Abrir las venas para escapar de la miseria

Donar un líquido vital para sobrevivir, una de las paradojas de la industria del plasma en Estados Unidos (Vernon Tang - Flickr)
Donar un líquido vital para sobrevivir, una de las paradojas de la industria del plasma en Estados Unidos (Vernon Tang - Flickr)

Los vampiros solo existen en las leyendas de Transilvania, en el cine y en las series de televisión. Ficciones todas. En la dura realidad de millones de estadounidenses, en cambio, vender una parte de su sangre representa una de las pocas alternativas para no morir de hambre. Como víctimas resignadas, se entregan a los laboratorios de plasma, cuyas ganancias eclipsan la riqueza del príncipe Vlad, inspirador de la historia de Drácula.

El negocio de la desesperación

Las fallas en el sistema de ayuda social en Estados Unidos han lanzado a millones de personas al abismo de la extrema pobreza. Estos desamparados sobreviven con dos dólares al día o menos. En ocasiones pasan varias jornadas sin dinero. En el reducido catálogo de métodos para conseguir unos dólares, las donaciones de plasma al menos clasifican como un acto legal… hasta cierto punto.

Antes de cada entrega, los donantes pasan por un chequeo médico y un interrogatorio sobre cuestiones como el comportamiento sexual. Luego les pagan entre 30 y 50 dólares. Legalmente pueden acudir a los laboratorios dos veces por semana. Aunque no parezca una suma enorme –unos 240 dólares mensuales—esa cantidad hace toda la diferencia para quienes poco o nada reciben del estado o el gobierno federal.

Estados Unidos es el único país donde se paga por donaciones de plasma.
Estados Unidos es el único país donde se paga por donaciones de plasma.

En Europa solo se permite una donación cada dos semanas. Las reglas en Estados Unidos son mucho menos estrictas. Ese país produce el 70 por ciento del plasma en el planeta.

No hay estudios que demuestren los efectos de las frecuentes donaciones de plasma sobre la salud. Sin embargo, testimonios recogidos en reportes de prensa describen una serie de síntomas alarmantes: hormigueo y temblores frecuentes en las extremidades, dolores, deshidratación... Mas los necesitados prefieren ocultar esos efectos. Mienten a los laboratorios porque de lo contrario perderían una fuente estable de ingresos, quizás la única.

Y a las farmacéuticas tampoco les interesa reforzar demasiado los controles. La industria ha sido protagonista de escándalos por la contaminación del plasma con VIH (virus de la inmunodeficiencia humana, causante del sida) y Hepatitis C. No obstante, esos incidentes no han impedido el crecimiento de un sector valorado en más de 12.000 millones de dólares. Los productos que se obtienen con una donación de 30 dólares se venden en 10 veces ese monto.

En la sima de la crisis económica de 2008, las donaciones de plasma en Estados Unidos pasaron de 12,5 millones en 2006 a más de 23 millones en 2011. Mucha gente necesitaba dinero. Urgente.

El plasma es una de las reservas de proteínas del cuerpo humano. La industria lo usa para productos como la inmunoglobulina (PressReleaseFinder - Flickr)
El plasma es una de las reservas de proteínas del cuerpo humano. La industria lo usa para productos como la inmunoglobulina (PressReleaseFinder - Flickr)

Cómo sobrevivir con solo dos dólares

La reforma en 1997 del viejo sistema de ayuda social, que databa de 1935, aumentó el número de estadounidenses sin acceso al auxilio para hogares necesitados. Más de cinco millones de norteamericanos no reciben respaldo de ninguno de los cinco principales programas federales: el Medicaid, los subsidios a la vivienda, los créditos de impuestos, los cupones de alimentos y la Asistencia Temporal a Familias Necesitadas (TANF). Ese grupo reside en el subsuelo de la pirámide social: la pobreza extrema.

Para conseguir algún dinero acuden a soluciones desesperadas, e ilegales, como la venta de números de seguro social de los hijos (para que otros reciban los créditos de impuestos) y el cambio de cupones de alimentos por efectivo. Esa odisea cotidiana está descrita en el libro "Dos dólares al día: Vivir de casi nada en Estados Unidos” ("$2.00 a Day: Living on Almost Nothing in America”), de los investigadores Kathryn J. Edin y H. Luke Shaefer.

El problema trasciende las deficiencias de la red de asistencia social en Estados Unidos. Quienes caen en la miseria acceden, si acaso, a puestos de trabajo inestables y mal pagados. Esa precariedad no les permite ahorrar para enfrentar la pérdida del empleo u otra emergencia. Entonces, cualquier contratiempo los hunde. Con cada “zambullida” las posibilidades de regresar al mercado laboral se reducen.

Las donaciones de plasma resumen en una imagen las amargas paradojas de la sociedad norteamericana: sobre la sangre (la vida) de aquellos abandonados a la miseria, surfean los vampiros de las compañías farmacéuticas.