Los cuervos pueden resolver la fábula de Esopo, pero peor que los niños

Una de las fábulas más famosas de Esopo tiene como protagonista a un cuervo. El pájaro, sediento, se acerca a beber de una jarra, pero el agua queda fuera de su alcance. El ave, con gran inteligencia, busca unas piedras, las echa en la jarra haciendo subir el nivel del agua, y consigue beber. No hay ejemplo más claro de que una situación de dificultad agudiza el ingenio.

Y esta misma idea la ha utilizado un equipo de investigación de la Universidad de Cambridge en un estudio reciente. Los científicos se hicieron dos preguntas. La primera era si los cuervos realmente podrían resolver el problema al que los enfrentó Esopo. Y la segunda es si aprenderían a hacerlo como los niños humanos.

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Los investigadores prepararon un experimento en tres partes. La primera situación era casi idéntica a la de la fábula. Se enfrentaba a los cuervos a un tubo con agua, en el que flotaba un premio que quedaba fuera de su alcance. Tenían a su disposición piedras de distintos tamaños y piezas de poliestireno. Los pájaros no sólo descartaban el poliestireno, ya que al flotar no les servía para hacer subir el nivel del agua, sino que empleaban las piedras más grandes para tardar menos.

La segunda situación complicaba un poco las cosas. Frente a los cuervos había ahora dos tubos con premio. En un tubo había agua y en el otro serrín, y tenían a su alcance todas las piedras que quisiesen usar. Tras un periodo de ensayo y error, los animales aprendían que el nivel del agua subía, pero no el del serrín.

Cuando los científicos compararon los resultados de los cuervos y los niños en estos dos experimentos, se encontraron con una pequeña sorpresa. Los niños menores de ocho años lo hacían igual de bien que los cuervos, lo resolvían una de cada cinco veces. En cambio, los niños de ocho años en adelante lo resolvían siempre. Se están barajando varias hipótesis de por qué los ocho años marcan dicha barrera.

Los investigadores fueron aún más allá. Querían comprobar si los cuervos tienen lo que se conoce como flexibilidad en el aprendizaje. Es decir, si son capaces de enfrentarse a situaciones que contradicen aquello a lo que están acostumbrados, cosas que no ocurren de manera natural. Para ello prepararon un dispositivo bastante complejo.

El aparato tenía un tubo con forma de U, con una de las bocas más ancha que la otra. La parte de la unión estaba escondida, de tal manera que el sujeto del experimento no podía ver que se trataba del mismo tubo. Y además había un tercer tubo, en este caso recto. Tanto el tubo en forma de U como el recto estaban rellenos de agua, y el premio se encontraba en la parte del tubo en U con la boca más estrecha.

Igual que en los casos anteriores, el animal tenía a su disposición una gran cantidad de piedras, de distintos tamaños. Pero ninguna de ellas podía entrar por la boca estrecha del tubo en U. La única manera de hacer subir el agua y obtener el premio era echar las piedras en la otra sección del tubo en U.

Ninguno de los cuervos fue capaz de superar esta prueba. Algunos llegaban a echar piedras en la sección ancha del tubo en U, pero incluso viendo subir el nivel del agua no eran capaces de continuar con el proceso hasta obtener el premio. Lo que veían en el experimento contradecía todo lo que ya sabían, y no eran capaces de adaptarse al cambio. En cambio, los niños fueron capaces de realizar la prueba con los mismos resultados que las anteriores.

Fuente: Yahoo! España
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