Temor en el Amazonas tras el asesinato de un activista que protegía a las tribus aisladas

El reciente homicidio de uno de los protectores de tribus aisladas en el extremo occidental de Brasil genera temor por la seguridad de las poblaciones indígenas del Amazonas y de sus defensores.

Protesta en San Pablo por una mayor protección de la selva amazónica. Crédito: Reuters
Protesta en San Pablo por una mayor protección de la selva amazónica. Crédito: Reuters

Según informes, el 6 de septiembre, Maxciel Pareira dos Santos fue asesinado delante de su familia con dos tiros en la nuca por un sicario no identificado que viajaba en motocicleta por una concurrida avenida de Tabatinga, una ciudad cerca de las fronteras con Colombia y Perú.

Santos había trabajado durante 12 años para FUNAI, una organización gubernamental encargada de promover y proteger los derechos de los pueblos indígenas, manejando un puesto estratégico, cuyo objetivo final era impedir la entrada de invasores a la reserva.

Se trata de unos 8,5 millones de hectáreas habitada por unos 5,000 indígenas de siete etnias diferentes y más de 10 grupos aislados. El área protegida alberga la mayor concentración de tribus aisladas y no contactadas del mundo.

Funcionarios de la asociación Indigenistas Asociados (INA) creen que el crimen ocurrió en represalia por sus acciones de lucha contra las actividades ilícitas en la reserva Vale do Java.

Bajo asedio

Según National Geographic, en todo el Amazonas cazadores furtivos de vida silvestre, buscadores de oro, colonos hambrientos de tierra y narcotraficantes están violando los límites de las tierras indígenas. Desde el comienzo de este año, el punto de control ha sido objeto de ataques armados cinco veces, siendo el 21 de septiembre la última vez. A mediados de julio, agentes de la FUNAI y una escolta de soldados atraparon dentro de la reserva a un grupo de cazadores con 300 tortugas y unos 40,000 huevos.

"Todo esto pone a las tribus aisladas en mayor riesgo, obligándolas a escapar constantemente de las garras de estos grupos", dijo Roque Paloschi, arzobispo y presidente del Consejo de Misioneros Indigenistas (CIMI) del grupo de derechos católicos. Un informe del CIMI expuso esta semana que las invasiones explotación ilegal de recursos han aumentado de 111 en 76 tierras indígenas en todo 2018 a 160 en 153 territorios indígenas en los primeros ocho meses de este año.

El informe también indica un aumento en el número de asesinatos reportados y denuncia que actualmente en Brasil se está practicando un nuevo modelo de posesión de tierras indígenas: usualmente se invadía la tierra, se robaba madera, minerales, biodiversidad, y se la abandonaba. Ahora, en muchas regiones, quieren la propiedad, se instalan allí, limitan lotes y hasta los venden.

Por otro lado, el asesinato se produjo en medio de la indignación internacional por la tasa de destrucción de la selva amazónica en Brasil. De acuerdo con la BBC, al menos 80,000 incendios se registraron en la zona entre enero y agosto de este año, más del doble que en el mismo período en 2018.

A fines de agosto, el Instituto Nacional de Investigación Espacial del país estimó que unos 3.500 incendios se estaban produciendo dentro de los límites de casi 150 territorios indígenas e informó la presencia de tribus aisladas en al menos 13. “Esta es la razón por la cual la deforestación tiene la culpa de la quema del Amazonas a tasas récord”, dice un artículo en National Geographic.

El presidente Jair Bolsonaro ha recibido intensas críticas por no proteger la región, recortar un 25% del presupuesto de la agencia ambiental del país, y apoyar en cambio a los agricultores y madereros que trabajan en la región.

De hecho, el mes pasado, cientos de trabajadores ambientales del gobierno en Brasil firmaron una carta abierta advirtiendo que su trabajo había sido obstaculizado por Bolsonaro.

Los críticos del presidente señalan que la postura antiambiental y racista alimenta la violencia y la sensación de impunidad entre los intrusos.

Mientras la policía investiga el asesinato de Santos, los ambientalistas y protectores se ven inmersos en una profunda inquietud. "Ha creado una atmósfera de temor de que si trabajas por los derechos indígenas o el medio ambiente o los derechos humanos, te podría pasar lo mismo", expresó a National Geographic el activista indígena Beto Marubo.