El fotógrafo que retrataba fantasmas

Todo lo relacionado con el mundo de los espíritus, apariciones de fantasmas, médiums y temas paranormales siempre ha fascinado a un gran número de personas. Hoy en día, con todos los avances tecnológicos que existen es muy fácil poder engañar y hacer creer algo a alguien con la intención de sacar una buena suma de dinero.

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Pero si nos trasladamos un siglo y medio atrás podremos encontrar un buen puñado de casos en el que hubo quien, gracias a su ingenio, sacó buen provecho a base de la necesidad que tenían algunas personas en creer en este tipo de fenómenos.

Fue un tiempo en el que las numerosísimas muertes producidas a raíz de la Guerra Civil americana hicieron creer en la necesidad de muchas personas de entrar en contacto con sus familiares fallecidos y en el  que el espiritismo cogió una importante relevancia (incluso en las esferas más importantes de la sociedad).

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Raro era el lugar en el que no se establecía algún médium que se ofrecía para contactar con el más allá; pero también hubo quien afinó el ingenio y montó un negocio que le reportó pingües beneficios, como es el caso de William H. Mumler, quien creó a partir de 1860 un servicio de fotografía en el que retraba a personas acompañadas de 'sus fantasmas'.

Eran los tiempos en el que la fotografía estaba dando sus primeros pasos en firme y Mumler, joyero de profesión, se aficionó y quiso experimentar en un pequeño estudio que montó en la trastienda de su negocio. Cierto día de 1861 apareció frente a sus amigos para enseñarles algo sorprendente: un autorretrato que se había tomado en el que por arte de magia había aparecido la silueta difusa de una mujer joven, indicándoles que posiblemente se tratase de una prima suya, fallecida tiempo atrás.

Gracias a la credulidad de los presentes, este hecho se expandió rápidamente por la ciudad de Boston y no pasaron muchos días para que el periódico local publicase una nota sobre este insólito caso, algo que hizo que multitud de personas acudiesen hasta el local de Mumler solicitándole una fotografía junto a su respectivo espíritu.

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Decidió cerrar la joyería que hasta aquel momento le había dado de comer y centrarse en el lucrativo negocio que acababa de crear. Al ser uno de los pioneros en ese campo, no le faltó un buen número de clientes dispuestos a pagar hasta cinco veces más que por una fotografía normal.

Pero tampoco tardaron otros fotógrafos de la ciudad en señalar a William H. Mumler como un farsante que se aprovechaba de unos conocimientos técnicos para elaborar unas fotografías que se veían claramente manipuladas. Explicaron cómo se podía conseguir que en cualquier retrato apareciese cualquier figura difusa que pudiese confundirse con un espectro. El hecho de realizar la foto con una misma placa en la que aun quedaban residuos de la anterior era uno de los motivos, aparte de la técnica que le aplicase posteriormente en el momento del revelado.

A pesar de todas esas acusaciones, Mumler siguió trabajando sin parar, alcanzando tal fama que en 1868 abrió un segundo estudio, esta vez en la ciudad de Nueva York. Los más escépticos dudaban del fotógrafo que retrataba fantasmas y en colaboración con el periódico The New York Sun intentaron tenderle varias trampas para descubrir cómo conseguía realizar esas fotografías y método que utilizaba. Pero uno tras otro los continuos intentos por desenmascararlo no daban frutos. Aun y así lo llevaron a juicio para que un tribunal lo juzgase y acusase de estafador.

Tras unas semanas de testimonios y argumentaciones el juez no tuvo más remedio que retirar los cargos contra Mumler y aunque el magistrado estaba convencido de que el acusado había usado algún tipo de truco y engaño para realizar las fotografías, la falta de pruebas por parte de la fiscalía, probando cómo conseguía hacerlo, hizo que finalmente se desestimase la demanda.

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Aunque William H. Mumler salió inmune del juicio, este repercutió sensiblemente en su reputación, pero sobre todo lo que más le afectó fue el desembolso de 3.000 dólares que se gastó en abogados.

Tampoco ayudó demasiado a su reputación unos trabajos realizados por encargo de P. T. Barnum, por aquel entonces uno de los mayores tramposos  al que era habitual relacionarlo con todo tipo de estafas y engaños.

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Siguió con su negoció de una manera más discreta, pero seguía proporcionándole unos buenos beneficios, hasta que en 1871 recibió la visita de una ilustre dama que deseaba ser fotografiada junto al espíritu de su difunto marido, fallecido seis años antes.

Esta no era otra que Mary Todd Lincoln, viuda del presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln. Dicho retrato le volvió a proporcionar a Mumler la fama y prestigio que había tenido tiempo atrás, volviendo a ser el más famoso médium capaz de retratar a los espíritus, aunque por aquel tiempo ya eran muchos los que se dedicaban a este lucrativo negocio.

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Jamás se supo qué técnica utilizó William H. Mumler para realizar todas esas fotografías, ya que poco tiempo antes de fallecer en 1884 destruyó todas las placas, negativos y material, quedando tan solo los retratos que lo llevaron a la fama y tanto dinero le reportó.


Fuente: Yahoo! España
El fotógrafo que retrataba fantasmas