El verdadero peligro que anuncian las aletas de tiburón

El aspecto amenazante de los tiburones oculta su indefensión frente a la voracidad humana (Ken Bondy - Flickr)
El aspecto amenazante de los tiburones oculta su indefensión frente a la voracidad humana (Ken Bondy - Flickr)

Nadie quiere a los tiburones. Salvo un puñado de ecologistas, biólogos marinos y amantes de la vida marina, el resto de los mortales tememos a los escualos. Cargan con una pésima fama, construida por películas –comenzando por Jaws, de Steven Spielberg—y documentales sensacionalistas. Reputación inmerecida.

Nos conmovemos frente a los panda, sufrimos por la desaparición de los osos polares, nos preocupamos, incluso, por la fragilidad de algunos felinos. Pero, ¿quién llorará en el funeral del último tiburón? Todos deberíamos. Los científicos no son capaces aún de imaginar los océanos si se extinguieran estos depredadores. Quizás cuando comprendamos las consecuencias, habrá pasado la hora de salvarlos (y salvarnos).

Una vergonzosa delicia

Busquemos un culpable entre los habituales sospechosos. ¡Los chinos! No nos faltará una buena parte de razón si señalamos con el dedo acusador al gigante asiático. Porque la gran crisis de los tiburones se inició con el despegue económico de China. Entonces millones de personas pudieron acceder a un plato tradicional, pero antes inaccesible al bolsillo de la mayoría: la sopa de aleta de tiburón.

La sopa de aleta de tiburón constituye un plato tradicional en algunos países asiáticos (istolethetv - Flickr)
La sopa de aleta de tiburón constituye un plato tradicional en algunos países asiáticos (istolethetv - Flickr)

No solo en Beijing gustan de esta delicatessen. También la antigua colonia británica de Hong Kong y en otros países asiáticos creció la avidez por el manjar. El resultado se cuenta en millones de animales asesinados cada año.

Resulta casi imposible saber el número exacto de ejemplares muertos, pues a los datos existentes se sumaría la pesca ilegal, las capturas no reportadas y los que son devueltos al mar, aún vivos, pero condenados a morir. Un reciente estudio de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) estimó la matanza anual entre 63 y 273 millones. La cifra citada con más frecuencia por la prensa es 100 millones.

¿Por qué asesinados? Más allá de la gran cuestión sobre el derecho de los humanos a disponer de la naturaleza a su antojo –un debate que excede los objetivos de este artículo—el cercenamiento de las aletas de tiburón muestra el lado más cruel de los hombres. Mutilados, los animales regresan vivos al agua, donde perecen por asfixia o devorados por otros. Como si nos cortasen brazos, piernas y nos abandonasen en la selva.

Esperanza a medias

Las campañas de los grupos ambientalistas para detener el finning (el corte de las aletas) han dado ciertos resultados. Las importaciones hongkonesas han caído en 29 por ciento desde 2011. China, Malasia y la ex colonia del Reino Unido prohibieron el consumo de esa parte del animal en las instituciones gubernamentales. La práctica es ilegal en un centenar de países, mientras otro grupo ha vedado la pesca del tiburón en general.

Las campañas contra el cercenamiento de las aletas de tiburón han ayudado a reducir el consumo (Frank Hebbert - Flickr)
Las campañas contra el cercenamiento de las aletas de tiburón han ayudado a reducir el consumo (Frank Hebbert - Flickr)

Sin embargo, según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), las importaciones de carne de tiburón aumentaron en 42 por ciento entre 2000 y 2011. La comunidad científica teme también que los comerciantes estén cambiando de mercado. En lugar de proveer a los restaurantes chinos, ahora venden su mercancía en Vietnam.

Mientras los gobiernos se deciden a tomar medidas más severas, la extinción amenaza al 17 por ciento de las 1.200 especies de los tiburones y las rayas. En realidad el peligro podría ser aún mayor, porque hay pocos datos sobre alrededor de la mitad de las especies.

¿Planeta sin tiburones?

Ciertamente desaparecerá el miedo a ser atacados por un escualo en la playa. Un incidente más bien raro. De acuerdo con la base de datos del Museo de Historia Natural de la Florida, entre 1580 y 2014 ocurrieron 2.777 ataques no provocados en el planeta. Esto nos deja con un promedio de 6 por año. Y del total solo 497 han sido fatales, o sea poco más de uno cada doce meses.

La matemática no miente: deberíamos cuidarnos más de los perros. Solo en Estados Unidos murieron 32 personas en 2013 por ataques caninos. Homicidios cometidos por “el mejor amigo del hombre”…

La extinción de los tiburones provocará desequilibrios impredecibles en los ecosistemas oceánicos. La ausencia de estos depredadores naturales afecta toda la cadena alimenticia hasta las plantas marinas, han advertido investigadores de la FIU. Los corales en particular sufrirán la ausencia de los escualos y en consecuencia las poblaciones costeras que dependen de los arrecifes perderán su sustento.

El Pew Charitable Trust resume la ecuación de la supervivencia de los tiburones en dos cifras: un ejemplar que habita en los arrecifes aporta 1,9 millones de dólares durante su vida a la industria del turismo. Muerto, su valor desciende a apenas 108 dólares.