Aumenta la preocupación por la salud de los niños migrantes en los centros de detención al aire libre

Una niña pequeña de Georgia con su familia es detenida por agentes de la Patrulla Fronteriza en San Ysidro, California, el 14 de marzo de 2024. (Ariana Drehsler/The New York Times)
Una niña pequeña de Georgia con su familia es detenida por agentes de la Patrulla Fronteriza en San Ysidro, California, el 14 de marzo de 2024. (Ariana Drehsler/The New York Times)

JACUMBA, California — Para Theresa Cheng, la escena era “apocalíptica”.

Había ido al Valle de la Luna, un centro de detención al aire libre ubicado en la zona rural de Mountain Empire en San Diego, para brindar asistencia médica voluntaria a los solicitantes de asilo que habían atravesado el muro fronterizo entre Estados Unidos y México y esperaban a que los aprehendieran las autoridades estadounidenses.

Entre las multitudes de este y otros sitios, encontró niños con laceraciones profundas, huesos rotos, fiebre, diarrea, vómitos e incluso convulsiones. Algunos estaban ocultos en contenedores de basura e inodoros portátiles desbordados. Un niño asmático sin un inhalador respiraba con dificultad en el humo punzante de las fogatas de matorrales y basura que habían encendido para calentarse.

Con la capacidad a tope en los centros de procesamiento de inmigración, los migrantes, entre ellos los niños sin la compañía de un adulto, esperan durante horas —a veces días— en zonas de detención al aire libre, donde la falta de refugio, alimentos e infraestructura sanitaria ha detonado una serie de problemas de salud pública para los más vulnerables.

“Desde el punto de vista de la salud pública, hay enfermedades transmisibles y exposiciones al aire libre que afectarían a cualquiera, ni qué decir de esta población vulnerable en términos médicos”, afirmó Cheng, una médica de urgencias del Hospital General y Centro de Traumatología Zuckerberg de San Francisco.

Un juez del Tribunal de Distrito de Estados Unidos en California podría emitir un fallo a partir del viernes en torno a si el gobierno tiene la obligación legal de albergar y alimentar a los niños mientras esperan.

Una niña pequeña de Georgia con su familia es detenida por agentes de la Patrulla Fronteriza en San Ysidro, California, el 14 de marzo de 2024. (Ariana Drehsler/The New York Times)
Una niña pequeña de Georgia con su familia es detenida por agentes de la Patrulla Fronteriza en San Ysidro, California, el 14 de marzo de 2024. (Ariana Drehsler/The New York Times)

En una presentación de documentos, los abogados del Departamento de Justicia argumentan que, debido a que los niños todavía no han sido puestos de manera formal en custodia de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por su sigla en inglés) de Estados Unidos, no están obligados a prestar ese servicio.

“La CBP todavía no arresta ni aprehende a los menores en estas zonas —cerca de la frontera entre California y México— y no están bajo la custodia legal de la CBP”, escribieron los abogados.

“La CBP ha estado aprehendiendo y transportando rápido a los menores a instalaciones seguras e higiénicas de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Pero, hasta que eso ocurra, los demandantes no están bajo custodia del DHS”, escribieron, para referirse al Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés).

Cuando los solicitantes de asilo ingresan a Estados Unidos entre los puertos de entrada oficiales, suelen presentarse ante los agentes de la Patrulla Fronteriza cerca del muro con la intención de ser detenidos. Se les lleva a un centro de procesamiento, donde se les realiza una revisión médica, se comprueban sus antecedentes y reciben las provisiones básicas mientras inician el proceso de solicitudes legales.

No obstante, a diferencia de los centros de procesamiento de inmigración, los sitios al aire libre no tienen albergue, comidas ni personal médico afiliado al gobierno. Algunos lugares no tienen baños, por lo que la gente debe defecar al aire libre, según Erika Pinheiro, directora ejecutiva de la organización humanitaria y jurídica sin fines de lucro Al Otro Lado, quien ha prestado ayuda en los campamentos. Debido a la escasez de pañales, toallitas y cremas de los voluntarios, los bebés han tenido que usar pañales sucios durante largos periodos, según elementos probatorios, por lo que han sufrido rozaduras graves a causa del pañal.

Un alto funcionario de Aduanas y Protección Fronteriza reconoció en una entrevista que a veces la gente había esperado días para empezar el procesamiento, pero señaló que siempre se les daba prioridad a los grupos vulnerables, como los niños, y que los tiempos de espera habían disminuido de forma significativa en los últimos meses. Comentó que la agencia había aumentado a más del triple la capacidad de los centros de procesamiento de San Diego y que había incrementado la cantidad de autobuses de transporte y de personal para agilizar las aprehensiones.

Sin embargo, mencionó que el sistema no se diseñó para los encuentros con migrantes a la escala actual y el cambio de los cruces a regiones más remotas ha vertido más recursos al proceso, pues los vehículos y el personal deben viajar más lejos entre los campamentos y las estaciones de la Patrulla Fronteriza. En su opinión, sería necesario un importante aumento en el financiamiento federal para abordar el problema en su totalidad.

Al menos siete zonas de detención de migrantes han surgido en diversos puntos de la frontera de California. Una de ellas es un gran terreno en el desierto junto a una autopista, otra es una meseta en un paraje montañoso y otra es el hueco estrecho entre dos muros fronterizos paralelos que se han levantado a escasos metros de la ciudad mexicana de Tijuana.

Las autoridades migratorias no crearon de manera formal ninguna de las zonas de detención, pero se han convertido en un pilar de sus operaciones: campamentos improvisados donde les ordenan a los solicitantes de asilo que se formen en una fila para ser contados, se quiten los cordones de los zapatos, se queden en una sola capa de ropa y esperen.

Adriana Jasso, quien dirige una estación de ayuda voluntaria enfrente de las barras de acero del muro fronterizo en San Ysidro, California, en nombre de la organización sin fines de lucro American Friends Service Committee, comentó que ha sido especialmente preocupante la falta de alimentos, agua y fórmula para bebé que ha brindado el gobierno. “No tiene lógica que el país más poderoso en la historia de la humanidad, el país con la mayor concentración de riqueza, no pueda cubrir las necesidades básicas de los niños”, denunció.

Los grupos de defensa de los migrantes han presentado varias quejas ante la Oficina de Derechos Civiles y Libertades Civiles del Departamento de Seguridad Nacional y un grupo de abogados que representa a niños en custodia de inmigración como parte de un acuerdo judicial federal de 1997 conocido como el Acuerdo Flores ha recurrido a los tribunales a causa de estas condiciones.

El Acuerdo Flores estableció las normas del trato hacia los niños inmigrantes que detuviera el gobierno. Entre otras cosas, exige que los niños en custodia de inmigración tengan acceso a sanitarios, comida, agua potable y atención médica de urgencia, así como que sean entregados desde su detención a un patrocinador adecuado, como un padre o familiar, “sin demoras innecesarias”.

Los abogados demandantes en el acuerdo, incluida la organización sin fines de lucro National Center for Youth Law, con sede en Oakland, California, han presentado una nueva moción para que se cumplan los términos del Acuerdo Flores en los jóvenes migrantes que siguen esperando al aire libre para ser procesados. Argumentan que los niños que esperan frente al muro fronterizo merecen el mismo alojamiento seguro y sanitario que quienes ya están en custodia oficial, pues se les prohíbe moverse de los campamentos y no tienen forma de regresar.

La carga de problemas médicos entre los niños de las zonas de detención es difícil de medir, pues tan solo se permiten voluntarios en los sitios a discreción de los agentes fronterizos y una mezcolanza de grupos de ayuda no lleva un registro colectivo de las heridas tratadas ni de los electrolitos distribuidos.

A los médicos les preocupa en particular los casos de hipotermia entre los niños, pues muchos tienen menos grasa corporal que los adultos y pueden estar desnutridos a causa de sus viajes. Las fuertes lluvias durante la noche en las zonas de espera han empapado a los migrantes, lo cual puede desplomar la temperatura corporal. Dos menores fueron hospitalizados por hipotermia el mes pasado.

Karen Parker, una trabajadora social jubilada en Boulevard, California, quien es voluntaria aplicando el protocolo de intervención en los campamentos del este, comentó que, además de pies fracturados y tobillos torcidos, se suele encontrar con menores no acompañados que sufren ataques de pánico. “Se enferman físicamente a causa del estrés, el agotamiento y el trauma”, afirmó. “Los miro y pienso que por fin están aquí, pero sus ojos están muy vacíos”.

La cantidad de personas y la duración de los tiempos de espera han fluctuado desde el verano pasado. En las últimas semanas, la actividad militar mexicana ha empujado a los migrantes hacia el oeste, una región más urbana entre Tijuana y San Ysidro, en California, donde los solicitantes de asilo que atraviesan el muro fronterizo principal deben esperar a los agentes federales en el espacio de 85 metros ubicado detrás de un segundo muro. La menor cantidad de huecos en el muro fronterizo principal implica que más niños son pasados por encima o contrabandeado por debajo, a pesar del alambre de púas. Los trabajadores humanitarios han documentado un aumento en los cortes profundos en la cabeza y los neurocirujanos locales han reportado un incremento de las lesiones traumáticas.

Los equipos de los servicios médicos de emergencia locales se han inundado de las llamadas desde los sitios y, según los trabajadores humanitarios, los agentes federales a menudo habían rechazado sus peticiones de marcar al número de emergencia, al sugerir que los migrantes fingían las lesiones. Quienes se encontraron con lesiones graves a menudo le llamaron a personal médico voluntario para que les asesorara por teléfono.

Cuando Cheng recibió una llamada de este tipo una mañana reciente y llegó a la escena para encontrar a un niño de 13 años con el pulso débil y sangre que le brotaba de los oídos y la nariz, dos agentes fronterizos estaban parados cerca, pero no habían tomado ninguna medida para ayudar, mencionó Cheng en documentos judiciales.

Cheng le practicó reanimación cardiopulmonar, pero los servicios de emergencia tardaron una hora en llegar. El niño murió.

c.2024 The New York Times Company