La atracción que soñó un visionario en los años 60 y hoy es un ícono donde los turistas no dudan en hacer fila para entrar
SAN CARLOS DE BARILOCHE.– Al igual que el Catedral y el Campanario, el cerro Otto es uno de los más emblemáticos de esta ciudad. Además de ser el más cercano al Centro Cívico, se distingue desde lejos por una característica única: su confitería giratoria, ubicada a 1405 metros sobre el nivel del mar. Desde hace más de cinco décadas, el lugar resulta un imán para los visitantes.
El ideólogo del Complejo Turístico Teleférico Cerro Otto fue Boris Furman, hijo de inmigrantes rusos asentados en la ciudad de Santa Fe. Nacido el 24 de junio de 1916, comenzó a trabajar de chico en una sastrería. Fue cadete, ayudante de vendedor y finalmente vendedor.
Tras un breve paso por Paraná, Entre Ríos, Boris llegó a Buenos Aires para desarrollarse en su oficio. Consiguió alquilar un local en Alsina al 1300 y en 1925 abrió, en Piedras 99, la sastrería Rocha Casimires, que llegaría a convertirse en un símbolo de la ciudad. Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín, Pelé, Sandro, Gabriela Sabatini, Isabel Sarli y Víctor Bo figuran entre las personalidades que vistieron trajes de esa casa.
Afianzado como comerciante, Furman conoció Bariloche en la década de 1960 y, desde la cima del cerro Otto, tuvo un sueño: construir allí una confitería giratoria a la que pudiera accederse a través de un teleférico. Compró las tierras y, en 1974, aquella visión se volvió realidad: contactó a los ingenieros de la firma Rudolf Kienast, que llegaron desde Austria para montar las torres y el sistema con 42 góndolas rojas.
Dos años después, el emprendedor santafecino vería finalizada su anhelada confitería giratoria, única en América del Sur. Al igual que el hotel Llao Llao y el cable carril del cerro Catedral, entre otras, esa atracción tenía destino de ícono. Actualmente, los visitantes no dudan en hacer fila en las temporadas altas para vivir la “experiencia movediza”.
Las mesas de la confitería y restaurante –en las que hay lugar para unas 200 personas– están sobre una suerte de aro, la parte que gira de la estructura. El centro y las ventanas del edificio circular son fijas.
La confitería giratoria tiene dos velocidades: puede tardar 20 o 40 minutos en dar una vuelta completa. En ese tiempo, la visión de 360° ubica a los turistas frente al lago Nahuel Huapi, la isla Victoria, Villa La Angostura, la ciudad de Bariloche, el aeropuerto, la estepa, el lago Gutiérrez, el cerro Catedral y el cerro López, entre otros paisajes que van sucediéndose.
Son muchos los que eligen almorzar en las alturas: el restaurante ofrece múltiples platos entre $2500 (sopa de puerro y papa) y $5700 (ojo de bife con salsa malbec), así como sándwiches, hamburguesas, tablas de picada, tortas y postres. A su vez, se construye un nuevo espacio gastronómico un nivel por debajo de la confitería, que tendrá 450 metros cuadrados y espacio para unas 350 personas.
Homenaje a Miguel Ángel
El paseo en teleférico y la visita a la confitería son la antesala de diversas opciones. Dentro del complejo hay, por ejemplo, una galería de arte en la que se exponen de forma permanente réplicas en tamaño real del David, la Piedad y el Moisés, del artista Miguel Ángel Buonarroti. Realizadas en polvo de mármol y resina acrílica, las esculturas fueron calcadas directamente de los originales y están certificadas por el gobierno de Italia.
Furman encargó las obras a la galería Pietro Bazzanti e hijo, de Florencia. Las esculturas viajaron en barco hasta Buenos Aires y luego por tierra hasta Bariloche. Permanecieron un tiempo en la Catedral local hasta que fueron transportadas en camiones a la cumbre del cerro Otto, por el camino de montaña que comienza en el kilómetro 1 de la avenida Pioneros. En la galería de arte también se exhiben réplicas de las herramientas que usaba Miguel Ángel para esculpir.
Asimismo, el complejo recreativo ofrece a los visitantes la posibilidad de disfrutar de distintas actividades al aire libre durante todo el año. En invierno, deslizamientos en trineo, caminatas con raquetas por el bosque nevado, palestra y tirolesa. En verano, diversos circuitos de trekking y el Circuito Otto, que cuenta con puente colgante y laberinto. En la cumbre también hay un funicular que se inauguró en 2008 y que permite, por ejemplo, descender en trineos y volver a la confitería sin agitarse.
Cuentan quienes lo conocieron que Boris Furman (que falleció en abril de 2007) se sentaba en un café en el centro de Bariloche y, si veía a alguien algo deprimido, le regalaba entradas para subir al cerro Otto, para que pudiera “cambiar de punto de vista”.
Cuando recuperó su inversión, Boris creó en 1980 la Fundación Sara María Furman, en honor a su madre y su hermana. Era su madre, Sara, la que le repetía que a nadie le pueden faltar el pan y los medicamentos. Por eso, desde aquel año, la totalidad de las utilidades del teleférico son donadas en partes iguales a tres entidades de bien público, una en Bariloche (la Asociación Cooperadora del Hospital Zonal Dr. Ramón Carrillo) y dos de la comunidad judía de Buenos Aires (Hogar LeDor VaDor y Asociación Civil Ory).
Hace unos días, el Complejo Turístico Teleférico Cerro Otto inauguró su temporada invernal con nuevos sectores y terrazas al aire libre desde donde disfrutar las vistas panorámicas. También sumó una máquina pisa-nieve y un bus que se añade a la flota de cinco micros que transportan gratuitamente a los pasajeros desde el centro de la ciudad hasta la base del complejo, en el kilómetro 5 de la avenida Pioneros.
Actualmente, los adultos pagan $7000 para ingresar de lunes a sábados (los domingos de junio permanecerá cerrado), mientras que los menores (de 6 a 12 años) y los mayores de 65 pagan $5000. Una vez en la cima, se pueden contratar actividades como tirolesa ($4000), trineos ($4000 pesos, incluye tres deslizamientos con ascensos en funicular) y palestra ($3000). Y las caminatas con raquetas de nieve cuestan $4000 por persona, con una duración de alrededor de una hora.