Cómo Beyoncé inspiró una nueva etapa en la cantante cubana Daymé Arocena

Daymé Arocena en San Juan, Puerto Rico, el 23 de febrero de 2024. (Erika P. Rodriguez/The New York Times)
Daymé Arocena en San Juan, Puerto Rico, el 23 de febrero de 2024. (Erika P. Rodriguez/The New York Times)

SAN JUAN, Puerto Rico — Pasándose los dedos por las rastas en una cafetería al aire libre con vistas a la calle Loiza de San Juan, Daymé Arocena reflexionaba con nostalgia sobre un antiguo amor.

“Hay una canción en el álbum, ‘American Boy’, que escribí hace diez años”, dijo, refiriéndose a un tema de su último LP, “Alkemi”, que saldrá a la venta el viernes. “Era un bajista profesional de Nueva York, la primera persona que me presentó el jazz libre. Pero sentí que la canción era tan simple, tan desenfadada, tan... pop, que no encajaba con lo que yo quería” en aquel momento.

“American Boy”, que oscila entre un ritmo de ñongo yoruba y el funk de la década de 1980 repleto de trompetas al estilo de Earth, Wind & Fire, destila la esencia de la nueva dirección de Arocena: una transición del jazz serio hacia lo que ella llama “pop”, enfocado en el orgullo afrolatino. Es un cambio importante para una artista que ha hecho cuatro álbumes eclécticos que combinan complejos arreglos de jazz con espiritualidad yoruba y alguna que otra canción de amor con letra en inglés.

Arocena, de 32 años, creció en Santos Suárez, un barrio de La Habana, con una familia inmersa en el folclor de la rumba con tanta pasión que convertían objetos domésticos en instrumentos musicales. Ingresó en el Conservatorio Amadeo Roldán a los 10 años. “Tenía ese doble mundo de rumba en casa y Bach en la escuela”, dice y sonríe.

Al entrar en la adolescencia, Arocena se convirtió en la vocalista de la “big band” Los Primos y, luego, creó Alami, una banda de jazz formada exclusivamente por mujeres (más tarde se convirtió en Maqueque con la saxofonista y directora de orquesta Jane Bunnett, radicada en Toronto). En 2014, el DJ y productor francés Gilles Peterson, fundador del sello independiente londinense Brownswood Recordings, invitó a Arocena a participar en “Havana Cultura Mix: The Soundclash”, una colaboración entre artistas electrónicos internacionales y músicos cubanos.

En 2016, Arocena ya había tocado en el festival South by Southwest de Austin, Texas, y en Sub Rosa, un club de corta vida en el Meatpacking District de Nueva York. A medida que aumentaba su notoriedad, se presentó con titanes del jazz cubano como Paquito D’Rivera y la Orquesta Afrolatina de Arturo O’Farrill.

Daymé Arocena en San Juan, Puerto Rico, el 23 de febrero de 2024. (Erika P. Rodriguez/The New York Times)
Daymé Arocena en San Juan, Puerto Rico, el 23 de febrero de 2024. (Erika P. Rodriguez/The New York Times)

En 2019, decidió abandonar Cuba para siempre y se trasladó a Toronto, donde su marido pudo conseguir un visado. “Fue un momento muy difícil para mí”, comentó. “Llegó la pandemia y eso se mezcló con los problemas de migración, ¡y hacía tanto frío! Lo había dejado todo, fue traumático. No tenía ganas de escuchar jazz, ninguna música que fuera muy compleja o que me hiciera pensar mucho. Quería escuchar cosas que me relajaran”.

Arocena se refugió en la música que escuchaba cuando era pequeña, como el vocalista pop brasileño Djavan y la diva del neosoul Sade. “Mi padre subía a la azotea de nuestro edificio con una antena para captar la señal de la radio estadounidense”, recordó. “Estaba enamoradísimo de Sade y sé que en el espermatozoide que es Daymé hay algo de Sade”.

Cuando una amiga compartió “Black is king” de Beyoncé, un álbum visual basado en su disco “The gift”, inspirado en “El rey león”, Arocena quedó fascinada.

“De repente, veo a alguien que canta a los mismos orishas que yo”, dijo, refiriéndose a las deidades yorubas, “pero desde una perspectiva pop, ¡eso explotó en mi cabeza!”. Sus ojos se abrieron de par en par al contar la historia. Arocena siempre había admirado a los cantantes afroamericanos, en parte porque la manera en que muchos de ellos utilizan las influencias del gospel resonaba con su tradición religiosa yoruba y también porque tenían un nivel de autoposesión que ella buscaba con ansia.

Dijo que le inspiraba la audacia de las artistas afroamericanas: “La ves porque ella te hace verla. La mujer negra latinoamericana es invisible y está sumergida”, afirmó, y añadió que siempre le enseñaron a no hacer olas y a matizar su personalidad extrovertida. Arocena tiene una presencia enorme y provocadora, pero a la vez se las arregla para ser acogedora y mostrarse sin pretensiones.

Decidió que su próximo proyecto tenía que producirlo alguien que entendiera su música y el folclor afrocaribeño y que tuviera una visión extravagantemente latinoamericana de la música pop. “¿Quién es ese monstruo de Frankenstein?”, dijo riendo: Eduardo Cabra, alias Visitante, director musical de Calle 13, un grupo puertorriqueño de hiphop alternativo.

A través de Cabra, Arocena consiguió duetos con el cantante puertorriqueño de urbano/dembow Rafa Pabón (”Suave y pegao”), así como con el cantante y compositor dominicano Vicente García (”A fuego lento”, que tiene un fuerte crescendo “reggae”). Aunque ambos temas brillan con el registro vocal al parecer ilimitado de Arocena, ella cree que las historias que cuentan son aún más importantes. “¿Cuándo se ha visto una historia de amor de una mujer negra reflejada en Latinoamérica?”, preguntó.

García subrayó que él, Cabra y Arocena comparten la filosofía de construir un puente imaginario entre Cuba, Puerto Rico, la República Dominicana y Jamaica: “Hay una necesidad de que los caribeños se conecten como sociedades que han venido de la misma raíz y se han desarrollado de diferentes maneras”.

Arocena, todavía radiante bajo el sol de media tarde, explicó cómo encarna cada día algunas de esas conexiones. “Llevo rastas que no son exactamente rasta, pero Bob Marley dijo que los rastafaris creen que, si eres negro y naciste fuera de África, es por algo”, dijo. “Cuando me dediqué a la religión yoruba, empecé a recibir canciones en sueños, y ahora sueño canciones pop. Te juzgas por querer complacer a los demás y encajar en un mundo jazzístico, pero al final tienes que fluir con la música que quieres hacer”.

c.2024 The New York Times Company