Bacalao con pan y los 50 de Irakere. Chucho Valdés, D’Rivera y Sandoval en concierto en Miami

Un parque de La Habana, una conjura de músicos, una invitación y una advertencia: no menciones el jazz.

Hace 50 años nació Irakere, una de las agrupaciones musicales más importantes de Cuba. Y quiero imaginar la escena, ponerle adornos a la anécdota que hace Paquito D’Rivera sobre los orígenes, junto a Chucho Valdés y Arturo Sandoval en el lobby del Knight Concert Hall del Adrienne Arsht Center, donde este viernes 9 de febrero se reunirán los tres, en concierto, después de cuatro décadas.

Chucho Valdés y Oscar Valdés lo citaron al parque frente al teatro Amadeo Roldán para invitarlo a integrar Irakere. Imagino la conversación debajo de las pérgolas cubiertas de enredaderas del famoso parque del Vedado, en 1973. Se sientan en alguno de los bancos de mármol, o caminan despacio, como si fueran maestros de la Escuela de Atenas –en definitiva, ¿no fue Irakere una academia para muchos músicos cubanos?

‘Queremos hacer un grupo e invitarte’, recuerda D’Rivera que le dijeron “Oscarito” (tambores y voz) y Chucho (piano, dirección y arreglos).

Podía tocar la música que quisiera, pero no usar la palabra jazz, le advirtieron. “Pues si me invitan, les va a ir muy mal, porque me acaban de botar de un grupo [la Orquesta Cubana de Música Moderna]”, dice el saxofonista que fue su respuesta, y de paso deja su agradecimiento.

“Toda mi vida he estado agradecido por eso, yo era un apestado ahí, y desde entonces empecé en Irakere. Parte de mi carrera se la debo a Chucho y a [el guitarrista] Carlos Emilio Morales, que nos enseñó tanto de la música, del jazz”, dice Paquito, que estuvo en concierto con Valdés en el Arsht Center en el 2022, cantando los temas del disco I Missed You Too, ganador del Latin Grammy el año pasado.

Comienzan a salir, y seguirán saliendo en esta tarde de lluvia en Miami, los nombres de los miembros originales de Irakere, los que están todavía y los que se fueron, como Carlos Emilio Morales, que murió en el 2014 a los 75 años, y Oscar Valdés, que murió en octubre del 2023, a los 85 años.

“Eramos 10, quedamos cinco vivos y cinco se nos adelantaron”, dice Sandoval, que ha visto el toque providencial en este encuentro de los tres en el Arsht Center después de 40 años.

¿Cuánto tiempo llevan planeándolo?, les preguntamos.

“Como 15 minutos”, bromea Paquito, lo que no sorprende a cualquiera que haya leído sus memorias, Mi vida saxual.

“Es un viejo deseo que hay en todos los lados”, dice más serio, y luego se corrige, pensando que peca de exagerado. “Cierta gente que nos sigue de toda la vida ha tenido esa idea. Y Arturo, que es muy religioso, ha dicho: ‘Dios hace las cosas cuando es, y no cuando tú quieres’. Y a cualquiera que se le ocurrió ahora es muy oportuno, oportunísimo”.

Paquito D’ Rivera, Chucho Valdés y Arturo Sandoval prometen una fiesta de música cubana en el Adrienne Arsht Center el 9 de febrero, donde se unen por primera vez en cuatro décadas para celebrar a la orquesta Irakere, que lanzó sus carreras al mundo.
Paquito D’ Rivera, Chucho Valdés y Arturo Sandoval prometen una fiesta de música cubana en el Adrienne Arsht Center el 9 de febrero, donde se unen por primera vez en cuatro décadas para celebrar a la orquesta Irakere, que lanzó sus carreras al mundo.

Hay un guajirito ahí

Valdés estaba en la Orquesta Cubana de Música Moderna cuando oyó hablar por primera vez de Sandoval. El trompetista Luis Escalante le dijo: “Hay un chiquito ahí que está fuera de serie”.

”Un chiquito no, un guajirito”, apunta Sandoval, que llegó por primera vez a La Habana, de su pueblo, Artemisa, en 1964, con una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Arte.

“Carlos Emilio, Paquito y Chucho fueron mis primeras influencias para aprender otro tipo de música, porque yo en mi pueblito empecé con un pequeño grupo que lo único que tocaba era son montuno”, recuerda Saldoval.

“Después entré a la beca, donde estaba prohibido tocar o hablar de nada que no fuese música clásica. Una cosa absurda, estamos hablando de La Habana, no de Moscú, así que mi primer encuentro con el jazz fue oyendo a esta gente. Cuando yo descubrí eso dije: ‘¿Esto es jazz?’, y todavía estoy en este proceso”, enfatiza el trompetista sobre la admiración y el aprendizaje constante.

La Orquesta Cubana de Música Moderna, fundada en 1967, fue una escuela extraordinaria donde los músicos podían experimentar con ritmos y temas en inglés que de otra forma no hubieran aceptado los censores de la cultura, a la caza siempre de cualquier influencia foránea.

Arturo Sandoval, Chucho Valdés y Paquito D’Rivera recordaron sus comienzos en la Orquesta Cubana de Música Moderna y luego en Irakere, en esta entrevista con el Nuevo Herald, con motivo de su concierto en Miami el 9 de febrero.
Arturo Sandoval, Chucho Valdés y Paquito D’Rivera recordaron sus comienzos en la Orquesta Cubana de Música Moderna y luego en Irakere, en esta entrevista con el Nuevo Herald, con motivo de su concierto en Miami el 9 de febrero.

La agrupación fue también una antesala para la excelencia que alcanzó Irakere, que ensayaba constantemente, hasta en las giras, en los hoteles, donde los mandaban a callar, recuerda Chucho, describiendo a Sandoval como “un monstruo”, en especial por la temprana edad en que empezó su carrera.

“En la música uno no puede pensar que llegó a ninguna parte, siempre tenemos que pensar que estamos a mitad de camino, y que no se te vaya para la cabeza, porque si no, dejas de practicar, de estudiar”, dice Sandoval, de 74 años, afirmando que en cada concierto “hay que dar el 100 por ciento, porque lo de ayer es historia”.

La música es como la Medicina, concuerda D’Rivera, nunca se termina de estudiar. “When you think you are a finished musician, you are finished”, dice el saxofonista y clarinetista, de 75 años, citando a un amigo músico que repite la frase con frecuencia.

“Ha pasado con mucha gente que se ha dormido en los laureles y hay una pila de chiquitos escondidos detrás de las matas y te quitan el trabajo”, bromea Paquito una vez más.

Esperando por estatuas en La Habana

La conversación sigue de La Habana a Miami, del presente a los años 1960 y 1970, del jazz y la música clásica a las prohibiciones en la isla del absurdo, y en un momento llega a un punto importante. La Habana tiene las estatuas equivocadas.

Así va el cuento de cómo Dizzy Gillespie se lamentó porque en ningún parque de La Habana podía presentarle “sus respetos” a Chano Pozo. En 1977 Sandoval iba en su Opel destartalado de 1959 por la Avenida del Puerto, cuando notó que de un barco se bajaban un montón de músicos norteamericanos, algunos de los más grandes jazzistas de entonces. Vio a Gillespie, le dijo que era trompetista y lo invitó a que se fuera con él en el carro.

El traductor fue Ray Mantilla. El conguero de origen puertorriqueño facilitó la conversación entre Arturo y Gillespie, quien no podía creer que no hubiera una estatua dedicada a Chano Pozo. Hoy en todos los escenarios del mundo se toca Manteca, y nadie discute el rol de Pozo en la difusión del jazz afrocubano, pero aún no tiene una estatua en Cuba.

John Lennon, sin embargo, tiene su estatua en un parque del Vedado, en uno de esos gestos de hipocresía de las cameleónicas autoridades culturales. No hace mucho tiempo que a los pepillos, a los hippies cubanos, los cargaba la “jaula” de la policía por tener el pelo largo y escuchar a los Beatles.

“¡Pero si no hay una estatua de Celia Cruz!”, exclaman Paquito y Sandoval, enumerando otra injusticia. Y ahí queda la deuda pendiente.

Bacalao con pan y otras ricuras

Para el concierto de este viernes, en el que tienen de invitados a Luis Enrique y Pancho Céspedes, Valdés promete un viaje por los temas emblemáticos de Irakere. Van a sonar El guayo de Catalina, Xiomara Mayoral, Juana 1600, Iya y el Adagio del concierto para clarinete de Mozart, que se identifica con el genio de D’Rivera.

¿Y Bacalao con pan?

“Si no toca ese, lo van a linchar. Eso es como el Miénteme de Olga Guillot. Olga decía: ‘Si yo no canto Miénteme, me matan’ ”, dice Paquito, imitando a la Guillot.

Bacalao con pan y Mami, dame caramelo, que se convirtió en una frase que la gente repetía en la calle –¿una propuesta indecente o una invitación al baile?– no pueden faltar en el repertorio de una orquesta que también ha sido favorita de los bailadores.

‘Si no cantamos ‘Bacalo con pan’, nos linchan’, dice el saxofonista y clarinetista Paquito D’Rivera (der.) sobre uno de los temas más populares de Irakere, donde se unió el talento del trompetista Arturo Sandoval (izq) y el pianista y director Chucho Valdés durante el ensayo para el concierto.
‘Si no cantamos ‘Bacalo con pan’, nos linchan’, dice el saxofonista y clarinetista Paquito D’Rivera (der.) sobre uno de los temas más populares de Irakere, donde se unió el talento del trompetista Arturo Sandoval (izq) y el pianista y director Chucho Valdés durante el ensayo para el concierto.

Pero no siempre fue así. Valdés comparte una anécdota de una ocasión en que la reacción del público los dejó muy preocupados. Estaban tocando en el Salón Mambí de Tropicana –un templo de los bailadores de toda la vida–, y nadie se movía, recuerda Valdés. El público los miraba tocar, estático, fascinado. Hasta que después de un rato se lanzaron a bailar.

Lo que es un honor, apunta D’Rivera, recordando que algo similar pasaba con Beny Moré y su orquesta, porque al Beny no había ni que oírlo, solo mirarlo era un espectáculo.

Al final en el Arsht Center se guiarán, como siempre, por la reacción del público, afirma Chucho.

Anticipo que habrá baile entre las filas de butacas, y como bromean Paquito y Sandoval cuando Valdés sigue prometiendo temas, a lo mejor aquello se convierte en “una matiné, un desayuno bailable”.

¿Y luego... para El Carmelo o La Carreta? Y a hablar de jazz, que el tema es libre.

Chucho Valdés: Irakere 50, viernes 9 de febrero, 8 p.m., Knight Concert Hall, del Adrienne Arsht Center, 1300 Biscayne Blvd, para entradas: 305-949-6722, www.arshtcenter.org