¿Juguetonas o inteligentes? Dos visiones para la ciudad del futuro

La alta tecnología permitirá ciudades cada vez más inteligentes en el futuro cercano (elTrekero - Flickr)
La alta tecnología permitirá ciudades cada vez más inteligentes en el futuro cercano (elTrekero - Flickr)

El perfil de las ciudades del futuro comienza a definirse en el horizonte. Y no tenemos que mirar demasiado lejos: urbes americanas como Bogotá y Río de Janeiro han dado los primeros pasos hacia ese confín donde la alta tecnología transformará el paisaje citadino.

En 2050 más del 75 por ciento de la humanidad habitará en asentamientos urbanos. Ese planeta cubierto por metrópolis demandará una gestión muy eficiente de los recursos energéticos, los desechos, la movilidad de sus residentes, el consumo, los espacios de entretenimiento… Ante tamaño desafío, grandes compañías invierten ya miles de millones de dólares en proyectos de “ciudades inteligentes”, mientras los urbanistas se preguntan sobre nuestro lugar en ese porvenir super tecnológico.

Songdo vislumbra el futuro

A menos de una hora de Seúl, una de las capitales más avanzadas del mundo, el Distrito Internacional de Negocios de Songdo ofrece un atisbo futurista. Construida sobre un terreno antes bañado por el Mar Amarillo –se necesitaron 500 millones de toneladas de arena para cubrir el área—la aún discreta urbe es un experimento del gobierno surcoreano, que atrae a multinacionales como Cisco.

Songdo exhibe una inusual combinación de alta tecnología con áreas verdes (elTrekero - Flickr)
Songdo exhibe una inusual combinación de alta tecnología con áreas verdes (elTrekero - Flickr)

Aunque el proyecto debe de terminarse en 2018, los 70.000 habitantes de Songdo ya disfrutan algunas ventajas de vivir en una ciudad “verde”. El 40 por ciento de la localidad está reservado a parques, mientras las anchas avenidas, cruzadas por pasos peatonales, ofrecen espacio a las omnipresentes bicicletas. Además, los residentes pueden cultivar pequeñas parcelas, una parte de las cuales trabajan los pescadores desplazados por la urbanización.

Pero la verdadera diferencia, según los promotores de la ciudad, permanece oculta a la vista del visitante ocasional. El sistema de procesamiento de desechos de la ciudad, por ejemplo, prescinde de contenedores y camiones de basura. Los desperdicios generados por hogares, oficinas y negocios caen en una red de tuberías subterráneas que los conducen a instalaciones de tratamiento. Idealmente todos esos restos se transformarán en energía.

Songdo contará con un sistema de sensores capaz de monitorear y regular parámetros de la vida urbana como el tráfico, el consumo energético y la temperatura interior de los edificios. Todos esos datos ofrecerán a los residentes la posibilidad de interactuar de manera más eficiente con el entorno. En los laboratorios de Cisco se ensayan programas para controlar los electrodomésticos a través de teléfonos inteligentes y microchips para rastrear a los niños.

El gran problema de Songdo, hasta el momento, ha sido el escaso entusiasmo de los surcoreanos. A cuatro años del deadline, apenas alberga a un tercio de la población prevista. Los cronistas que han recorrido sus calles la describen como ciudad fantasma o maqueta de arquitectos.

Más allá del juego, las ciudades lúdicas aspiran a poner al ser humano en el centro del desarrollo urbano (PaulNUK - Flickr)
Más allá del juego, las ciudades lúdicas aspiran a poner al ser humano en el centro del desarrollo urbano (PaulNUK - Flickr)

Bristol, la ciudad lúdica

La euforia tecnológica de las llamadas ciudades inteligentes ha abierto la competencia entre grandes compañías como IBM, Siemens, Microsoft, Intel y Cisco. Cada una de ellas desarrolla programas que prometen resolver problemas comunes a grandes urbanizaciones, desde la contaminación ambiental hasta la congestión en el tráfico. Sin embargo, fuera del mundo empresarial, otras voces reclaman una visión más centrada en el ciudadano.

Bristol, en el Reino Unido, lidera un movimiento internacional de “playable cities” (urbes donde los habitantes, la hospitalidad y la sinceridad son lo más importante) que, según sus fundadores, se opone a la búsqueda a ultranza de la eficiencia como principal objetivo de las “smart cities”. Entendidos de esta manera, los juegos ofrecen la oportunidad a los ciudadanos de compartir el espacio de una manera más creativa y abierta. No se trata solo de jugar, sino de renovar el aliento humano de las ciudades.

El año pasado los habitantes de Bristol experimentaron varias de las iniciativas lúdicas promovidas por el Centro Watershed: una canal acuática de 300 pies de largo, construida sobre una de las principales arterias comerciales de la urbe; el cierre temporal de calles que se transformaban en terreno de juego para niños; y el diálogo con objetos del mobiliario urbano, mediante una aplicación en teléfonos móviles.

Los promotores de esta visión alternativa del futuro citadino se inquietan por el uso de los datos personales en las futuras ciudades inteligentes. Oficinas centralizadas de control de esa información otorgarían un desmesurado poder a intereses privados o autoridades, un riesgo a considerar por la ciudadanía. Además, la deshumanización de las interacciones cotidianas, si las aplicaciones informáticas se imponen al contacto físico, también cambiaría radicalmente lo que históricamente ha dado sentido a las ciudades.