El botín de guerra que enfrenta a Rusia y Alemania

El Tesoro Eberswalde refulge en el centro de la controversia (Andreas Praefcke -Wikimedia Commons)
El Tesoro Eberswalde refulge en el centro de la controversia (Andreas Praefcke -Wikimedia Commons)

Más de seis décadas han transcurrido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo esa devastadora contienda aún provoca disputas entre pasados enemigos. Rusia y Alemania, dos de sus protagonistas, sostienen una larga querella en torno al botín de obras de arte tomado por el ejército soviético tras la caída del Tercer Reich.

En el centro de esa discordia, el Tesoro de Eberswalde, una colección de piezas de oro elaboradas entre los siglos X y IX antes de Cristo, incluidas en la recién inaugurada exposición “Edad de Bronce – Europa sin fronteras” del Museo del Hermitage, en San Petersburgo. La apertura de la colosal muestra fue el escenario de un nuevo roce entre Ángela Merkel y Vladimir Putin sobre el botín de guerra soviético.

Putin y Merkel mostraron una fría cordialidad durante la inauguración (EFE)
Putin y Merkel mostraron una fría cordialidad durante la inauguración (EFE)

¿La sangre soviética o la herencia alemana?

A pesar de sus frecuentes desencuentros en temas como la guerra civil en Siria o la situación de los derechos humanos en Rusia, las relaciones entre Moscú y Berlín distan años luz de la beligerancia. Merkel no oculta sus críticas a las derivas represivas del Kremlin, ni Putin baja la voz para exigirle a la canciller federal germana que saque sus narices de Rusia, pero la ojeriza mutua no llega a las manos. Sin embargo, las discrepancias sobre el destino final de los trofeos soviéticos de la Segunda Guerra Mundial mantienen el fuego encendido entre ambos países.

Durante la inauguración en el Hermitage el pasado viernes, Merkel ratificó el reclamo alemán. “Somos de la opinión de que estos objetos deben regresar a Alemania”, afirmó la mandataria. Se refería a 600 de las 1700 piezas expuestas en “Edad de Bronce – Europa sin fronteras”, una exposición preparada durante años por museólogos rusos y teutones.

Putin, menos enfático en sus declaraciones, ha dicho que el asunto resulta delicado y necesita de una mesurada búsqueda de soluciones, en lugar de “inflar el problema”.

Mientras los museos alemanes insisten en reclamar la parte del patrimonio extraída de sus colecciones al final de la conflagración, los sucesivos gobiernos la Unión Soviética y luego sus herederos de la Federación Rusa han respondido siempre con el mismo argumento: el botín de guerra alemán constituye el pago por la muerte de millones de soviéticos y el saqueo de su acervo cultural.

El Altar de Pérgamo, una de las maravillas devueltas por los soviéticos (Jan Mehlich - Wikime
El Altar de Pérgamo, una de las maravillas devueltas por los soviéticos (Jan Mehlich - Wikime

Nazis y soviéticos, un enorme botín

Rusia y Alemania tampoco se ponen de acuerdo sobre la cantidad de trofeos de guerra que el Ejército Rojo llevó a casa después de la victoria. Se estima que alrededor de 2,5 millones de objetos viajaron hacia el Este durante los días de la ocupación soviética de Alemania Oriental.

Pero las autoridades de Moscú desconocen esa cifra y aseguran que apenas el 10 por ciento del botín permanece en suelo ruso, pues entre 1955 y 1960 alrededor de 1,5 millones de objetos fueron regresados a los museos de la entonces República Democrática Alemana. Berlín, por su parte, demanda la devolución del millón de piezas restante. Entre esos trofeos que aún habitan en los museos rusos –específicamente el Museo Pushkin de Moscú--, sobresale el famoso Tesoro de Príamo, que su descubridor Heinrich Schliemann adjudicó al mítico rey de Troya.

Apenas iniciada la invasión nazi a la URSS en 1941, los soviéticos crearon una comisión especial para investigar el saqueo de museos y bibliotecas durante la ocupación fascista. Al desaparecer el estado comunista, el gobierno ruso mantuvo los trabajos hasta el presente. Un cálculo preliminar eleva a más de 1,1 millones las obras de arte, libros y otros objetos de valor patrimonial perdidos, dañados o extraídos de Rusia por las huestes de Adolfo Hitler.

La estela de Naram-Sin (Rama- Wikimedia Commons)
La estela de Naram-Sin (Rama- Wikimedia Commons)

Una vieja tradición de saqueo

Según la organización internacional Saving Antiquities for Everyone (SAFE), el botín de guerra más antiguo registrado es la Estela de la Victoria de Naram-Sin, un rey de Acadia que gobernó en esa región del Medio Oriente entre 2254 y 2218 antes de Cristo. La pieza, que ahora se exhibe en el Museo del Louvre, en París, formó parte de los trofeos reunidos por el monarca elamita Shutruk-Nahhunte, después de su campaña en Babilonia en el siglo XII antes de Cristo. Los arqueólogos encontraron la piedra tallada en las ruinas de Susa, actual Irán.

Mientras el comercio legal de antigüedades reporta ganancias de unos 200 millones de dólares anuales, SAFE estima en miles de millones el valor de las piezas traficadas en el mercado ilegal. Muchas de ellas provienen de países en guerra o donde los gobiernos carecen de recursos para asegurar el patrimonio nacional. La corrupción de los funcionarios encargados de proteger estos valores también abre la puerta a tan jugoso contrabando.

El derecho internacional protege el patrimonio cultural de la humanidad. La Convención de La Haya, de 1954, prohíbe en su artículo tercero el “robo, pillaje o apropiación indebida, y los actos de vandalismo contra los bienes culturales”. La Convención de la Unesco de 1970 exige a los estados firmantes que pongan fin a la importación, exportación o transferencia ilícita de propiedades culturales, “una de las principales causas de empobrecimiento de la herencia cultural” de los países afectados por este saqueo.