Arenas del Sáhara, un ciclo de muerte y vida en tres continentes

Visión del Atlántico tomada por MODIS en tres pasadas sucesivas el 1 de junio de 2010. (Crédito: NASA).
Visión del Atlántico tomada por MODIS en tres pasadas sucesivas el 1 de junio de 2010. (Crédito: NASA).

En el periodo Jurásico, hace unos 150 millones de años, las masas de lo que actualmente llamamos Sudamérica y África estaban unidas en un solo continente (aún hoy sus siluetas siguen "encajando" a la perfección). Podríamos pensar que actualmente no existe ningún vínculo que una a estos dos continentes, pero las distancias no son tan importantes cuando algo pesa poco y el viento sopla con fuerza (¿Sabías que Brasil y Liberia están separadas por "sólo" 3.000 kilómetros?). La prueba la tenéis en la imagen superior, tomada por un satélite de la NASA el 1 de junio de 2010, en la que se aprecia una nube de arena sahariana alcanzando las costas de Sudamérica.

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En realidad la imagen superior es un puzzle formado por tres fotos, todas ellas tomadas por un aparato llamado MODIS (Espectro-radiómetro y Visualizador de Resolución Moderada) que viaja abordo del satélite de la NASA Terra. Esta sonda orbita la Tierra de polo a polo de forma constante, regresando a la misma latitud aproximadamente cada 90 minutos. Tras cada pasada, el satélite Terra va desplazándose hacia el oeste. No cubre todo el terreno, de ahí que en la imagen podáis ver dos franjas gris oscuro. Así pues, resumiendo, la imagen que veis se formó por la unión de tres partes, separadas en el tiempo por noventa minutos entre cada tercio.

Salta a la vista que América y África no están incomunicadas en absoluto. La conexión ciertamente es ténue, pero tiene una gran importancia. Cada año, principalmente durante el invierno del hemisferio norte, las tormentas de arena del Sáhara trasladan este polvo hasta la cuenca del Amazonas en una cuantía realmente sorprendente: hasta 40 millones de toneladas. Los minerales que componen esta arena arrastrada por el viento, recargan de nutrientes el suelo de las pluvisilvas. Esto tiene una importancia de remplazo capital, porque los nutrientes son barridos del suelo de forma constante por las inundaciones creadas por las lluvias tropicales.

Es curioso, pero en algunas ocasiones, la arena del Sáhara llega a viajar de hasta 8.000 kilómetros desde las zonas desiérticas del Sahel hasta las selvas amazónicas de Sudamérica, así que lo que a un lado del Atlántico representa la desolación y la ausencia casi total de vegatación, contribuye en la otra orilla oceánica a crear un jardín de exhuberancia sin igual.

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Pero la arena no se detiene en el Amazonas. En la misma imagen podéis observar como la nube dorada traza una curva hacia el norte, que alcanzará el Caribe en primavera y el sudoeste de los Estados Unidos en verano.

Tormenta de arena Sahariana sobre la fachada atlántica europea. (Crédito imagen ESA).
Tormenta de arena Sahariana sobre la fachada atlántica europea. (Crédito imagen ESA).

Pero... ¿Qué sucede en Europa? Bien, la arena del Sáhara, barrida por los vientos que soplan hacia el oeste

también alcanza las aguas de

la fachada atlántica europea, donde iguamente juegan su papel germinador. Prueba de ello es otra imagen de 2011 tomada por la ESA (véase abajo), en la que se aprecia una tormenta de arena sobrevolando la península ibérica y alcanzando la bretaña francesa, Irlanda y el Reino Unido.

Las aguas sobre las que cae esta arena también se ven fertilizadas, lo que provoca afloramientos de plancton. No obstante esta fertilización no está exenta de riesgos. Cuando la arena cae sobre el aguaa en demasiada cantidad, puede provocar un crecimiento descontrolado del fitoplancton, lo cual a su vez puede hacer que estas minúsculas criaturas consuman todo el oxígeno disuelto en las aguas, creando las temidas zonas muertas en las que nada sobrevive.

 

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Fuentes consultadas: Earth Observatory y Scientific American.