido procesos por caricaturas católicas subidas de tono, pero no violencia. Su objetivo es que el islam "puede banalizarse igual que el catolicismo". Han pagado un precio carísimo por ese derecho. Es un precio que muchos de sus compatriotas y colegas no creen que merezca la pena.

Docenas de medios de todo el mundo han decidido no publicar las caricaturas de Charlie Hebdo para no ofender. Es difícil saber si es por no ofender, por miedo o por prudencia, como el director del británico Jewish Chronicle, que prefiere no poner en riesgo las vidas de su equipo para apoyar un argumento.

Pollard puede tener razón. Pero el Jyllands Posten danés publicó las caricaturas de Mahoma cuando una de sus periodistas supo que dibujantes daneses estaban tan asustados por fundamentalistas musulmanes que no se atrevían a ilustrar una nueva biografía infantil de Mahoma.

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¿Los occidentales deben renunciar a ofender tanto o los musulmanes deben aceptar que Mahoma no es tan sagrado? Cada cual debe responderse. Pero las fronteras son difusas y las conquistas pueden retroceder. En Twitter es fácil ser valiente. Pero ser redactor de Charlie Hebdo era otra cosa: "No todos somos Charlie Hebdo" sería un hashtag más real.