Balata, otro campo palestino atrapado en la espiral de las incursiones militares de Israel

Nablus (Cisjordania), 14 jun (EFE).- Sonidos de disparos, gritos, fuego cruzado entre calles, tropas israelíes que entran por sorpresa para detener a milicianos palestinos, sirenas de ambulancia, heridos y muertos. Esta secuencia de hechos es habitual en Balata, el campo de refugiados más poblado de Cisjordania ocupada, que en las últimas 24 horas ha visto de nuevo como una operación militar israelí acabó con la vida de otro joven del campo.

"Estamos habituados a esta situación, para nosotros es normal", decía resignado Walid Marahel, estudiante de enfermería de 18 años, mientras se asomaba a la ventana de su casa en una de las muchas callejuelas de Balata para ver si había combates en la zona.

Todo ello, en medio de una incursión del Ejército israelí que se produjo este martes en pleno mediodía, y que EFE presenció sobre el terreno.

La operación no era excepcional, sino que sucedió en un contexto de prolongada escalada de violencia en territorio palestino ocupado que se agrava este 2023, el año más mortífero del conflicto israelí-palestino desde la Segunda Intifada (2000-2005), donde el norte de Cisjordania y lugares como Balata son puntos de fricción diarios.

Ahí, en ciudades como Yenín o Nablus -que alberga el campo de Balata entre sus confines-, los choques armados de palestinos con fuerzas israelíes que hacen contundentes redadas no paran de crecer. Esto ha convertido la vida de sus habitantes en una realidad volátil donde es imposible tener calma o estar totalmente fuera de peligro.

En un pequeño lapso de tiempo se pasa de la tranquilidad al miedo. Balata -bastión histórico de la resistencia armada palestina- lo vive de primera mano este 2023. Cinco redadas israelíes de envergadura se saldaron con un total de 12 muertos, el último fallecido este martes fue Fares Hashash, de 19 años, y aparentemente un civil sin vinculación a grupos armados.

"Vivimos al día, no podemos asegurar nada más", cuenta Walid a EFE, encerrado en su casa y lamentando que las fuerzas israelíes "no diferencian entre civiles y milicianos" cuando entran en el campo, donde viven 33.000 refugiados en 0,25 kilómetros cuadrados, uno de los lugares más densamente poblados de Cisjordania y una ratonera durante las incursiones.

Las ventanas y una habitación del domicilio de Walid quedaron ya hechas trizas este mayo por una redada que dejó en ruinas la casa de los vecinos, donde vivía la familia de Abdala Abu Shalal.

Este es uno de los varios comandantes de las milicias del campo que Israel aún no logró detener pese a intentarlo tres veces, dice su madre, Um Riyad Abu Shalal, entre los restos agrietados de la vivienda, donde nada quedó en pie tras los combates con soldados.

Ayer, según fuentes palestinas, agentes encubiertos accedieron al campo camuflados en un camión de una marca de helados palestina para arrestar a otro comandante, Isam Salaj.

Las fuerzas rodearon la casa donde estaba con tres compañeros. Las tropas lanzaron proyectiles al inmueble, que quedó destruido, pero los milicianos lograron escapar antes.

Las causas de la violencia son muchas: la ocupación y colonización de Israel sobre Cisjordania -vigente desde 1967- gana terreno, y la tensión con colonos de línea dura crece en el norte. La precariedad económica entre jóvenes palestinos también es patente, y se agrava en campos de refugiados como Balata o Yenín, donde "la situación es explosiva" y podría llevar a un escenario peor, dice Mohamed Tirawi.

"No tenemos futuro. Los jóvenes cogen las armas porque no hay otra opción", comenta este líder comunitario y exmiembro de las Brigadas Mártires de Al Aqsa, milicia vinculada en el pasado al partido oficialista Fatah que se creó en Balata en la Segunda Intifada.

El grupo actúa ahora en el llamado Batallón Balata, conglomerado más amplio que junta a todos los milicianos del campo creado hace un año, en un contexto de surgimiento de nuevas milicias locales en toda Cisjordania que actúan de forma autónoma y sin estar bajo tutela de facciones palestinas históricas.

En Nablus también surgió un grupo similar, la Guarida de los Leones, golpeado por muchas ofensivas israelíes este año que mataron a muchos de sus miembros, lo que deja ahora al Batallón Balata como el principal objetivo de Israel en la zona, dicen fuentes locales.

Según Tirawi, otro problema es "la frustración" ante la Autoridad Nacional Palestina (ANP), organismo con poder en zonas reducidas de Cisjordania y cada vez menos legitimado entre palestinos -sobre todo jóvenes-, que la ven como títere de Israel, corrupta y autoritaria.

"La ANP desatendió los campos de refugiados para que sigan en el mismo ciclo de violencia", mientras muchos chicos compran armas en el abundante mercado negro o "las fabrican de forma bastante fácil".

En Balata, entre paredes con impactos de bala y carteles con fotos de palestinos muertos en combate, un joven lleva un fusil M-16 en la parte trasera de una moto desde donde vigila que no entren sospechosos. Otro camina con un subfusil Carlo, hecho artesanalmente, barato y muy común en los territorios palestinos.

Están entre decenas de milicianos activos todo el día en el campo, preparados para enfrentarse a Israel cuando sea necesario.

Joan Mas Autonell

(c) Agencia EFE