El hombre que tuvo aterrorizados a los habitantes de Nueva York

Antes de los atentados del 11S, en el que se multiplicó la seguridad, la ciudad de Nueva York era el lugar en el que más sabotajes terroristas se intentaban llevar a cabo. Por fortuna, en la mayoría de ocasiones tan solo se trataba de pequeños artefactos caseros y cuyos daños eran mínimos.

Los motivos por los que un grupo terrorista, así como individuos particulares, intentaban cometer algún tipo de atentado podían ser diversos e ir desde la reivindicación política hasta el descontento de un ciudadano anónimo hacia el modelo de Estado, una ley concreta o una empresa y/o estamento gubernamental.

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Esto último es lo que llevó a George Metesky a convertirse a lo largo de 16 años en uno de los hombres más buscados por las autoridades neoyorquinas tras sembrar de terror innumerables lugares de la ciudad a causa de pequeños artefactos explosivos que colocó entre 1940 y 1956.

Afortunadamente no hubo ningún fallecido a causa de las 33 bombas por él fabricadas y tan solo quince fueron las personas heridas.

George Metesky era electricista y ejercía su profesión en la empresa Consolidated Edison. En 1931, a causa de la explosión de una caldera, sufrió un accidente laboral que lo tuvo varios meses de baja y el cual le dejó varias secuelas de las que no pudo recuperarse bien. Tras varias semanas de baja, la empresa lo despidió negándole compensación alguna.

En ese preciso instante la ira de George comenzaría a aflorar. Él tan solo quería que le fuese reconocida la neumonía crónica y la tuberculosis que le había quedado a raíz del accidente y reclamaba algún tipo de compensación por ello.

A lo largo de los siguientes nueve años se dedicó a enviar cientos de cartas (se calcula que fueron 900) al alcalde de Nueva York, diferentes departamentos gubernamentales, a la propia empresa que lo despidió y a multitud de periódicos, pero jamás recibió respuesta alguna a sus peticiones.

Fue entonces cuando decidió cometer pequeños atentados, con el fin de llamar la atención. Su propósito no era causar daños a ninguna persona, por lo que los explosivos que fabricaba tenían una escasa potencia.

Cabe destacar que sus dos primeras bombas colocadas fueron un fiasco y no llegaron ni a explotar. En 1940 colocó la primera en la repisa de una ventana de Consolidated Edison, al cual acompañaba una nota en el que les llamaba ladrones. Un año después lo intentó de nuevo, con el mismo éxito que la vez anterior.

Tras la entrada de los Estado Unidos en la Segunda Guerra Mundial, George mandó varias cartas anónimas a los medios en las que anunciaba que cesaban sus acciones de sabotaje hasta el fin de la misma. A lo largo de los siguientes años tan solo se dedicó a enviar cartas amenazantes en la que denunciaba el abuso de ConEdison y clamaba justicia.

A partir de marzo de 1951 comenzó su periodo de mayor actividad y cuyos objetivos ya no serían las instalaciones de su antigua empresa, sino que decidió sabotear espacios públicos para ver si de este modo las autoridades municipales le prestaban atención y daban solución a su problema.

Durante un periodo de cinco años, en el que fue conocido como “Mad bomber” (el loco de las bombas) colocó artefactos explosivos en lugares tan significativos como la terminal de trenes de Grand Central, la estación de Pennsylvania, el Radio City Music Hall, la Biblioteca pública de Nueva York, la terminal de autobuses del puerto y el edificio de la RCA, el metro y varios cines y teatros de la ciudad.

Esta proliferación de ataques sí que consiguió llamar la atención de la prensa, empezando a publicar noticias que hablaban de un ‘Mad bomber’ que andaba suelto por Nueva York, aterrorizando a sus habitantes.

Hasta 1956 los investigadores no consiguieron tener pistas fiables sobre quién podría ser la persona que llevaba en jaque a toda la policía de NYC y aunque sabían con certeza que se trataba de algún extrabajador de la Consolidated Edison andaban bastante despistados debido al gran número de empleados que habían sido despedidos de la empresa en los últimos años.

Otro de los factores que despistó a los investigadores fue el hecho de que George Metesky había trabajado en las instalaciones que la empresa tenía en Connecticut y tan solo se habían centrado en sus pesquisas en investigar a antiguos empleados de las factorías de Nueva York y Nueva Jersey.

En diciembre de 1956 comenzó lo que se calificó en su día como "la mayor cacería humana en la historia del departamento de policía”, poniendo una recompensa de 26.000 dólares para aquel que aportase alguna pista clave que ayudase a detener a ‘Mad bomber’.

Una minuciosa investigación que tuvo a centenares de agentes e investigadores trabajando noche y día llevó a poder realizar un perfil del hombre más buscado en aquellos momentos por las autoridades, empezaron a unir y contrastar datos, dando con él y procediendo a su detención el 21 de enero de 1957, ocho meses después del que había sido su último atentado.

Tras ser examinado por un equipo psiquiátrico el juez le impuso una condena de 25 años, la cual debería cumplir internado en un centro de salud mental, lugar en el que permanecería hasta 1973 en el que se le concedió la libertad.

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Fuente: Yahoo! España
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