Beatrix Potter, creadora de Peter Rabbit, y su pasión por las setas
Beatrix Potter (1866-1943), la creadora de Peter Rabbit, no solo fue escritora de cuentos infantiles. Las bellas ilustraciones naturalistas de sus cuentos comenzaron mucho antes debido a su interés por la botánica y la micología.
La escritora tuvo multitud de dificultades para estimular su curiosidad científica. Uno de los golpes más duros lo recibió del Real Jardín Botánico de Kew, que la rechazó como estudiante por ser mujer. Incluso le negaron el derecho a leer sus propios estudios ante la comunidad científica, entre ellos, uno de los primeros aportes a la simbiosis entre hongo y alga que forman los líquenes.
Pese a los pocos apoyos para prosperar en el ámbito científico (su tío fue uno de ellos), Beatrix consiguió sobresalir como escritora e ilustradora naturalista, primero por su cuenta y, más tarde, con apoyo editorial.
La presencia de la mujer en ciencia estaba muy limitada, si no prohibida, a excepción de la botánica, cuyo estudio sí les estaba permitido por el carácter estético y sentimental de las flores. Sin embargo, si alguna llegaba a sobresalir en este campo, era frecuente negarles el reconocimiento merecido.
Pero Beatrix Potter no fue la única que enriqueció el conocimiento sobre setas y hongos.
Hildegarda de Bingen (1098-1179)
Remontándonos más de 900 años atrás, una mujer sobresalió por sus grandes aportaciones a la ciencia, hecho que sorprende al venir de una religiosa. Hildegarda de Bingen es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural.
Entre sus obras musicales, literarias y filosóficas, destaca su gran producción científica. Su obra Physica es considerada la primera historia natural escrita en alemán.
Dicha obra contiene la descripción detallada de más de 500 descripciones de animales, plantas, piedras y metales. Incluso se dice que hasta la Edad Moderna nadie logró tal detalle de descripción en ciertas especies contenidas en la obra.
Hildegarda consiguió aunar una personalidad visionaria con el estudio monacal de los eruditos de la Edad Media, reservado a los hombres, algo que por sí mismo denota la gran vocación y potencia científica de la religiosa.
Anna Maria Hussey (1805-1853)
Siglos más tarde, otra mujer se alzaría en contra de las convenciones sociales y deberes que se esperaban de las mujeres de la época. Anna Maria Hussey, nacida en un entorno religioso, se interesó rápidamente por las ciencias: en sus inicios por la geología y, al poco, por la micología.
Pese a que el estudio de hongos y líquenes, no eran apropiados para las mujeres del siglo XVIII y parte del XIX, Anna Maria destacó por sus preciosas ilustraciones y bellas descripciones fúngicas.
Tras trabajar un tiempo bajo el nombre de su marido (T. J. Hussey), hubo grandes hombres que se interesaron por su desarrollo científico. Conoció a Charles Darwin (un hermano de Anna fue tutor de uno de sus hijos), pero la más insigne de todas sus relaciones fue la que entabló con Miles Joseph Berkeley.
Berkeley, considerado el padre de la micología británica, trabajó con Anna. Se escribían y se enviaban ejemplares para sus respectivos herbarios y láminas.
La relación científica entre ambos llegó a tal punto que Berkeley, como su mentor, nombró un género de hongos Husseia (actualmente Calostoma) en honor de Anna Maria, destacando que su talento merecía tal reconocimiento.
A pesar de su prematura muerte, publicó dos volúmenes (el segundo de manera póstuma) con 140 láminas a color de especies que ella misma recolectó. La obra, lejos de ser una recopilación taxonómica más, fue un catálogo de experiencias que inspiraría a nuevos naturalistas
Gulielma Lister (1860-1949)
El género no siempre fue un impedimento para el desarrollo y prosperidad científica de las mujeres. Gulielma Lister alcanzó el reconocimiento que merecía por parte de sus colegas. Además, su padre Arthur Lister, una gran autoridad en mixomicetos, favoreció el desarrollo micológico de Gulielma.
Padre e hija salían al campo para recolectar y estudiar estos extraños especímenes, concluyendo todo ese trabajo en la Monografía de Mycetozoa. Gulielma se encargó de realizar las ilustraciones de los hongos, además de ayudar a su progenitor con sus investigaciones.
Tras la muerte de Arthur, se encargó de la colección de Mycetozoa del Museo Británico de Ciencias Naturales como curadora honoraria. La colección que reunió junto a su padre llegó a ser la más completa e importante durante años.
Todo ese trabajo le valió a Gulielma para ser presidenta de la Sociedad Micológica Británica en dos ocasiones, llegando a ser un referente mundial en el ámbito de los mixomicetos.
Estas menciones son solo un pequeño homenaje a todas las mujeres que fueron y son eclipsadas por grandes nombres, en ocasiones por desconocimiento y, en ocasiones, con conocimiento de causa.