Biden-AMLO: discursos dispares

DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS

EL DISCURSO que Joe Biden le dedicó a Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, fue diametralmente distinto del que le dedicó al presidente de México.

Poca gente lo sabe, pero la Casa Blanca es blanca debido a una invasión que los canadienses hicieron a Washington. Resulta que los estadounidenses al conquistar su independencia primero quisieron convencer a los canadienses de declarar también su independencia y unírseles por las buenas; los canadienses dijeron nones y sus vecinos del sur decidieron invadirlos. Una de las intenciones que animaban a los estadounidenses era, como en el caso de México, anexarse Canadá, pero no querían un pedazo, lo querían todo.

De modo que armaron una expedición y destruyeron el puerto de Dover, en Ontario, luego tomaron e incendiaron Toronto. Los británico-canadienses, como pudieron, los sacaron de Toronto y en reciprocidad invadieron Estados Unidos y tomaron la ciudad de Washington, incendiando la Mansión Presidencial, nombre que recibía la Casa Blanca. Al repararla, para abreviar tiempo, la pintaron de blanco bautizándola de nuevo como la “Casa Blanca”. La quema de Washington es la única vez que una potencia extranjera ha invadido a Estados Unidos y su capital —esto es válido si ignoramos que Pancho Villa penetró con sus fuerzas en Columbus, Nuevo México, pero esa es otra historia.

Sin embargo, nada de eso se dijo en el encuentro virtual entre Biden y Trudeau. Lo que Biden dijo fue: “Estados Unidos no tiene un amigo más cercano que Canadá. Por eso fue mi primera llamada presidencial a ustedes, mi primera reunión bilateral”.

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El tono para AMLO fue totalmente distinto, aunque en apariencia cordial. Biden abrió declarándose devoto de la Virgen de Guadalupe y luego pasó a decir que estaba consciente de las grandes dificultades que nos han enfrentado como vecinos, que a veces no hemos sido los mejores vecinos, pero que cuando cooperamos somos mucho más fuertes y nos va mucho mejor que cuando no lo hacemos. Dijo estar consciente de la importancia de México para Estados Unidos y de que las acciones que nuestro país toma impactan en todo el continente.

Por su parte, AMLO comenzó agradeciendo la fe guadalupana, pero trajo a colación la frase que se adjudica a Porfirio Díaz y que en realidad acuñó el periodista Nemesio García Naranjo: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los gringos”.

Para después matizarla con: “Bendito México, tan cerca de Dios y no tan lejos de Estados Unidos”.

¿No tan lejos? Pues si estamos pegados por la frontera, pero el adverbio califica la intención. No estamos cerca. El estadounidense solo sonrió.

NI ANSIOSOS NI DISPUESTOS

Un día antes, en la mañanera, AMLO anunció que le pediría vacunas a Biden, sabiendo que las vacunas estadounidenses que Canadá había comprado no se habían surtido de los laboratorios gringos y habían derivado las entregas a los laboratorios europeos. La secretaria de prensa de Estados Unidos anticipó que no había posibilidad de esto mientras su pueblo no estuviera vacunado.

El mensaje de Biden fue: quiero tratarlos como iguales, pero debemos cooperar, pues cuando cooperamos nos va bien a los dos; además, de no hacerlo, se pueden complicar las cosas y, si se complican, lo que hagas tiene un gran impacto en la región. De esto estoy consciente.

AMLO abrió pidiendo, en la mañanera, lo que sabía que no le iban a dar y luego, en la reunión virtual, dejó en claro que, si bien estamos juntos, no somos cercanos.

Biden y AMLO pusieron en la orilla de la mesa la historia de conflictos que hemos sorteado y sesgadamente la amenaza que representan las decisiones de México contrarias a los intereses estadounidenses en la región.

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Bonito inicio de avenencia.

Una cosa quedó clara en la reunión: ni AMLO está ansioso por desarrollar una relación de cooperación intensa, ni Biden está dispuesto a darle, como Trump, la libertad de movimiento que López Obrador requiere. Los tratados firmados y el flujo comercial serán los goznes por los que girará la relación.

Una cosa está en el aire: desde enero, Joe Biden manifestó su deseo de que México formara parte de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte, una alianza militar que nos acercaría militarmente a los estadounidenses y nos obligaría a compartir información y estructuras con ellos. ¿Entrará México en la alianza o, fieles a nuestro estilo, le daremos largas al vecino?

Hace poco más de un mes, Jorge Arias, el conductor de Mesa redonda en Radio Anáhuac, me propuso una entrevista para analizar la relación entre el presidente estadounidense recientemente electo y nuestro presidente. Había muchas incógnitas en el aire y la respuesta a la mayoría de ellas, en mi percepción, no estaba clara. Decliné la invitación.

Hoy se ha disipado el velo: la relación con México es importante y complicada. Sus acciones impactan en todo el continente; más nos vale cooperar, de no hacerlo los estadounidenses habrán de aplicar los mecanismos de presión de inmediato.

VAGÓN DE CABÚS

A tres meses de la elección más grande en nuestro país, aun no hay candidato, en Morena, para gobernador de Guerrero —el proceso habrá de reponerse porque el candidato de AMLO tiene denuncias por violación y abuso sexual; no obstante, Félix Salgado habrá de competir de nuevo en la selección—. Y la Auditoría Superior de la Federación descubrió que la corrupción sigue rampante y, como respuesta, se anuló la figura del auditor. Así, el barco administrativo va al garete.

Pobre México, tan lejos de Dios y tan inmerso en la corrupción. N

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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.