Billy Joel decide vender la casa de sus sueños
Un adolescente, conocido entonces como William Martin Joel, vivía en Hicksville, un suburbio de clase trabajadora. Su familia tenía tantas limitaciones que no tenían televisor. Aceptó un trabajo agotador pescando ostras por el salario mínimo.
La draga surcaba las aguas del estrecho de Long Island, incluida una bahía que se curva como una coma y da a algunas de las zonas inmobiliarias más caras de Estados Unidos. Desde el barco podía ver una majestuosa mansión de ladrillo.
“Ricos bastardos”, pensó para sí. “Nunca viviré en una casa así”.
Varias décadas y decenas de éxitos en el Top 40 después, Billy Joel —el pescador de ostras convertido en pianista— compró esa mansión en Centre Island en 2002.
Joel, de 75 años, ha contado esa historia muchas veces, incluyendo hasta la grosería, quizá por lo increíble: “La palabra que se aplica es ‘absurdo’. Crecí en una casa en un terreno de unos 1,000 metros cuadrados en Hicksville. Y subía aquí en bicicleta, daba un paseo y miraba a toda la gente rica y los maldecía”, dice.
El miércoles, un equipo de agentes inmobiliarios y publicistas que trabajan en su nombre celebró una jornada de puertas abiertas para venderla. El precio de venta es de 49,9 millones de dólares.
El acto, que duró varias horas, fue solo con invitación, y los agentes inmobiliarios de alto nivel llegaron en lancha. Los compradores potenciales pertenecen al 0,1 por ciento: se esperaba que al menos un multimillonario y el representante de un fondo de cobertura con sede en Bruselas la visitaran. Entre los antiguos vecinos de Joel están Rupert Murdoch, Sean Hannity y uno de los herederos de la fortuna de Exxon Mobil, dicen sus empleados.
Es un grupo de gente que está a un mundo de distancia de la gente con la que solía convivir Joel, cuya identidad y música están estrechamente ligadas a la clase trabajadora de Long Island.
Hicksville, donde creció en las décadas de 1950 y 1960, está a menos de 24 kilómetros de su mansión. Cuando asesinaron al presidente John F. Kennedy, su madre lo envió a una tienda cercana a alquilar un televisor. Volvió con el aparato en una carretilla, explicó su biógrafo Fred Schruers.
Aunque su familia no tenía televisor, sí tenían un piano vertical Lester destartalado, y su madre insistía en que tomara clases, dijo Schruers. Ansioso por salir a jugar con sus amigos, le molestaba practicar, así que aprendió a imitar el estilo de Beethoven lo justo para hacer creer a su madre que seguía las partituras, dijo Joel.
Joel trató de integrar esas modestas raíces musicales en la propiedad cuando la compró, bautizándola como “MiddleSea”, en referencia a su ubicación en medio del mar, en una punta que se adentra en la bahía de Oyster por un lado y Cold Spring Harbor por el otro. Pero también es un doble sentido que hace referencia a la nota do central (C en inglés), la primera que aprenden los pianistas principiantes.
“Si no es porque he podido tomar clases de piano, probablemente nunca hubiera sido capaz de costear una propiedad de altos vuelos como esta. Así que le puse el nombre de la primera nota que aprendí en piano, que fue do”, explicó.
La propiedad de altos vuelos, de 10,5 hectáreas, tiene una residencia principal, una casa en la playa y dos casas de invitados, con un total de 18 habitaciones y 16 baños, así como tres piscinas, una bolera o boliche y un helipuerto.
La dimensión de los terrenos es difícil de explicar con palabras, así que caminé de un extremo a otro de la propiedad. A paso ligero, tardé 9 minutos y 3 segundos, casi lo mismo que me lleva recorrer siete cuadras en Manhattan.
Tanto los huéspedes como Joel se desplazan en carritos de golf eléctricos, como se apresura a señalar el administrador de la propiedad.
Una playa de más de 600 metros bordea la propiedad.
En la “Costa Dorada” de Long Island, como se conoce a la zona, “es raro encontrar una propiedad con 60 metros de playa”, dijo Emmett Laffey, director ejecutivo de Berkshire Hathaway HomeServices, quien representa a Joel en la venta de la propiedad.
El cantante aún posee otras propiedades en Long Island, incluida una casa en Sag Harbor, pero su base está ahora en Florida, donde sus dos hijas menores, de 7 y 9 años, están matriculadas en el colegio. “Una vez que empiezan a ir al colegio, te quedas anclado”, dijo Joel.
Esa es una de las razones por las que vende. También hay una preocupación más mundana: los impuestos.
De 567.686 dólares, los impuestos anuales de la propiedad superan el precio promedio de venta de una vivienda unifamiliar en Estados Unidos. “No es barato, digámoslo así”, dijo. “Con el éxito económico que he tenido, sí, es mucho”.
La casa se puso a la venta por primera vez el año pasado. Una renovación que implicó la sustitución de todos los accesorios de baño, la instalación de pisos de mármol nuevos, la renovación de las cocinas y rehacer las pasarelas de ladrillo y patios, aún estaba en curso; había lonas cubriendo ciertas habitaciones y no se veía bien, dijo Laffey. Fue retirada del mercado y volvió a la lista el mes pasado después de que las renovaciones terminaron, con un aumento en la etiqueta de precio de 49 millones a 49.9 millones de dólares.
Para comercializar una propiedad de este precio, era apropiado organizar una “jornada de puertas abiertas”. Camareros vestidos de gala sirvieron entremeses de camarones y queso de cabra, mientras se escuchaba música clásica por un sistema de altavoces.
El grupo de agentes de alto nivel que llegó en lancha para visitar la propiedad la veía por primera vez como Joel la vio por primera vez: desde la costa, con la diferencia de que él iba en un barco ostrero y los invitados llegaban con bolsos de lujo.
Una mujer del grupo se quitó los tacones y volvió corriendo descalza, tras darse cuenta de que había olvidado su bolso Dior en el muelle; el grupo se había detenido para tomar fotos frente al agua resplandeciente.
“Esto es muy bonito”, dijo un invitado. “Precioso”, dijo otro, mientras la mansión de la colina se esclareció en el horizonte. “Qué vistas”, dijo un tercero.
Lo que visitaron era en realidad una restauración. El administrador de la propiedad de Joel, Chad Nuzzi, descubrió en un armario escondido planos y los proyectos originales fechados en 1913 y firmados por George Bullock, un magnate del ferrocarril. La propiedad se llamaba “Yeadon”, Joel y sus empleados piensan que en referencia al pueblo de los antepasados de Bullock en Inglaterra, y se había subdividido en cuatro parcelas.
En los años siguientes, Joel dijo que trabajó para reconstituir la mansión original, recreando un terreno de proporciones gatsbianas. (El fideicomiso que compró la parcela original en 2002 figura como “F. Scott LLC”, una posible referencia a F. Scott Fitzgerald).
Joel ha vivido allí una vida de lujo. Mientras los fans de la nostalgia de la clase trabajadora presente en sus canciones llenaban una y otra vez el Madison Square Garden, Joel se dirigía a la arena en helicóptero, un trayecto de 13 minutos desde el despegue hasta el aterrizaje, desde su propio helipuerto.
No está mal para un antiguo pescador de ostras.
“Me encanta esta propiedad. No creo que haya una propiedad tan bonita como esta”, dijo. “Tiene ese aire a Gatsby con el que soñaba de pequeño. Cuando entregue las llaves, me arrepentiré un poco”.
Kitty Bennett colaboró con investigación.
Rukmini Callimachi ha sido finalista del Premio Pulitzer en tres ocasiones. Antes de incorporarse al Times en 2014, pasó siete años como corresponsal y jefa de oficina informando desde África para The Associated Press. Más de Rukmini Callimachi. Kitty Bennett colaboró con investigación.
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