El retrato "mágico" de Durero

Hijo

de un notable maestro orfebre, Alberto Durero nació en Nuremberg a finales de mayo de 1471. Bajo la atenta tutela de su padre, sus dotes artísticas no tardaron en manifestarse, y con tan sólo 15 años entró como aprendiz en el taller del pintor Michael Wolgemut. Aquel fue el comienzo de una brillante carrera que terminó convirtiéndole en uno de los grandes de la Historia del Arte.

Durero manifestó toda su vida una personalidad inquieta, siempre dispuesto a aumentar sus conocimientos, y estas inquietudes le llevaron a viajar en dos ocasiones a Italia, donde se impregnó del arte y la filosofía que imperaban en aquel momento.

Aquella fascinante época también fue testigo de la aparición y desarrollo de diversas filosofías y doctrinas esotéricas y, al igual que otros artistas, Durero tuvo contacto con estas ideas, algunas de las cuales influyeron en parte de su creación artística.

Uno de los ejemplos más notables en este sentido lo encontramos en una pintura no muy conocida, el Retrato de Johannes Kleberger. Este personaje fue un rico e influyente comerciante alemán afincado en Lyon, que llegó a convertirse nada menos que en valido del rey Francisco I de Francia. Parece ser que el encargo de esta pintura a Durero se produjo durante un viaje de Kleberger a Nuremberg en 1525, y en ella podemos descubrir algunos símbolos claramente esotéricos.

Si nos fijamos en la esquina superior izquierda de la pintura veremos un extraño emblema, formado por seis estrellas y un misterioso símbolo. Se trata de un símbolo conocido como Sol in corde leonis, "el Sol en el corazón de Leo" o, lo que es lo mismo, la conjunción de la estrella más brillante de dicha constelación —Regulus— con el Sol. Ya desde la Edad Media, este sello o símbolo mágico había sido utilizado con fines curativos: se creía los astros podían influir en la salud.

En época de Durero tuvo un nuevo auge gracias a uno de los escritos mágicos más célebres del momento, el tratado De Occulta philosophia escrito por el sabio y ocultista Cornelius Agrippa. Además de sus supuestos efectos curativos, en aquellos años se creía que las personas nacidas durante esta llamativa conjunción del Sol y Regulus destacaban en su trabajo y estaban destinados a la grandeza, al estar favorecidos por los astros. Este parecía ser el caso de Kleberger, a quien la fortuna le sonreía, y esa es la razón de su presencia en el retrato.

Queda por dilucidar de quién partió la idea de incluir el símbolo mágico. Parece ser que Kleberger tuvo la ocasión de conocer a Agrippa durante un viaje de éste a Lyon, pero también sabemos —gracias a otras de sus obras que tendremos ocasión de repasar— que Durero conoció las teorías ocultistas del mago alemán.