Los verdaderos conejillos de Indias

Los pacientes sometidos a ensayos suelen pertencer a sectores pobres (Yann - Wikimedia Commons)
Los pacientes sometidos a ensayos suelen pertencer a sectores pobres (Yann - Wikimedia Commons)

El auge de los ensayos clínicos en la India ha revelado una sombría trama de corrupción médica, pobreza, falta de regulación gubernamental y procedimientos dudosos por parte de las transnacionales farmacéuticas. Mientras las compañías locales de ensayos clínicos se embolsan cientos de millones de dólares, miles de pacientes sufren las consecuencias de los medicamentos a prueba, muchas veces sin saber que se han convertido en conejillos de Indias.

Cifras hechas públicas por el Ministerio de Salud y Bienestar Familiar revelaron que en los últimos siete años han muerto 2.644 personas durante los ensayos de 475 nuevas drogas. Sin embargo, aseguran las autoridades médicas, solo 80 de esas muertes han sido atribuidas directamente a los experimentos. Los críticos de este boom señalan que tras la mayoría de los fallecimientos ni siquiera se ejecutó una autopsia.

Ensayos sin control

En 2005 el gobierno de la India flexibilizó las regulaciones sobre los ensayos clínicos. Desde entonces las compañías farmacéuticas europeas y norteamericanas han desembarcado en la nación bañada por el Ganges, que ofrece incomparables ventajas: cientos de miles de profesionales de la salud angloparlantes y un arcoíris de etnias repartidas en una población de más de 1.200 millones de habitantes.

Pero el control de la nueva ola de estudios médicos ha demostrado ser ineficaz y ha despertado crecientes cuestionamientos en la sociedad civil india. De acuerdo con un extenso reporte publicado por la cadena británica BBC en octubre pasado, la agencia reguladora estatal carece de inspectores suficientes para hace cumplir con las normas y responder a las reclamaciones.

Lejos de la mirada del gobierno central, los llamados comités de ética se encargan de rechazar o dar luz verde a los ensayos. Según el informe de la BBC, la mayoría de esos comités no han sido supervisados por las autoridades de salud, mientras mantienen en secreto los métodos que emplean para validar los estudios clínicos. La Ley de Medicamentos y Cosméticos de 1940, enmendada en 2005, no contempla castigo si alguno fuese encontrado culpable de prácticas reprochables.

En 2011 activistas de salud denunciaron al Contralor General de Medicamentos de la India la persistencia de irregularidades en los ensayos realizados a 3.300 pacientes del hospital público de Maharaja Yeshwant Rao, en el empobrecido estado de Madhya Pradesh. Según las pruebas presentadas por los demandantes, los voluntarios no recibieron información adecuada sobre los exámenes, pues la documentación había sido redactada en inglés. Sin conocer detalles de los procedimientos, esas personas aceptaron el tratamiento. Ninguno estaba protegido por algún tipo de seguro o compensación si había consecuencias sobre su salud.

Aunque las autoridades estatales han multado a varios médicos por ejecutar prácticas inadecuadas durante las pruebas clínicas, esas penas palidecen ante los enormes beneficios que reciben de las farmacéuticas. El salario medio de un galeno recién graduado en la India no supera los 350 dólares al mes, una cifra irrisoria frente a los miles de dólares de recompensa por el reclutamiento de voluntarios.

La inversión privada supera ampliamente la parte estatal de la salud india (EFE)
La inversión privada supera ampliamente la parte estatal de la salud india (EFE)

Víctimas de la desesperación y la ignorancia

La abrumadora mayoría de los indios depende de un sistema de salud pública incapaz de cubrir las necesidades básicas. El gobierno de Nueva Delhi apenas dedica el uno por ciento del Producto Interno Bruto al presupuesto de salud, el resto del financiamiento proviene de instituciones privadas y del bolsillo de los ciudadanos. De acuerdo con el sitio web Health.india.com, cada año los gastos en salud hunden en la pobreza a 39 millones de personas en el país asiático.

En regiones donde prevalece la miseria, como en Madhya Pradesh, los voluntarios de los ensayos médicos suelen ser pobres y analfabetos. La angustia y el desconocimiento han conducido a miles de ellos a las salas donde las transnacionales farmacéuticas, mediante las llamadas Organizaciones Externas de Investigaciones Clínicas, realizan sus pruebas.

Entre las víctimas abundan los parias, integrantes del sector más bajo en el sistema de castas que divide a la sociedad india. Sorprendidos por el inusual interés de los médicos en administrarles costosos medicamentos, aceptan confiados los tratamientos. En caso de muerte o aparición de nuevos padecimientos, las posibilidades de acudir a la justicia y ser indemnizados son prácticamente nulas.

Un floreciente negocio

Para la industria farmacéutica, la India representa un sitio ideal por el bajo costo de los ensayos clínicos y las facilidades que ofrecen las leyes en vigor. La realización de estos exámenes en países de bajos y medianos ingresos como China, Indonesia y Tailandia permite a las transnacionales de los medicamentos un ahorro de alrededor del 60 por ciento, en comparación con los mismos estudios si se efectuaran en Europa o Norteamérica.

Para la economía de la India este boom representa una inyección anual de alrededor de 1.000 millones de dólares. El sector ha crecido de manera espectacular en la última década: en 2002 apenas generaba 70 millones de dólares, según datos de la Confederación de Industrias de la India.

Las grandes compañías farmacéuticas como Novartis, Pfizer, Merck, Glaxo SmithKline and Boehringer Ingelheim y Johnson & Johnson, aseguran que sus ensayos clínicos en la India siguen las regulaciones de la Asociación Médica Internacional (WMA). Estas normas impiden, al menos en teoría, que las personas reciban información precisa sobre las pruebas y no sean utilizadas como conejillos de Indias.

Pero más de 8.600 kilómetros separan la sede de la WMA en el apacible poblado francés de Ferney-Voltaire, de las comunidades miserables de Madhya Pradesh. Y a juzgar por los hechos, las impecables resoluciones de la Guía de Buenas Prácticas, refrendadas por Europa, Japón y Norteamérica, suelen resultar ininteligibles en esa remota región de la India.